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Edmond 1.15 ¿Hay modo de habitar donde se pertenece?

por Pérez Ferretti, Fernando

Este film de Stuart Gordon, basada en la obra homónima de teatro de David Mamet [1], nos introduce en la vida de un ejecutivo de una empresa multinacional quien lleva una vida rutinaria, tanto en su matrimonio como en el área laboral.

Todo comienza con una cita postergada en su trabajo, que desencadena una serie de sucesos imprevistos relacionados a una cifra enigmática.

El 115 es el número que coincide con tres escenas que se articulan entre sí: la secretaria le advierte que la reunión a la que se disponía concurrir apurado por la mañana se pospuso hasta las 1:15 ... molesto, sale a deambular por las calles...; ve en la fachada de un local el número de la dirección 115, que luego resultara ser el negocio de una adivina...; frente a lo que será la puerta de su celda, se reencuentra con el número que lo llevó inesperadamente hasta allí.

Cuando entra a la tienda ve imágenes exotéricas, que le van anunciando, paso a paso, que se trata del encuentro con una adivina. Ésta comienza a tirarle las cartas y Edmond sorprendido advierte cómo las supuestas claves de su futuro parecen ordenarse frente a sus ojos.

"Tú no eres de donde perteneces", le dice la vidente. A partir de allí comienza un itinerario de contratiempos con distintos personajes de la noche, frente a los cuales irá exponiendo sus prejuiciosas ideas a límites insospechados por él.

El personaje, a partir del tropiezo azaroso con esta cifra que se le presenta como un enigma, inicia una epopeya nocturna en la que expondrá dramáticamente sus temores más velados.

¿Hay alguna forma de encontrarse donde uno cree pertenecer? Parecería que Edmond intenta encontrar una respuesta definitiva a este interrogante. Elije abandonar a su mujer, en una acción que supone de liberación, que lo lleva a una espiral de pérdida de las referencias, confundido, cree sentirse vivo. Opta
 [2] por abandonarlo todo y embarcarse en una interminable noche en la que intentará darle un sentido coagulado a su existencia.

En un tugurio, Edmond conoce a un hombre (Joe Mantenga) que le sugiere, al punto de convencerlo, que lo que necesita para resolver sus problemas es una buena noche de sexo, y lo encauza en esa dirección.

Para su sorpresa, las prostitutas no están a su alcance económico y esto lo vuelve a exponer a sus frustraciones. No obteniendo lo que busca y sin saber de sí, sigue deambulando por las calles.

Se cruza azarosamente con un proxeneta (Lionel Mark Smith), quien intenta estafarlo. En la calle otros personajes de la noche le presentan el juego de adivinanza de las tres cartas, lo que resulta ser un ardid para sacarle el poco dinero que le queda; lo increpan, roban, golpean y abandonan totalmente a su suerte, quedando tirado en el piso, lastimado en su orgullo y desconcertado.

"Vivimos en la niebla, vivimos en un sueño", repite confundido. Refugiándose en un racismo exacerbado. Por su peregrinaje, Edmond encuentra una especie de pseudo liberación interior.

Sintiéndose “liberado”, logra llevar a la cama a una camarera, Glenna (Julia Stiles). Una conversación con ella que se pretende muy profunda, lo exalta al extremo de relatarle como una proeza, el modo en que asesinó al proxeneta. Ambos se internan en una discusión acerca del significado de las nociones de raza, vida, muerte, y de honestidad, cuya “pureza” lo precipita en la identidad de los contrarios, sus antónimos son paradojalmente: lujuria y desenfreno.

Cuando la discusión llega a su clímax, en la que él se va de-velando descarnadamente hasta llegar a una “honestidad” brutal, le comienza a exigir un voto de fidelidad absoluta acorde a esa revelación. Glenna horrorizada lo rechaza, lo que le causa al protagonista una gran contradicción, desmoronándose en un discurso que pierde sentido, hasta que se desencadena la acción violenta: la asesina.

Mientras Edmond avanza en su deambular en busca del sentido, se encuentra con escenas que lo remiten a su niñez y lo sumergen en la desesperación.

En el metro se cruza con una mujer a quien elogia por las significativas reminiscencias que de su madre le rememora, luego vira a una denigración monstruosa al divisar que se trata de una mujer de color. Ella desconcertada y asustada acude desesperadamente a la policía.

Intenta redimirse entrando a un templo protestante y es interceptado por la policía, que terminan asociándolo con el asesinato de la joven camarera, Interpelado por el móvil del crimen, queda absorto y sin palabras.

Termina en la cárcel. En este escenario se lo ve humillado y avergonzado por estar expuesto en su desnudez: la escena homofóbica se vuelve un real al que no puede esquivar, un deseo que se hace acto.

