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Sedúceme sabiamente

por Arana, Luján

Chloe es una interesante película que nos invita a vislumbrar algunos de los avatares de la histeria, situando al deseo insatisfecho como el protagonista principal de la obra.

Catherine Stewart es una ginecóloga casada con David, un profesor universitario de música. Su vida transcurre entre la rutina de su trabajo, su rol de esposa, y madre de Michael, el hijo adolescente de la pareja. La película desde su inicio nos brinda todos los condimentos que hacen a un matrimonio felizmente casado, al menos en apariencia como pronto se irá mostrando en el film.

La cotidianeidad de Catherine se ve interrumpida cuando la inseguridad empieza a acecharla, expresándose en sospechas y celos para con David: un vuelo cancelado, mensajes en el celular, una foto con una alumna, son puntos de inconsistencia que dan pie a actuar el propio fantasma, pero en la realidad. Es en este momento en el que la histeria muestra su cara más feroz, al aparecer en tal escenario Chloe, una joven prostituta quien reside en un lujoso hotel de la misma manzana en la que trabaja Catherine. Esta última siempre observaba con gran interés los andares de aquella joven mujer. El primer encuentro entre ambas surge en el baño de un hotel. Por un lado Catherine huyendo de cierta escena en la que ya parecería comenzar a sentirse desdibujada y excluida, se dirige al toilette para arreglar una imagen que empieza a perder forma ante el coqueteo de su marido con una moza y el de su amigo junto a su joven novia. En busca de la belleza, se encontrará con Chloe.

Es por esta razón que si bien el encuentro entre ambas parecería ser del orden de la contingencia, poco a poco las coordenadas de la historia nos irán mostrando lo contrario.

Chloe calza justo en la escena de Catherine, quien sospechando que su marido la engaña, y como acción que da lugar a un primer tiempo -del circuito de la responsabilidad subjetiva [1]- , decide contratarla, con el objetivo de que lo seduzca. Es esta acción la que delimita en cierta medida el particular [2] en el que se halla Catherine. El paso del tiempo parecería jugársele como contraproducente, como algo que lleva a la caída del brillo fálico que su cuerpo porta, tanto en su rol como de mujer y como de esposa. También en el plano de la sexualidad este avance del tiempo se le presenta como un déficit. Su profesión la ubica de frente al horizonte de la impotencia en tanto si de sexualidad hablamos; una paciente que le confiesa que nunca tuvo un orgasmo, un hijo en pleno auge sexual, un amigo que alardea respecto de su pareja muchos años menor que él, y una relación matrimonial repleta de inseguridades. Diferentes escenarios en los que Catherine comienza a sentirse excluida, tanto como esposa, mujer o madre; conducida entonces en un primer tiempo a crear su propia escena en la que pueda esta vez incluirse.

Es en el encuentro pactado por ambas, en los silencios, comentarios y miradas, se nos presentan las pistas de los lugares que cada una irá a ocupar en la escena de la otra.

Por otro lado Chloe, quien en su rol de prostituta se entrega como objeto desecho a ser usado, satisfaciendo al otro en sus placeres. Como bien refiere: “Me puedo convertir en tu primer beso, o en un desplegable de Playboy que encontraste cuando tenías 8 años. ¿Soy tu secretaria o soy tu hija?; O tal vez soy tu maestra de matemáticas que odiabas. Lo único que se es que si lo hago bien me puedo convertir en tu sueño hecho realidad, y entonces puedo desaparecer”. Convertir los sueños en realidad implica hacer verídicas las fantasías de sus clientes, y si de fantasías se trata, hablamos de un dejarse ubicar como objeto en el fantasma de cada quien; “Y entonces puedo desaparecer”, desaparecer subjetivamente.

Por su parte, Catherine ubica en Chloe a aquella mujer que sabe cómo gozar, a la Otra [3] como señala Lacan, aquella que tiene la respuesta respecto de qué es una mujer, pregunta cliché de la estructura histérica. Ambas se servirán mutuamente para darle paso a esta historia-histeria que adornada de lujos y pasiones culminará en tragedia [4].

