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Animalidad en Dogville. Una violenta metáfora posmoderna

por Herrera, Nicolás

Prólogo

Un modo de orientarse en la pista del trabajo realizado la brinda la cuarta acepción de “violencia” para el “Diccionario de la lengua española” (RAE; 2016): “acción de violar a una persona”. Lo que sucede en Dogville está determinado por la vida efectiva que los habitantes llevan y, aunque no podemos decir que se puede anticipar el desenlace, el director nos ofrece coordenadas valiosas para conjeturar que el inesperado final no es azaroso. Es posible que, a pesar de las aparentes diferencias, este pueblo ficticio sea una metáfora inquietante de nuestra sociedad posmoderna capitalista porque como sucede en todo devenir histórico el sujeto rinde cuentas al Otro moral social, siendo que subsiste “en un dormir en los signos del Otro” (Ariel, A.; 1994). La sociedad posmoderna

“se configura en la decisión cultural de no contar con arquetipos (que simbolizan el pasado) ni con utopías (que traen el futuro) (…) Se despliega un panorama donde reina el mínimo de coacción y austeridad y el máximo de elecciones privadas libres, posibles gracias a la búsqueda exacerbada de satisfacciones y en conformidad con los deseos e intereses de cada quien. En esta lógica hiperindividualista las instituciones se modelizan cada vez más en base a las aspiraciones presentes, legitimando así un individualismo hedonista. Estamos frente a “la era del vacío” y al “eclipsamiento del deber”, tal como rezan sus ya conocidas metáforas posmodernas” (Biganzoli, B. y Sánchez Vázquez, M. J.; 2009).

El prólogo nos presenta al apartado pueblo de “Dogville” y a la apacible vida de sus habitantes dedicados a sus tareas. El escenario es elemental, todo discurre sobre un plano en donde se dibujan los frágiles límites de las casas sin paredes, solo algunos ornamentos o nombres en el piso nos permiten identificar lo que a la vista se ofrece. Este poblado imaginario se encuentra en el medio de unas montañas rocosas y al final de “Canyon Road”, único camino hacia una mina de plata abandonada. La situación de los habitantes no es la ideal, la voz en off narra que ellos son más bien pobres y que la única casa decente es la del médico jubilado (Thomas Edison, padre de Tom), mejor económicamente que las del resto las cuales son calificadas de “chozas”. La “triste historia del pueblo de Dogville” (con estas palabras inicia la película) empieza así y genera una primera simpatía con el espectador que, de todas formas, no se extiende por mucho.

Tom podía vivir sin trabajar gracias a la pensión del padre, por lo que sus actividades se orientaban al “oficio espiritual”. Es el joven personaje “escritor-filósofo” que no escribe por dedicar su tiempo a observar y re-moralizar a su pueblo al cual ve demasiado absorto en la “eterna reiteración de su vida moral pequeño burguesa” (Forster, R.; s/f). Para ello organizaba reuniones de “reconstrucción moral” en beneficio del mismo. Según él “el pueblo olvido mucho” y necesita refrescar su memoria con un ejemplo, “si tienen problemas para aceptar, necesitan algo que aceptar. Algo tangible. Un "regalo". El modo solipsista de vivir del pueblo lo preocupa, el no poder “aceptar” algo de otro para Tom es grave por no contemplar en el horizonte a la salvación vía ideales trascendentes. Sin embargo, aunque este personaje a priori cuestiona y visibiliza la falta en el pueblo no es ajeno a ella y es igual de participe que el resto de la comunidad en el compromiso de la dinámica intersubjetiva. Pensamos que él junto al pueblo sostienen una “prédica canalla” (no perversa de estructura) y el “oficio espiritual” de Tom se ubica entonces para desconocer la Ley del padre (suponiéndose libre de todo límite) y gozar de una impostura de saber y poder articulada junto a sus vecinos en la reiteración de las conductas solipsistas que desmienten el deseo en tanto reverso de la interdicción. Diremos que, en su conjunto, el pueblo se configura como unidad bajo una “moral canalla pequeño burguesa”, posición desde la cual abusarán y manipularán a la mujer que entrará en escena (Rietti, M.; 2008).

Entonces ya desde el inicio se rescatan indicios sobre la dinámica posmoderna, individualista y hedonista en Dogville que nos permiten construir el horizonte moral o la “lógica del conjunto-universo” que de los personajes se desprende. Las “propiedades discernibles –estructurantes- de la situación” (Lewkowicz, I.; 1998) se exponen gracias al “oficio espiritual” de Tom y a elementos simbólicos que el director ofrece como, la ausencia de paredes en el escenario, los ruidos de una cárcel que durante toda la película se encuentra en construcción y, también, al aislamiento del poblado anclado en el medio de las montañas y al final de “Canyon Road”. Estos últimos elementos sugieren la particular relación del pueblo con la Ley en su ajenidad o ausencia, suplida por una moralidad “como sí”. En el desarrollo del film estos datos tienen su impacto.