El film finaliza con el personaje encontrando paradójicamente su ilusorio lugar. Ese que lo creía predefinido, predeterminado por fuera de sus elecciones. Es en ese derrotero de tropiezos fallidos que adviene una verdad inadvertida para él.

¿Cómo responde un sujeto cuando se encuentra con un real? [3]

Entre el Deseo y el Yo hay un destierro permanente. Ese destierro se pronuncia en los vejámenes a los que se encuentra sometido el protagonista, eso que pretendía tan alejado de sí, se le vuelve cifra enigmática.

Encontramos claras referencias bíblicas en el guión del film, que permite una lectura posible, el derrotero que delimita el director para Edmond estará cifrado como un destino escrito en clave bíblica:

Proverbios 1:15 ¡Pero no lo hagas, jovencito! ¡No sigas su mal ejemplo! ¡No dejes que te engañen!

Judas 1:15 Viene para castigar a todos los que hicieron el mal. Castigará a todos los pecadores que lo insultaron.

Santiago 1:15 Los malos deseos nos llevan a pecar; y cuando vivimos sólo para hacer lo malo, lo único que nos espera es la muerte eterna.

Son esas cifras con las que inadvertidamente se encuentra frente a las que deberá responder. Manteniendo la tensión entre las posibilidades de des-responsabilización para justificar sus acciones en las palabras que lo determinan a modo de oráculo, y las dichas en la antesala de situaciones límites. Es en esa tensión donde estará la posibilidad que advenga un sujeto con margen para decidir.

La metáfora de la palabra bíblica como performativa (referencias 1:15 de los pasajes bíblicos) creadora de realidad, nos permite pensar el abismo que se le delinea al personaje.

El sujeto adormecido en los signos de un guión ajeno, queda capturado en el discurso superyoico [4], se desaloja de la posibilidad de habitar su morada y soporta los embates de las prescripciones ajenas.

Ya la pitonisa le advertiría que “él no se encuentra a donde pertenece”... ¿Será que tendrá que desprenderse de todo ropaje imaginario para encontrar la lógica del no-todo de su ser, su división subjetiva?

El film nos habla de una historia, reflejo del vértigo del encuentro con la caída de los sentido de la vida, momento de vacilación fantasmática [5].

Edmond sale brutalmente por fuera de los simbólico y queda capturado en la dimensión imaginaria. Si fuera una variante del fantasma, respondería desde él, pero queda en desolación frente al deseo que apareciendo con ropaje ajeno, lo remite a lo más propio.

Una historia donde el terror de no encontrar un sentido coagulado dibuja su propio escenario: Sin una receta previa a nada de lo que hace, ¿qué debería hacer el personaje? A través de recursos dramáticos como la simbología de los números, su fatum [6], acaba cuestionando el sentido común, que nos dice que todos damos los pasos necesarios para estar donde nos “corresponde”. Eso que, luego se mostrará en la repetición de quedar cada vez fuera de la escena.

Es un film inspirado en el lenguaje teatral llevado al celuloide. De ahí, la lentitud con la que se desenvuelven las acciones que dibujan un clima agobiante, por medio del recurso del humor negro muestra cómo intenta enfrentar el protagonista un peregrinar sin mapa de ese territorio que se le vuelve inhóspito. Es del orden de la imposibilidad de saber que uno no está donde pertenece, es la potencia de apropiarse de la incertidumbre. El director nos introduce, con este clima, en el desfiladero de aspectos de la condición humana cuando renuncia a su fundamento, ese vasto abismo impronunciable que “es” la existencia.



NOTAS

[1Fragmento de la obra "Edmond" de David Mamet: URL del Link:http://www.youtube.com/watch?v=chy5M6WznoY

[2Domínguez, M. E.: Los carriles de la responsabilidad: el circuito de un análisis. En La transmisión de la ética. Clínica y deontología. Vol. I: Fundamentos. Letra Viva, 2006. Diferenciación opción, elección, decisión según Nacho Lewcowicz

[3Diccionario del Psicoanálisis: dirigido por Roland Chemama y Bernard Vandermersch – 2° Ed. 1ra Reimpresión – Buenos Aires: Amorrortu 2010. Pág. , 2 acting out 248 fantasma , 579 real , 593 repetición

[4Idem

[5Idem

[6Los héroes del teatro romántico estaban marcados por un fatum trágico (Destino).