Chloe acostumbrada a "encontrar algo en que amar en cada uno" se encuentra ante una situación que la conmueve, como señalara; “y después me pasan en mi vida cosas como tú" (en alusión a Catherine). Comienza a actuar diferente, y ante la decisión de Catherine de abandonar los encuentros por considerar que estaría atravesando una crisis para llegar al punto de contratarla, inmediatamente da vuelta la jugada y le admite haber tenido una aproximación a su marido. Empieza a mentir, haciéndole creer que estaría teniendo encuentros sexuales con David. Volviendo tangible y objetiva, de esta manera, la realidad psíquica de la protagonista.

Es en este punto que la historia dará un giro, y es en respuesta a ese giro que podremos hablar de una invención en el marco de las coordenadas universal- singulares [5] de Catherine, o contrariamente, un retorno mediatizado por la culpa hacia las coordenadas de lo particular-yoico.

En lo que respecta a Chloe, el dinero otorgado por su trabajo cada vez se vuelve más insoportable, el desdén con el que Catherine paga por sus servicios sigue ubicando a la joven como aquel trozo de cuerpo que se entrega para ser degustado por los demás. Cuestión que para esta joven prostituta parecería cambiar al conocer a Catherine, justamente porque se trata de una excepción en su vida. Ella es una excepción.

En el polo opuesto, Catherine comienza a acceder a oír los relatos ficticios y eróticos que la joven le ira contando en cada uno de los encuentros. Encuentros que enfrentan a la protagonista con la verdad que ella quiere creerse, que su marido la engaña -en el plano consciente- a la par de seguir sosteniendo al Otro que goza más, a Chloe que producto de su juventud y belleza hace las veces de LA mujer, “resolviendo” el misterio de la feminidad para nuestra protagonista.

Relatos eróticos por los que Catherine no disimula su gran interés; a sabiendas de que estos la pueden herir, ella sigue en pie, alimentando cada vez más la situación, dando como respuesta a los mismos cierto horror erotizado.

Cuando vemos la película, nuestra primera reacción puede ser el preguntarnos cómo la protagonista accede a tales situaciones, a deleitarse del engaño auto-creado de su marido. Porque al fin y al cabo Catherine como buena voyeur no hace más que pagar el engaño de su propio marido. Alquila el cuerpo de otra mujer para de este modo preguntarse desde lo masculino, desde el campo fálico, ¿Qué es una mujer?, o como le dirá ella misma a Chloe “quiero saber cómo te toca”. Pregunta que no solamente no se despliega, sino que queda totalmente anulada mediante la respuesta anticipada que le brinda su fantasía y que la posiciona como la desdichada de la historia; como la mujer engañada cuyo deseo queda insatisfecho: “Una mujer histérica alquila su cuerpo a otra mujer, lo que puede no solo observarse en los casos clásicos, si no en cada ocasión en que el fantasma histérico se construye. Al respecto he encontrado un fantasma femenino mucho más complejo que el masculino aparentemente correlativo. Un fantasma masculino considerado clásico es el de fantasear con otra mujer cuando se está cogiendo. Pues bien, este fantasma femenino que he encontrado, más complejo, más difícil de entender, no es el de fantasear que es otro hombre el que se la está cogiendo, sino fantasear que ese hombre se está cogiendo a otra mujer que no es ella. Es decir, que ofrece al hombre su propio cuerpo como el cuerpo de otra (…). Vemos en este ejemplo, esa posición de la otra mujer que es lo más escondido del fantasma histérico [6]. Es por eso que el presente film nos permite ver al fantasma histérico en su máxima actuación. Tal es así que nos encontramos con una usual característica de la histeria, en tanto el deseo insatisfecho queda del lado de Catherine quien cada vez pide más y más, alejándose así de su deseo.