Es necesario contemplar este marco socio histórico, no para desresponsabilizar al sujeto (los actos de cada personaje), sino porque los anclajes simbólicos de todos los individuos dependen subjetivamente del Otro social en una relación reciproca de apuntalamiento y reproducción. La identidad de cada sujeto difícilmente puede ser pensada por fuera de su contexto o marco cultural, así como la prevalencia de problemáticas sociales cambia según la época en cuestión. Lewcokwicz sostenía que no había posmodernidad porque todavía la sociedad no produjo nada nuevo frente a la decadencia de la modernidad. En ausencia de ese nuevo elemento propuso pensar en la “modernidad tardía” (Lewcokwicz, I.; 2004) donde existe un tipo de pensamiento “situacional, coyuntural y oportunista” resultante de un aislamiento y distanciamiento respecto al Otro social, marco regulatorio de las relaciones efectivas (no teóricas) con el semejante y dador de sentido. Mientras que en la “Modernidad” las “instituciones tipo” se coordinaban en “tramas coherentes como partes de un todo”, basadas en una suposición de previsibilidad, en la “Modernidad tardía” (producto de la decadencia de la modernidad pero no su superación) “cada institución es un mundo aparte” manteniendo un pensamiento “no destinado a durar sino a obtener la mayor eficacia en el instante actual” (Idem). La “modernidad tardía” nos servirá para pensar el surgimiento de las “reglas de juego” en Dogville en el apartado siguiente.

Finalizando entonces agregaremos que en la actualidad

“El sistema normativo resulta desplazado en nombre de “buenas razones” [o por la “lógica hiperindividualista”, todos tienen derecho a gozar] que instalan una zona de indeterminación y ambigüedad “más allá de la Ley”, asentada en las fantasías de atenuar la severidad de los mandamientos, a través de su extrema relativización (…) Se puede comprobar de este modo cómo el “superyó obscenamente permisivo” infiltra la trama de la red socio-simbólica explícita. La prohibición absoluta el goce es reemplazada pues por el mandato superyoico de gozar” (Milmaniene, J.; 2008).

Los sujetos son arrojados a establecer relaciones con otros sin incluirse en el horizonte moral de época, la ética del respeto por diferencia y la alteridad fundada en la amorosa transmisión paterna de la Ley, donde “el sujeto de la Ley es producto entonces de los mandatos amorosos del Padre cuando propicien esencialmente la libertad sublimatoria, y se transmiten depurados de toda inflexión superyoica” (Ídem). Entre otras patologías, la violencia es una de las consecuencias de goce en “la era del vacío”. Este somero marco, solo sugerido al principio del film, nos sirve en tanto condiciones de posibilidad para contextuar lo que sucederá luego.

Las reglas del juego

El capítulo uno nos presenta al regalo. Se escuchan disparos y luego de unos minutos irrumpe en escena Grace, una mujer hermosa y vestida con elegancia aunque desprolija por la persecución, que ingresa al pueblo buscando refugio. Se encuentra huyendo pero nos es velado el verdadero motivo y parte importante de la incógnita se mantiene hasta el final. Ella se cruza con Tom y le pide que la esconda porque inmediatamente entra al pueblo el auto que la persigue. Tom se acerca y desde el auto el jefe le dice -“busco a una chica. Quizá vino hacia aquí. No quiero que la lastimen. Es muy preciada para mí”. Tom niega haber visto a alguien pero el jefe le deja una tarjeta para que lo llame si ve algo, recompensa mediante. Una vez solos pueden tomar un café y hablar con tranquilidad.

Ya en la casa de su padre, Tom le ofrece algo de comer pero ella con culpa se lo rechaza firmemente diciendo “no merezco ese pan. Robe el hueso, nunca había robado nada. Ahora debo castigarme. Me criaron para ser arrogante y tuve que aprender estas cosas”. Ya en confianza él le pregunta por quienes la persiguen:

Grace: El hombre de atrás es el jefe. Vi su cara.

Tom: Me dio su teléfono por si te veía.

G: Supongo que te ofreció una recompensa.

T: Si. ¿Y tu familia?

G: No tengo familia. Tenía un padre pero esos gángsters me lo quitaron.

T: ¿Quieres quedarte aquí?

G: ¿Aquí? Es imposible. Es un pueblo pequeño. La gente haría preguntas.

T: Quizá no. No si quisieran ayudarte.

G: ¿Todos son como tú?

T: Es gente buena. Gente honesta. Todos tuvieron problemas. Quizá no quieran ayudarte pero vale la pena averiguarlo.

G: Pero no tengo nada que ofrecerles.

T: Yo creo que tienes mucho para ofrecer.

El hijo del médico encuentra por azar el regalo que buscaba, una inocente y frágil mujer que es perseguida injustamente por delincuentes. O por lo menos eso nos permite pensar la poca información que de ella nos brinda el director al principio del film. De todas formas, a los fines moralistas de Tom, lo que sabe de ella (o tal vez su naturaleza extraña) es suficiente como para querer llevarla a la próxima reunión de “reconstrucción moral” y proponer a debate si conviene darle asilo.