COMENTARIOS

Mensaje de Dora Serué  » 4 de noviembre de 2012 » doraserue@hotmail.com 

Ante todo muy interesante la propuesta de Fernando Perez Ferretti, es muy claro como la culpa lo lleva a Edmond a querer ponerle un texto que justifique su necesidad de castigo para encontrar algún bálsamo a esa liviandad del ser que nos deja sin respuestas respecto de quien se es o a que lugar se pertenece.
La pregunta por el lugar de la pertenencia excluye necesariamente la posibilidad de habitarlo. En otras palabras, cuando Edmond se pasa la vida en distintas escenas buscando un lugar donde habitar se aleja cada vez más de el/él.
Cuando el interrogante es por la pertenencia, estamos en el registro del tener, del pensar y no del acto. Eso nos lleva a diversos escenarios identificatorios que poco tendrán que ver con el ser, o más bien con la posibilidad de rozar por un instante algo de esa falta en ser.
El estar allí y el definirlo parecen lugares que no se encuentran, si se habita ese espacio es porque algo del pensamiento ha quedado suspendido para darle lugar al acto, donde se piensa se es. Cuando el personaje le quiere poner palabras a esa experiencia y atraparla en una pertenencia es que ese lugar ya se ha esfumado.
Con lo cual propongo la siguiente pregunta ¿Si se habita, se pertenece?¿ O anidar ese lugar es a condición de no querer retenerlo en un lugar estático y material?



Mensaje de Fernando Perez Ferretti  » 5 de agosto de 2012 » fperezferretti@psi.uba.ar 

Exactamente, es el nucleo duro de la propuesta. Me hizo acordar cuando Lacan hace referencia a la anamorfosis del cuadro Los Embajadores de Holbein (1533), utiliza el calificativo “oblicuo”, para referirse a la imagen extraña que se encuentra al pie. La versión francesa del Seminario XI lleva curiosamente este cuadro en la tapa (Ver Cap 9 Qué es un cuadro?)
Sólo mirando la imagen en oblicuo puede insinuarse una calavera; de frente simplemente se percibe una mancha informe.

URL del Link para apreciar el cuadro:

http://www.epdlp.com/fotos/holbein6.jpg

http://lh4.ggpht.com/_8jbLh9YEAEI/SnBefcy62zI/AAAAAAAAJgs/bCpbGS90E40/s800/CALAVERA%20REFLEJADA.jpg

A simple vista encontramos una figura deformada muy extraña, sobre la que se han tejido distintas hipótesis. Hay que ubicar la obra en la Inglaterra del momento, en la que se habían puesto de moda las imágenes que planteaban misterio. Aquí lo podemos apreciar en un cráneo deformado para que la mirada no pueda detectarlo directamente. Podría haber dos teorías, una que hace alusión al propio nombre del artista que significaba hueso hueco; y otra teoría que afirma que el cuadro en realidad es una vanitas.

Los Embajadores
Autor: Hans Holbein (1533)

Encargante:
Jean de Dinteville Embajador de Francia en Inglaterra
Descripción:
Temple sobre tabla. 207 x 209 cm.
Localización:
National Gallery. Londres



Mensaje de Michel Fariña, Juan Jorge  » 5 de agosto de 2012 » jjmf@psi.uba.ar 

El escrito aporta un bello ejemplo de la eficacia interpretativa del oráculo. Edmond acude a la adivina, quien le profetiza "You are not where you belong", que él interpreta como una señal de que debe separarse de su esposa e ir en busca de aventuras amorosas con otras mujeres.
El desenlace del film mostrará por qué al oráculo se lo nombra también como Loxias, que significa justamente “el oblicuo”, ya que sus dictados tenían el sesgo de la ambigüedad. Edipo mismo sale de su consulta en Delfos diciendo que “Febo me despidió sin atenderme”, sin advertir el alcance de la profecía recibida –ante la que sin embargo huye de Corinto para evitar la desgracia y es entonces cuando termina encontrándose con ella.
Es este circuito el que hace posible la conocida fórmula según la cual "el emisor recibe del receptor su propio mensaje en forma invertida", es decir, verdadera. Dicho de otro modo, en las palabras con las que el consultante realiza su pregunta se hallan las claves que retornan luego con valor de verdad en el texto del oráculo, pero sólo en la medida en que el sujeto haga algo con ellas. De allí que el consultante no advierta el alcance de sus dichos ni lo reconozca en el vaticinio. Tal reconocimiento, si se produce, será sólo a posteriori.
Otro bello ejemplo en el cine es el mensaje que la pitonisa entrega a Neo, el personaje de Matrix, cuando éste va a consultarla a instancias de Morpheo para saber si es o no el Elegido. La pitonisa le responde de manera ambigua y Neo entiende la respuesta como una afirmación negativa a su pregunta. Morpheo le aclarará luego que los dichos de la Pitonisa “estaban dirigidos a tus oídos”, pero Neo sigue descreyendo del rédito de la consulta. Será necesario el giro final de la historia para que comprenda, en acto, el verdadero alcance de tales dichos, los cuales no se realizan sino a posteriori del movimiento que él mismo produce.
También para Edmond el verdadero periplo se completa cuando puede hacer del 1.15 algo en consecuencia con su deseo.




Película:Edmond

Titulo Original:Edmond

Director: Stuart Gordon

Año: 2005

Pais: Estados Unidos