El servirse de Chloe no queda lisa y llanamente en el plano metafórico, su realidad psíquica pasara a actuarse en la realidad en aquel momento en el que mantendrá relaciones sexuales con la joven. Ante la insatisfacción de los avatares de su escena, Catherine decide dar un paso más, decide actuar, experimentar, situación que no hará más que volver a confirmarla en su estructura histérica, es decir, nuevamente en el orden de la insatisfacción. El encuentro sexual reafirma la posición de objeto desecho en el que Chloe estaba acostumbrada a posicionarse antes de conocer a Catherine, lugar del cual parecería querer correrse. Actitud que se vislumbra en aquella mirada autista, vacía con la que reacciona Chloe ante la frase de Catherine "quiero saber cómo te toca", dejando así en el espectador un dejo de tristeza, pudiendo vivenciar nosotros mismos la sensación de vacío que experimenta.

Es a partir de lo que retorna de este encuentro que podemos vislumbrar un segundo tiempo -relación sexual- que generando una retroacción, vuelve sobre el tiempo uno, y donde la interpelación a través de la culpa [7] exige una respuesta. Es en consecuencia de lo que le vuelve a la protagonista -y lo que nos vuelve a nosotros también como espectadores- que podemos notar como la respuesta que da, queda meramente en el plano de lo políticamente correcto en cuanto a sus valores; nada allí del orden de lo novedoso o de la invención se presentó. En respuesta a dicha interpelación, aparece la negación, como así también la intelectualización de la protagonista tratando de explicar que lo acontecido se debió a estar atravesando un momento de crisis matrimonial, y como ella argumenta; “Esto salió mal”, cerrándose todo posible circuito de la responsabilidad subjetiva. Los restos que advienen de lo acontecido denotan la calidad de acting out  [8] que tuvo lo realizado; se trató del armado de una escena, una actuación que dejó de realizarse en el plano fantasmático para instalarse en la realidad y que por esta razón se le presenta como una indicación de que ha atravesado un límite.

Superficialmente, todo parecería tratarse de una maniobra para dar cuenta de si su marido le es infiel o no, pero una mirada analítica nos permite pesquisar que la cosa quizás no vaya por ahí, que más que deberse a un saber si su esposo la engaña, se trata de un “saber” de un orden muy distinto.

Es la respuesta a ¿Qué es una mujer? que se presenta como aquel saber al que dicha pregunta se dirigiría si no fuese que por estructura queda anulada [9] antes de ser desplegada. El fantasma brinda la respuesta anticipada justamente para no acercase allí, a aquel sitio donde no hay respuesta, donde no hay saber, porque el Otro también esta castrado. Sin embargo la histeria apunta a ese saber, a que hay un Otro que sabe más, y es en ese mismo movimiento en el que denunciara que no hay saber del Otro, denuncia la falta; Como observamos en Catherine, en la medida en que su actuación fantasmática apunta a que hay un Otro que goza más que ella, el resto que del acting queda, viene a denunciar el goce-no-todo, la insatisfacción, un intento, de este modo, de barrar al Otro.

Es por esta cuestión que lo sucedido se le juega como un “exceso”, como una transgresión que la vuelve a situar en el campo de la insatisfacción de su universo particular, ya no en cuanto a su rol de esposa sino que por el contrario, la insatisfacción misma del encuentro sexual con una mujer. Catherine denuncia la relación sexual que no hay. Al respecto, Lacan señalara en el Seminario III en alusión a la disimetría del Complejo de Edipo: “Tan solo que la razón de la disimetría se sitúa esencialmente a nivel simbólico, que se debe al significante. Hablando estrictamente no hay, diremos, simbolización del sexo de la mujer en cuanto tal”. Continúa: “El sexo femenino tiene un carácter de ausencia, de vacío, de agujero (…) [10]. Es por esta razón que la pregunta histérica que atañe a la posición femenina, remite a aquel lugar donde no hay significantes, no hay saber del Otro. Es en la medida en que Catherine quiere saber acerca del no-saber estructural que más se aleja de su deseo. La insatisfacción que queda de su lado denuncia que no quiere saber, es decir, cuanto más quiere saber por paradójico que suene, mas quiere no saber. Y es este no saber el que la seduce, que la conduce a su actuación fantasmatica. Como señala Lacan en el seminario XVII en alusión a la histeria, “Quiere que el otro sea un amo, que sepa muchas cosas, pero de todas formas que no sepa las suficientes como para no creerse que ella es el premio supremo por todo su saber [11], intenta obtener del otro un saber, y es en ese mismo intervalo en el que a la par que busca el saber denunciara la falta de saber, el goce-no-todo, pero renegando de ello.