Luego de expresar algunos malestares por arriesgarse a salir de su rutina solipsista y preguntándose si verdaderamente podrían confiar en ella, el grupo se deja convencer por Tom, su porta voz. Pero para los habitantes de Dogville ella es una fugitiva y es un riesgo que no van a correr sin retribución. Como se lee en la posterior cita ella tendrá que trabajar por su estadía estando a prueba por dos semanas teniendo que agradarle al grupo si es que quiere quedarse allí. Después de la reunión Tom le presenta “el pueblo que ama”:

Tom: Ahí viven Olivia y June. June es inválida. Viven ahí gracias a mi papá. Chuck y Vera tienen siete hijos y se odian. Ahí viven los Henson. Pulen vidrio malo y lo venden como si fuera bueno. Y ese es Jack McKay. Es ciego, pero cree poder ocultarlo viviendo encerrado. Ahí guarda Ben su camión. Él bebe. Va al burdel una vez por mes y eso lo avergüenza. Martha dirige la parroquia hasta que llegue un pastor… Cosa que nunca sucederá. Quedan Ma Ginger y Gloria. Venden muy caro en su tienda. Se aprovechan de que nadie sale del pueblo. Antes íbamos a votar pero ahora cobran el enrolamiento. Con los salarios que cobran ya no sienten necesidad democrática. Esos horribles figurines hablan por sí mismos…

Grace: Si amas a este pueblo, lo demuestras de forma extraña. Todo lo que yo veo es un hermoso pueblito entre montañas increíbles. Un lugar donde la gente tiene esperanza aún en las peores condiciones. Y esos siete figurines no son horribles.

Tom no pierde tiempo en marcar las faltas de su pueblo y exponer sus miserias, es parte de su oficio espiritual. Pero luego se detiene la escena, cambian las luces y la cámara en panorama nos muestra a todos los habitantes mirándola entre curiosa y seriamente, siendo que antes se encontraban absortos en sus tareas.

Tom: Te están observando. Si te agradan quizás tengas que esforzarte. Tienes dos semanas para que te acepten.

Grace: Hablas como si fuera un juego.

T: Lo es. Es un juego ¿Salvar tu vida no merece un juego?

G: ¿Qué tengo que hacer?

T: ¿Te asusta el trabajo?

G: No.

T: Dogville te dio dos semanas. Dale a Dogville…

Y Tom no especifica bien que tiene que darle, ahí empieza el perverso abuso del pueblo con esta mujer que como fugitiva busca refugio de los delincuentes y una policía cómplice. Al igual que Grace, no sabemos qué quiere Dogville, pero ella responderá a las necesidades de cada pueblerino, ofreciendo su cuerpo para obturar el agujero en el Otro, el deseo del Otro. ¿Qué quiere Dogville? Grace responderá a la demanda de cada habitante desde su propia posición subjetiva, la cual se compromete cada vez más en la historia.

Todos sospechan de esta fugitiva y no se encuentran cómodos con el riesgo de refugiarla, pero Tom cree en el alma bella suponiendo que el grupo podrá encontrar, a través de ella como regalo-don, la supuesta salida de una vida egoísta y la trascendencia moral. Entonces, en este contexto, Grace se someterá solicita al macabro juego de salvar su vida. Ella acepta sin interrogar su lugar allí o cuestionar las reglas del juego para no ser capturada por el jefe. Sin embargo, que la vida quede a disposición de unas “reglas de juego” dispuestas arbitrariamente por este grupo de personas, por fuera de toda legalidad mayor o en estado de excepción (Oviedo Correra, Y.; 2016), habilita el escenario para que lo ominoso, la perversa verdad que el pueblo niega detrás de la “moral canalla pequeño burguesa”, se manifieste brutalmente ante el espectador. Esta verdad versa sobre la violenta anulación de los derechos del semejante, dejando la vida de Grace en dependencia de las reglas de juego que, como anunciamos en el apartado anterior, pueden que respondan y sean producto del pensamiento que tiene lugar en la “modernidad tardía” en tanto “situacional, coyuntural y oportunista” (Lewcokwicz, I.; 2004). Las pautas de interacción ya no responden a un todo coherente, cohesivo y previsible, sino que siendo “cada institución es un mundo aparte” (Dogville una de ellas) se imponen reglas en el desconocimiento del Otro social, ya que “no toma nada ni cede nada al exterior, que vive para sí” (Ídem). Pero esto no sucede rápidamente, Von Trier nos hace creer en la supuesta decencia de una triste comunidad pobre y olvidada entre unas lejanas montañas rocosas, como lo hace Grace siguiendo la prédica canalla de Tom, durante los primeros minutos, antes de que la policía venga a ofrecer rescate por ella y, en consecuencia, ponga en alerta a los pueblerinos.

En el capítulo dos ella trabaja por primera vez en su vida, una hora con cada familia pero, en apariencia, nadie necesita la ayuda de otros. Gracias a su insistencia en hacer algo en retribución al favor y con el apoyo de Tom le ofrecen cuidar el jardín de Ma Ginger. Luego de ello el pueblo cede en su resistencia y todos le ofrecen una actividad, la cual refiere a lo que cada familia necesita. Todos harán “uso del regalo” a su manera y mejorarán como comunidad, mostrándose alegres y caritativos entre todos gracias a poder haberle hecho lugar al mensaje de “recibir” que Tom predicó en un principio.

Ya en el capítulo tres la “voz en off” nos advierte –“Durante el largo monólogo de Jack McKay, Grace estuvo pensativa. Ya fuera por ello o por miedo al futuro el resultado fue que la usualmente adorable Grace se permitió una pequeña provocación”. Lo que hizo fue interrumpir y confrontar la farsa que Jack, el “ciego engreído”, le intentaba hacer creer a todos, o, en realidad, a él mismo, para no mostrar vulnerable o disminuido su orgullo. Esto se configura como una provocación porque las “reglas de juego” no la contemplan como sujeto de derechos. Ella está allí como objeto del Otro y no como un sujeto con dignidad, el pueblo sabe lo que quiere de ella y no demanda otra cosa. No se la aloja en su alteridad irreductible pero, sin embargo, el ciego muestra y asume su falta (padecida por Grace) y el pueblo la acepta en asamblea unánimemente pasadas las dos semanas.

Es importante aquí señalar que mientras el pueblo deliberaba sin ella, se preparó para irse sola del pueblo y no molestarlos en caso de que le hicieran saber de que decidían no seguir alojándola, vía las campanadas de la iglesia que oficiaba de centro comunitario. La “voz en off” narra que ella se podía ir tranquila porque -“aunque no escuchara las quince campanadas sabía que significaba algo para el pueblo. No mucho, quizá, pero había dejado su huella. La primera de la que se enorgullecía en su vida” ¿tan lúgubre habría sido su vida anterior?

El capítulo cuatro nos muestra a un Dogville brillante y esplendido, con renovado espíritu gracias a lo que Grace hacia para y con cada habitante de allí. Tom y Ben le construyen una casa en un molino que no funcionaba y todos le hacen regalos acordes a sus posibilidades. Todos están contentos con ella y ya saben para que la necesitan, por lo que no la dejarán ir tan rápido. Este saber del pueblo sobre Grace va a contra pelo de su subjetividad, siendo que se inscribe en la lógica moral antes descripta en las reglas de juego como totalizadora, inscribiendo no más que Una función para ella. Pero como advierte Lewkowicz (2004) “una Ley moral rige para el universo de todas las situaciones, pero como esto no es posible la moral rige para algunas situaciones y en otras colapsa” y, para sorpresa de todos, irrumpe la policía y los miedos vuelven a circular cuestionándolos. El oficial cuelga un cartel con los datos de Grace y advierte solamente que está desaparecida y la buscan.

En el capítulo cinco todos celebran juntos el “cuatro de julio” decorando todo el pueblo y compartiendo la mesa en la calle, agradecidos por tener a Grace con ellos. Pero la policía irrumpe de nuevo en el pueblo y, mientras Grace se esconde, cambia el cartel de desaparecida por uno que la denuncia de haber asaltado un banco, lo cual no pudo haber sucedido porque según el policía el asalto fue después de que ella se instalara en Dogville y ella de aquí no se fue. La insistencia de la figura “legal” alerta a todos y ellos sienten el peligro de estar encubriendo un delito, aunque en teoría sea falso. Advertida por el malestar, Grace habla con Tom:

Grace: Debería irme.

Tom: No.

Grace: Ya es suficiente.

Tom: Yo sugerí lo contrario. Desde una perspectiva comercial tu presencia en Dogville se volvió más costosa. Para ellos, es más peligroso que te quedes. No es que no te quieran. Pero piensan que debes ofrecerles alguna compensación.

Grace: Hablas como esos bandidos.

Tom: Hay otras razón para que te quedes. Con todos esos carteles con tu cara ¿Dónde podrías esconderte? (…)

Grace: Haré lo que sea necesario. Si debo trabajar más o por menos dinero, estoy dispuesta a hacerlo.

Luego de esta charla ya empezamos a palpar los efectos de las “reglas de juego” que Dogville le planteó a la protagonista y como ella se esfuerza en aceptarlas. No solo la harán trabajar el doble y por menos plata sino que eso empeorará y el espíritu festivo se olvidará para dar paso al abuso explícito que todo el pueblo empieza a cometer con Grace. Cada personaje progresivamente hace uso del regalo de manera más violenta y ella, aunque no feliz por lo que le hacen, encontrará el rodeo para defenderlos y continuar con el juego de completar al Otro ofreciéndole lo que supone que necesita.

Entonces, detrás de la “moral canalla pequeño burguesa” de la comunidad lo que importa es la perspectiva comercial. A pesar de que la comunidad no tiene más que agradecerle a Grace por su presencia, su entrega a esos lugareños, no están dispuestos a asumir el riesgo de alojarla sin rédito, no hay lugar para la perdida. La violenta dinámica de Dogville muestra la abolición subjetiva de todos sus personajes por no

“tratar de trascender la esfera del derecho fundado en las prestaciones y contraprestaciones ancladas en la lógica del narcisismo sin pérdidas, para recuperar el espacio de la gratuidad que generan los actos de fidelidad sancionados por el juramento (...) La gratuidad del don supone que el sujeto responsable ya no se gobierna por pares antitéticos “utilitarios” (prodigalidad-ahorro, inversión-utilidad, generosidad-interés, costo-beneficio, propios de las economías legales, infiltradas de goce narcisístico) sino por categorías sin otro valor más que el libidinal (la risa, el erotismo, el juego, la ironía, el chiste), inscriptas todas ellas, claro está, en el excedente irreductible de la ley que es la gracia (charis)” (Milmaniene, J.; 2008).