Y si no hay goce todo, tendremos que “conformarnos” con cierto goce limitado. Es por eso que como espectadores nos preguntamos: ¿Por qué Catherine paga a otra mujer, qué es lo que gana de esta situación? Se tratará de cierto plus de gozar que extraerá de tal artimaña. Obstaculizada toda posibilidad de apertura que de paso al deseo -a aquello que hace incógnita, que da lugar al orden de la pregunta y que genera que algo de la coloración subjetiva se haga vigente- nos topamos con un retorno al campo de lo particular, de las conclusiones morales. Retorno que en su vuelta no hace más que darle consistencia al campo yoico, sitio donde el yo inmerso en las cómodas aguas del mar pulsional, desconociéndose, impide toda emergencia subjetiva. De esta forma, alquilando el cuerpo de otra mujer, entregando a Chloe a su marido, obtendrá un plus de gozar y nada del orden del deseo emerge, porque cuando la pulsión presenta su más sórdida mudez, el deseo es el que calla también.

El cristal con el que observamos, nos permite acceder a ese mas allá por el cual Catherine se pregunta y hace las veces de motor de su historia. Podemos notar que Chloe no es aquella que sabe gozar, la Otra que todo sabe; al contrario, las diferentes escenas van dejando caer el velo que adorna un envase vacío, alguien que en calidad de objeto se deja situar en las fantasías de cada uno de sus clientes.

A lo largo del film, pudimos acceder a lo imposible, a la frase cliché “no hay relación sexual”, no hay saber del Otro, a ese imposible que organiza nuestra realidad subjetiva, a esa pregunta que llevamos tatuada en nuestra piel.

Referencias

LACAN, J. El Seminario. Libro III: “Las Psicosis”. Paidós, Buenos Aires, 2009.

LACAN, J. El Seminario. Libro X: “La angustia”. Paidós, Buenos Aires, 2011.

LACAN, J. El Seminario. Libro XVII: “El reverso del psicoanálisis”. Paidós, Buenos Aires, 2012.

MICHEL FARIÑA, J.J. Ética: Un horizonte en quiebra. Eudeba, Buenos Aires, 2011.

MILLER, J.A. Dos dimensiones clínicas: síntoma y fantasma. Manantial, Buenos Aires, 1983.

SALOMONE, G. y DOMÍNGUEZ, M.E. La transmisión de la ética. Clínica y deontología. Letra viva, Bueno Aires, 2006.

SOLER, C. Los usos del saber. En ¿Qué se espera del psicoanálisis y del psicoanalista? Letra Viva, Buenos Aires, 2007.



NOTAS

[1Salomone, G.; “Sujeto dividido y responsabilidad” en Salomone, G. y Domínguez, M.E. (2006). La transmisión de la ética. Clínica y deontología. Letra Viva, Buenos Aires.

[2Michel Fariña, J.J.; “Lo Universal-Singular” en J. J Michel Fariña. (2011). Ética: un horizonte en quiebra. Eudeba, Buenos Aires.

[3Durante una disputa entre ambos personajes, se produce un pasaje al acto en el que Chloe, no soportando más ese lugar de desecho, no solo queda por fuera de la vida de Catherine ante su inminente rechazo, sino que cae literalmente de la escena por fuera del campo del Otro; culminando la película en una tragedia, en la muerte accidental -o no- de la joven.