Como sucede en la posmodernidad, la comunidad tributa la defección de la Ley y la violencia configura el síntoma que evidencia la pasión obscena por el goce sin reglas de una moral donde todo vale. Desde Lewkowicz (2004) se podría pensar que la perspectiva económica de la “moral canalla pequeño burguesa”, interpelada por el miedo a la ley policial, se vuelve particularista en tanto “pretende imponer su regla particular como ley del todo” en vez de perder consistencia y ceder paso a la singularidad emergente que Grace, en un principio, pudo propiciar en el pueblo. En la apariencia de una esclavitud al pueblo y su regla mercantil se abole toda subjetividad y posibilidad de redención, reduciendo el lazo social a un degradante uso consumista. En los capítulos siguientes la violencia llega a la violación y la salvación que Tom predicó se torna verdaderamente canalla al tratar de ocultar los actos de los aldeanos.

Dogville muestra los dientes

“Dogville muestra los dientes” se titula el capítulo siete, mostrando elocuentemente la conversión a la animalidad de los lugareños. El supuesto aislamiento del pueblo, como si los eximiera de tener que rendir cuentas ante la Ley, queda expresado en el abuso de poder que realizan con Grace. Ella se convierte en objeto de todo tipo de abusos, siendo explotada y encadenada. Su dignidad e integridad como sujeto son reducidas al mínimo tan solo porque ella necesita de ellos para no retornar o ser expuesta ante la ley (a la cual ellos también temen). La gracia que de ella se esperaba se reduce a un mero bien de cambio o goce siempre bajo la perversa técnica de la extorsión y la amenaza de ser entregada. Subrayamos que “si bien se es culpable de ceder en el deseo, también se lo es si el sujeto despliega su voluntad de goce a costa de la libertad o aun de la vida del Otro, a quien se cosifica entonces al servicio de los exclusivos intereses narcisistas” (Milmaniene, J.; 2008). Por lo tanto, el horizonte moral o la “lógica del conjunto-universo” (Lewkowicz, I.; 1998) de Dogville, lejos de ser un soporte ético, agrava en espiral la dinámica violenta por no haber podido albergar a Grace en su singularidad y también denuncia como canalla la supuesta prédica moral de Tom.

En el capítulo ocho la complicidad entre todos los campesinos se expone crudamente. Tom propone una última reunión para que Grace pueda exponer en público la verdad de cada habitante del pueblo. Ella apela tranquila a sus conciencias para que la perdonen pero, habiendo llegado tan lejos, no podían hacer más que defenderse de tales acusaciones y negar toda responsabilidad culpándola a ella de haber “esparcido dolor y problemas por todo el pueblo”. No hay lugar para algún tipo de implicación con sus actos y deciden echar a la nueva amenaza, Tom usa la tarjeta de los bandidos para denunciarla e intentar cobrar la recompensa.

Al día siguiente los abusos amainan, todos están a la expectativa de la llegada de los gángsters. Así pasaron los días hasta que llego el quinto y a lo lejos pudieron ver coches sospechosos. Todos miraban afuera de Dogville esperando a esos coches y la “voz en off” nos cuenta que Grace -“Mientras cambiaba las sábanas que June había ensuciado la invadió una sensación de pérdida de tiempo. Y, sin pensar, dijo: “Nadie volverá a dormir aquí”. Lo dijo en voz baja pero ella misma se sorprendió ¿de dónde habían salido palabras tan ominosas?”. Al final del capítulo ella es encerrada por el pueblo en su pieza, pero ello sucede justamente porque nadie sabe que a la que encierran es a la hija del gangster, no a una persona cualquiera. Podemos pensar que las palabras ominosas surgen allí mismo donde la incógnita primera nace (ni el pueblo ni el espectador saben bien quien es ella). Grace oculta el dato para desconocerse como hija del jefe de los gangsters, pasado del que no quiere hacerse cargo pero que retorna en sus palabras, a pesar de ella misma.

Inversión de poder

El capítulo nueve es el último y la aparición de los gángsters y su jefe invierte la relación de poder entre ella y los aldeanos. Él entra en la escena interpelándola en su totalidad, modificando las reglas de juego. Detiene mediante la fuerza bruta y la intimidación (reminiscencia al padre de la horda freudiano) lo que en el pueblo tiene lugar para ubicar una pausa y abrir una pregunta en su hija. Aunque al principio de la película le dispara y aunque sea el jefe de la mafia, la ficción nos permite percibir que se comporta como un padre que respeta a su hija pero que no entiende lo que hace. Ella le pregunta:

Grace: ¿Para qué viniste?

Padre: Nunca terminamos la charla en la que me dijiste lo que no te gustaba de mí. Tengo derecho a decirte lo que no me gusta de ti. Es una regla de cortesía.

G: ¿Para eso viniste? ¿Y me llamas obstinada a mi? ¿No viniste a llevarme por la fuerza para que sea como tú?

P: Si creyera que hay alguna posibilidad…Pero eso jamás sucederá. Serías bienvenida en casa como mi hija y estaría dispuesto a compartir contigo el poder y las responsabilidades. (…) No me gusta una palabra que usaste. Me llamaste arrogante.

G: El saqueo es arrogancia, papá.

P: Eso es lo que no me gusta de ti. Tú eres la arrogante.

G: ¿Viniste a decir eso? Yo no los juzgo, papá. Tu sí.

P: No los juzgas porque te simpatizan. Pero no es lo mismo una infancia pobre que un homicidio. Solo puedes culpar a las circunstancias. Para ti, violadores y asesinos son víctimas. Para mí, son perros. Y si un perro lame su propio vómito, lo azoto.

G: Los perros actúan por instinto ¿Por qué no perdonarlos?

P: Los perros pueden aprender muchas cosas pero no si se los perdona por seguir sus instintos.

G: ¿Y yo soy la arrogante por perdonar a la gente?

P: ¿No ves qué condescendiente eres al decir eso? Estas convencida de que nadie puede alcanzar tu alto nivel moral y perdonas a todos. No se me ocurre arrogancia mayor. Tú, mi hija adorada, perdonas a todos con excusas que jamás admitirías para ti.

G: ¿Por qué no debo ser clemente?

P: Si, debes serlo cuando corresponda. Pero debes mantener tus principios. Se lo debes a ellos. Se lo debes. Es lo justo. Si tú mereces castigo por tus trasgresiones ellos lo merecen por las suyas. (…) Todos somos responsables de nuestros actos. Tú no les das esa oportunidad. Eso es muy arrogante.

G: Soy arrogante, tu también, ya puedes irte.

P: Sin mi hija, supongo ¿sin mi hija?

G: Si.

P: Tú decides. Parece que tienes problemas aquí.

G: No. No más que en casa.

P: Té daré tiempo para pensarlo. Quizá cambies de idea. (…) El poder no es tan malo. Sé que hallarás la manera de usarlo a tu estilo. Da un paseo y piénsalo.

G: La gente que vive aquí se esfuerza mucho en las peores circunstancias.

P: Si tu lo dices. Pero ese esfuerzo ¿es suficiente?

Si nos permitimos olvidar el adjetivo “mafioso”, en este diálogo actúa como cualquier otro padre o tal vez mejor, buscando a su hija no para llevarla contra su voluntad sino para que reflexionara sobre sus acciones ¿Por qué ceder y perdonar todo lo que los aldeanos le hicieron sin reclamar por sí misma, por sus derechos? ¿Por qué ofrecerse en sacrificio a ellos a través de una humildad y amor sin límite? Ella se ocultaba de la ley, estaba fuera de ella y necesitaba del pueblo por eso ¿Pero eso la despoja de sus derechos como ser humano? Pudo escaparse de un padre poderoso ¿Por qué no de Dogville?

Luego de dar el paseo propuesto por el padre Grace entra en contacto con lo que “el pueblo le hizo a ella” (o lo que se dejó hacer) y decide de manera vindicativa erradicar a todo Dogville… a pesar de que el padre solo le propuso amedrentarlos matando públicamente a Moises, el perro del pueblo. Pero ¿era necesario asesinar a todos? ¿También había que matar a los niños? Quizá lo tuvo que hacer porque la cárcel que a lo lejos estaba construyéndose no se había finalizado, pero creemos que este ajusticiamiento es análogo al que Dogville realizó con ella cuando su verdad le fue dicha. La amenaza tuvo que ser erradicada -especularmente- según Grace “Por el bien de otros pueblos, por el bien de la humanidad y por el bien de ese ser humano que ella misma era”. No se defiende ningún tipo de violencia de género o abuso de poder y hay que considerar que el director no se priva de llevarnos al extremo pero ella se ubica aquí tanto como Tom lo hace frente a su pueblo, desde la posición de víctima comete un exceso moralista para desconocer su propia responsabilidad por las “reglas de juego” establecidas y que ella también necesito satisfacer (necesidad inconsciente para el personaje sufriente).

Dos versiones de un padre.

Perrone y Nannini (2010) para hablar de violencia postulan cuatro premisas. La primera estipula que es un fenómeno relacional, no individual; la segunda dice que todos son responsables (subjetiva, no legal o moralmente) en tanto se encuentren implicados en la interacción; la tercera supone que todo adulto con capacidad suficiente tiene que tender a garantizar su propia seguridad; y la cuarta sostiene que el individuo no es violento per se, sino que depende del contexto (o reglas de juego) que ordenen la situación. Entonces piensan que “el acto violento no representa una forma de desorden sino que obedece a un orden prioritario (…) entre varios protagonistas, cuya implicación es innegable”. Responsabilizamos a Dogville por sus actos pero con Grace se hará lo mismo para intentar recortar su posición como “una excepción” (rasgo de carácter) respecto a la figura de su padre, quedando expuesta a un destino signado por la vertiente superyoica de la subjetivación de la función del mismo.