[4Michel Fariña, J.J.; “Lo Universal-Singular” en J. J Michel Fariña. (2011). Ética: un horizonte en quiebra. Eudeba, Buenos Aires.

[5Michel Fariña, J.J.; “Lo Universal-Singular” en J. J Michel Fariña. (2011). Ética: un horizonte en quiebra. Eudeba, Buenos Aires.

[6Miller, J.A.(1983).; “Dos dimensiones clínicas: síntoma y fantasma”. Manantial, Buenos Aires, 1983.

[7D´Amore, O.; “Responsabilidad subjetiva y culpa” en Salomone, G. y Domínguez, M.E. (2006). La transmisión de la ética. Clínica y deontología. Letra Viva, Buenos Aires.

[8Lacan, J. (1962-1963).; “Pasaje al acto y Acting Out” en Seminario X : La Angustia. Paidós, Buenos Aires, 2011.

[9Pregunta anulada en tanto la neurosis como la clínica de la pregunta. Al respecto, ver Lacan, J. (1955-1956).; “La pregunta histérica (II): <<¿Qué es una mujer?>> en Seminario III : La psicosis. Paidós, Buenos Aires, 2009.

[10Lacan, J.; ob. cit., pag.251-252.

[11Lacan, J. (1969-1970).; “Del mito a la estructura” en Seminario XVII : El reverso del psicoanálisis. Paidós, Buenos Aires, 2012, pag. 137.





COMENTARIOS

Mensaje de Marisol  » 21 de octubre de 2013 » marisol_castineira@hotmail.com 

Después de haber leído el Seminario 17, me gustaría agregar, por ejemplo, el hecho de que Catherine habría logrado lo que la Bella carnicera no pudo: obtener ese "plus de goce". Es decir, desde una posición masculina, al alquilar el cuerpo de otra mujer, entregando a Chloe a su marido, se daría lugar a ese deseo insatisfecho, relacionado al goce en la privación, propiamente histérico.
Saludos nuevamente!
Marisol Castiñeira.



Mensaje de Luján Arana  » 22 de agosto de 2013 » lujann.arana@hotmail.com 

Marisol:
Muy interesante la cita que mencionas ,ya que justamente parecía ser que aquello que se juega en el plano de la proyección en calidad de reproches hacia un otro, en este caso su marido, es justamente aquello que como un autoreproche estaría indicando algo del deseo que permanece pendiente.
Muchas gracias por tu comentario!
Saludos!



Mensaje de Marisol Castiñeira  » 20 de agosto de 2013 » marisol_castineira@hotmail.com 

Considero atractiva la manera de abordar el análisis de este film a partir de temas como la histeria, deseo insatisfecho, la sexualidad, la fantasía, lo femenino, el no saber del Otro, el fantasma como la respuesta anticipada a la pregunta por el deseo del Otro. Es la matriz imaginaria de significaciones estables que definen la forma en que alguien se ubica y se desenvuelve en el mundo.
Teniendo en cuenta la teoría lacaniana, se puede observar la denuncia la relación sexual que no hay, el acceso a lo imposible, que tiene lugar en la constitución subjetiva.
Además, se ve cómo las apariencias engañan, cómo un matrimonio felizmente casado “en apariencia” se encuentra, en realidad, obstaculizado por la falta de comunicación real o desconfianza, que llevan a la protagonista a sospechar de la fidelidad de su marido. Me gustaría destacar la siguiente frase de Freud: “Una serie de repoches dirigidos a otras personas hacen sospechar la existencia de una serie de autorreproches de idéntico contenido”, de modo que termina siendo Catherine quien se involucra con Clhoe. Catherine decide actuar, experimentar, lo que la confirma en su estructura histérica.
Desde ya, felicitaciones!