Desde el inicio del film el discurso de Grace se esfuerza en escindir a su padre entre el que “fue robado por los gángsters” y el “jefe de la mafia”, mostrándose afectada, perseguida e injuriada por este último. El superyó como la instancia subjetiva más íntima y más ajena (que estructura y corroe al mismo tiempo), recibe una doble herencia en apariencia paradójica. La herencia más antigua es la del Ello y responde a lo real pulsional que disuelve al sujeto conformándose en la identificación primaria o incorporación intrusiva del Padre Primordial que “tiende a la fijación logrando, a veces, establecer un bunker inexpugnable como en los tipos de carácter” (Ambertín, M. G.; 2013); y la segunda herencia responde a las investiduras de objeto resignadas del complejo de Edipo, donde el padre del pacto legisla no-todo (donde falla la Ley) la relación entre los hermanos. Esta segunda herencia deriva en el “Ideal del yo”, susceptible a la dialéctica significante, sosteniendo la trama simbólico imaginaria en la que el deseo, como reverso de la Ley, se defiende del goce; mientras que la primera “lo inoperable de la represión, la fijación pulsional y la formación reactiva emparentan los rasgos de carácter con el superyó” (ídem). Desde esta matriz creemos que Grace significa a su padre quien queda fijado en su vertiente mafiosa y criminal, repudiando la faz amorosa que al final del film nos sorprende. El director, por fuera del personaje de Grace, también profundiza esta ambivalencia mostrando que huye de un padre que le dispara pero que a la vez enuncia cuando la busca: “No quiero que la lastimen. Es muy preciada para mí”. No podría negarse esta ambivalencia.

En la lógica padre bueno (víctima de los gansters) o malo (jefe mafioso), en términos morales, Grace desconoce su deuda subjetiva con este Otro entrampada en el fango imaginario. Según Lacan (Lacan, J.; 1958) el sujeto se hace significar en el discurso del Otro, resultando efecto de ese “Otro escenario” o conjunto significante. El sujeto se aliena a esa cadena significante, introduciendo el orden simbólico y la falta en la estructura subjetiva, resultando de esta operatoria la pérdida del objeto complementario. Este movimiento mítico de prohibición de goce, según Lacan, es el origen del modo en que el sujeto se relaciona con lo real, o sea las dos vertientes del padre ante explayadas. Siendo lo más propio y lo más ajeno, como cualquier sustantivo propio, el significante nombre del padre significa al deseo de la madre como fálico e inaugura de esta manera los derroteros del deseo (Rabinovich, D.; 1992). Grace al rechazar en reivindicación esta Ley paterna se expone a repetirla de manera inconsciente, ya que la falla del padre (ser arrogante) cae sobre ella misma.

Ambertín (2013) nos recuerda que “paradójicamente, al intentar escapar el sujeto acaba colocado (de la peor manera) bajo la férula del padre, pues a todos los tipos de carácter el fracaso les tiende una feroz emboscada”. Ella escapaba víctima de un oscuro padre mafioso del cual nada tenía que ver… aunque su sentimiento de culpa expresado con el perro exprese lo contrario cuando, por ejemplo, dice ser criada como “arrogante” (acusación resignificada por el padre al final) y expresando “ahora debo castigarme” (expresión de hipermoralidad) cuando le quita el hueso al perro. “Ante la falla de la ley se intenta sobrepasarla usufructuando algún estigma que esa falla plasma. Esto coloca al sujeto aún más a merced de la inconsistencia del Padre porque asienta el supuesto poderío en un sin límites” (ídem) y Grace hace lo suyo desde las coordenadas del significante “arrogancia”. Para sostener su reivindicación frente al padre mafioso, olvidándose de la faz amorosa del mismo, paga con una culpa descarnada que la arrastra hacia el extremo de la generosidad de justificar las atrocidades que comente con ella en un “inocente sacrificio” (pergeñado con la ayuda de Tom). La injuria narcisista que la identifica a la falla del padre en la arrogancia (saqueo en el padre; superioridad moral en la hija) la instó a hacer “lo que fuera necesario” para que el pueblo la aloje, soportando todo el sacrificio justo por el que tenía que pasar. La culpa inconsciente se expresa en el “semblante de inocencia y sacrificio que no dejan de ser sometimiento a la gula superyoica” (ídem) y la arrastra hasta las peores consecuencias.

También podemos pensar que ella en un principio se identificaba especularmente a Dogville desde la victimización. Tanto como ella era perseguida por el jefe mafioso, el pueblo era víctima de sus circunstancias y pobreza, lo cual, de manera paralela, los eximía de tener que rendir cuentas por sus actos, ubicando la responsabilidad en otro sitio ¿Podríamos pensar que Grace los justifica hasta las últimas consecuencias para no reconocer que simultáneamente ella (tanto como su mafioso padre) es arrogante, en otras palabras, culpable del exceso de creerse en superioridad moral? ¿Se podría puntuar aquí un oscuro goce auto punitivo en deuda inconsciente con el amor a su padre? Son preguntas que pueden parecer forzadas pero que se imponen a quien analice el film.

Al final Grace asesina a todos pero, antes de que el padre aparezca, unas palabras ominosas surgen: “Nadie volverá a dormir aquí”. ¿Estaba esperando el desenlace mucho antes que el padre venga a significar su arrogancia? ¿Se podrá pensar que el periplo iniciado en una fuga o huida del padre fue para reencontrarlo al final? Entonces dada la inversión de poderes ¿No habrá sido la matanza un modo de repetir al padre en su faz mafiosa, de hacer lo mismo que lo que de él se despreciaba?

Las reglas de juego nos ubican entonces en lo peor del exceso, cuando todos los sujetos son arrasados en su subjetividad por el empuje al goce. La solución final es proporcional a la desmesura que desborda todo límite. Pero Grace, vale decir, tanto como el resto de los aldeanos, jamás le hizo lugar a su falta. Primero en el padre y luego en Dogville fue depositada la reivindicación que la eximio de la lectura de las palabras ominosas que dijo (antes que el padre aparezca), del sentimiento de hiperculpabilidad (en donde se oculta su goce masoquista) y la idealización de los habitantes de Dogville (a quienes dejó que la degradaran). Una vez que masacró al pueblo (por “el bien de la humanidad”) pudo recostarse sobre el hombro del padre amado del cual, en un principio, huía. ¿Se habrá preguntado sobre su arrogancia en vistas de su extrema compulsión?

Últimas palabras.

El film termina con Moisés (el perro al que Grace le roba el hueso), único sobreviviente del pueblo. Pero ya no como una mera imagen en el plano, sino como el animal feroz que en realidad es más allá del primer engaño. No hay salvación o redención en Dogville, desde el principio la pretendida moralidad superior fue la fachada de la verdadera animalidad oculta de sus habitantes (fachada-farsa tal vez sostenida solo gracias a esta última), ubicada más allá de cualquier ley o mandamiento que los compela a responder por sus actos y por el cuidado del otro. Dogville se dirige hacia su aciago fin desde el principio, las utilitarias y extorsivas reglas de juego exponen la satisfacción canalla y la ausencia de responsabilidad respecto al don del Otro.

Aunque el único animal en Dogville es Moisés, la brutalidad que allí se despliega cuestiona la misma esencia humana de los personajes. La obturación de las condiciones necesarias para instituir lo intersubjetivo cuando la violencia se generaliza recuerda la tendencia hacia la animalidad en todo sujeto.

Bibliografia

Ambertín, M. G. (2013) “Las voces del superyó; en la clínica psicoanalítica y el malestar en la cultura”; Buenos Aires. Editorial Letra Viva.

Ariel, A. (1994) “El estilo y el acto” Manantial, Buenos Aires.

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Forster, Ricardo (s/f) Dogville; La ventana indiscreta. En: http://laventanaindiscretacineyfilosofia.blogspot.com.ar/2007/03/dogville.html

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Lars Von Triers (2003) “Dogville”. Zentropa Entertainments. En: http://cine.estamosrodando.com/peliculas/dogville/ficha-tecnica-ampliada/

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Lewkowicz, I. (2004) “Pensar si Estado. La subjetividad en la era de la fluidez.” Buenos Aires: Paidós.

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Oviedo Correra, Y. (2016) ¿Es posible la decisión ética en el campo? Sobre la real decisión de Sophie. En: http://journal.eticaycine.org/Es-posible-la-decision-etica-en-el

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Real Academia Española (2016) “Diccionario de la Lengua Española”, Violencia; En: http://dle.rae.es/?id=brdBvt6

Rietti, M. (2008) “Sobre la posición canalla”. Escuela Freudiana de Buenos Aires. En: http://www.efbaires.com.ar/files/texts/TextoOnline_556.pdf



NOTAS





COMENTARIOS

Mensaje de Erika Vanea Tomé  » 31 de octubre de 2016 » erika.vanesa.tome@gmail.com 

Me resultó muy interesante el análisis y el desglose capítulo a capítulo. Recuerdo que la primera vez que vi esta película, me impactó la puesta en escena (casi teatral, ausente de escenografías y elementos innecesarios) que guía la atención hacia los personajes y su conducta.

Mi reflexión inicial sobre el film gira en torno a la sociedad capitalista donde se plantea el trabajo como mercancía y el propio cuerpo como herramienta de ese trabajo. Al modificarse las reglas del juego (o dicho de otra forma, cambiar las condiciones del mercado), se producen los abusos que se denuncian en la historia, el pedir más por menos, el hallarse en un situación de dependencia sin salida visible, el trabajo que roza la esclavitud.

Quisiera agregar que esta película es la primera parte de trilogía aun inconclusa que Von Trier tituló “U.S.A.”. La segunda parte, “Manderlay” (2005), trata justamente el tema de la esclavitud, cuando el personaje de Grace, pocos días después del final de “Dogville”, llega a una plantación de algodón en Alabama e intenta liberar a los esclavos.

Saludos. Érika Tomé.



Mensaje de Camila  » 29 de octubre de 2016 » camila.villafane@gmail.com 

¡Excelente trabajo!

Inquitante y esclarecedor, lo viví como un excepcional recorrido sobre la responsabilidad subjetiva y, por qué no, un ejemplo de la elección en la neurosis. Me pareció muy interesante el recorrido y el análisis de los indicadores.

¡Felicitaciones Nico y gracias por compartir!




Película:Dogville

Titulo Original:Dogville

Director: Lars von Trier

Año: 2003

Pais: Dinamarca

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• Abzurdah