Mensaje de Luján Arana  » 4 de agosto de 2013 » lujann.arana@hotmail.com 

Gabriela y Luciana, agradezco sus comentarios constructivos e interesantes.
Saludos
Luján



Mensaje de Gabriela Mercadal   » 2 de agosto de 2013 » gamercadal@gmail.com  

Varias cuestiones resultan de lo más interesantes en este artículo. Particularmente el modo de engarce establecido entre aquellas referidas a la psicopatología (lo transitado en torno a la histeria) y lo propio del campo de la ética. Si la pregunta de Lacan en torno al actuar de conformidad al deseo que nos habita abre la vía hacia lo más singular del goce, y desde allí la posibilidad de instaurar una legalidad claramente diferenciada de la moral, lo trabajado a partir del personaje de este film nos brinda una clara ocasión de situar los efectos de su declinación.

Se agradece también el modo muchas veces poético y claramente inspirado de escritura, que invita a seguir la trama propuesta, sin perder rigor.



Mensaje de Merkt, Luciana Veronica  » 1ro de agosto de 2013 » lucianamerkt@gmail.com 

He leído este artículo dado que también he escrito sobre esta película y veo que con la autora coincidimos plenamente en la fantasmática que se pone en juego. Agregaría que “Chloe” es un film cíclico: Los personajes comienzan en una posición subjetiva, se transforman y, finalmente, asumen una posición diferente luego de que un acto acontece. Me parece interesante el giro que hace el director: Catherine termina posicionada en un lugar masculino respecto de Chloe y de hecho, concreta el encuentro sexual con ella. Es desde allí, desde ese acto, que luego puede verse a sí misma, hablar con su marido sobre ella, su vejez, su insatisfacción. Marido que es posicionado en un pseudo lugar de "Don Juan", que parece coquetear con sus alumnas luego de dar la clase sobre "Don Giovanni" (un verdadero Don Juan) y con la moza del restaurante de donde Catherine quería escaparse, pero que resulta estar tan insatisfecho como su mujer. Y, finalmente, Chloe, posicionada desde el lugar de objeto hasta poder estar en un lugar deseante respecto de otro, en este caso Catherine. Atom Egoyan, el director de esta película, es muy bueno creando espacios de intimidad entre los personajes... utiliza recursos interesantes desde la primera escena tan intimista de Chloe frente al espejo hablando de sí misma, hasta la escena de la ducha en la cual Catherine fantasea con la mujer que parece tener la respuesta a su pregunta fantasmática. Película realmente excepcional, para ver varias veces. Felicitaciones por el artículo.



Mensaje de   » 1ro de agosto de 2013 »  

He leído este artículo dado que también he escrito sobre esta película y veo que con la autora coincidimos plenamente en la fantasmática que se pone en juego.
Agregaría que “Chloe” es un film cíclico: Los personajes comienzan en una posición subjetiva, se transforman y, finalmente, asumen una posición diferente luego de que un acto acontece. Me parece interesante el giro que hace el director: Catherine termina posicionada en un lugar masculino respecto de Chloe y de hecho, concreta el encuentro sexual con ella. Es desde allí, desde ese acto, que luego puede verse a sí misma, hablar con su marido sobre ella, su vejez, su insatisfacción. Marido que es posicionado en un pseudo lugar de "Don Juan", que parece coquetear con sus alumnas luego de dar la clase sobre "Don Giovanni" (un verdadero Don Juan) y con la moza del restaurante de donde Catherine quería escaparse, pero que resulta estar tan insatisfecho como su mujer. Y, finalmente, Chloe, posicionada desde el lugar de objeto hasta poder estar en un lugar deseante respecto de otro, en este caso Catherine.
Atom Egoyan, el director de esta película, es muy bueno creando espacios de intimidad entre los personajes... utiliza recursos interesantes desde la primera escena tan intimista de Chloe frente al espejo hablando de sí misma, hasta la escena de la ducha en la cual Catherine fantasea con la mujer que parece tener la respuesta a su pregunta fantasmática. Película realmente excepcional, para ver varias veces. Felicitaciones por el artículo. Lic. Luciana Merkt




Película:Chloe

Titulo Original:Chloe

Director: Atom Egoyan

Año: 2009

Pais: USA - Canada - France

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