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Estado de naturaleza y Estado en el Western

por Agudelo Ramírez, Martín

1. La metafísica de la subjetividad moderna hace hincapié en el concepto de facultades subjetivas, potenciadas por el deseo individual. Hay una oposición frente a la comprensión organicista y aristotélica de la sociedad, aunque se confrontan distintas perspectivas en ese horizonte:

(i) En primer lugar, una dirección iusnaturalista que concibe la idea de un ser que proclama su libertad individual conforme a su estado de bondad natural; en ese ámbito se identifican exigencias previas de limitación al poder político.

(ii) De otro lado, se confronta una dirección que se apoya en postulados convencionalistas, historicistas y utilitaristas, por la que se comprende que el derecho humano se constituye por utilidades y conveniencias que configuran los individuos en distintos momentos históricos; la voluntad termina legislando: determina cuáles y cuántos son los derechos. Este criterio fue decisivo en la proliferación de los catálogos de derechos a partir de la Segunda Guerra Mundial.

El Western ha sido exponente claro sobre cómo evaluar ese estado de naturaleza, aunque se advierten varias modalidades de un “género”, ya anticipado en el cine mudo [1] y que encontró en el cine sonoro sus mayores logros. Estados Unidos puede ser visto, en este contexto, como una tierra de oportunidades, el lugar en el que el colono europeo puede reencontrar el paraíso prometido.

Durante el siglo XIX, una geografía extensa fue conquistada. “Go west” sería el propósito emprendido por hombres influenciados fuertemente por un ascetismo puritano [2], quienes buscarán el desplazamiento de los “otros” (p. ej. indios y mexicanos). El puritanismo aportaría una fuerza interior que consolidaría la conquista del Oeste. Pese al profundo pesimismo que se alberga en torno a la naturaleza caída del hombre, paradójicamente habrá un empuje individual para colonizar en zona de bárbaros. “Se vuelve a descubrir el paraíso, una nueva oportunidad para que el mundo empiece de nuevo, una nueva puesta en práctica de las utopías basadas en la armonía hombre/naturaleza surgida en la Ilustración.” (Cherta Puig, 1999: 67).

El Estado burgués sale victorioso, gracias al consenso de los ciudadanos. Se consolida el desplazamiento del espacio natural por la ciudad, a partir de la búsqueda “trágica” de la Tierra Prometida. El Estado es el final “idílico” de llegada [3]. Sin embargo, son inevitables las tensiones shakespereanas en buena parte de filmes del Western, varios de ellos con finales trágicos. Además, esa ciudad triunfante será puesta al descubierto a través de un cine revisionista en el que se muestra una victoria “amarga” de una “ciudad caída en el pecado” (Cherta Puig, 1999: 68), máxime si se considera el gran desastre ecológico que consolida la conquista, debido a que el blanco colonizador “rompe la unidad sagrada del paisaje” (Fernández-Santos, 2007: 34-35).

Deberá evaluarse con cuidado las distintas especificidades propias de la “ley” del Oeste, muy diferente a la ley estatal, tan ricamente presentada en películas magistrales del cine sonoro, las que registran un Western bastante maduro, como: The Ox-Bow Incident (1943), dirigida por William Wellman, Duel in the Sun (1946) de King Vidor, Johnny Guitar (1954) de Nicholas Ray, The Man who shot Liberty Valance (1962) dirigida por John Ford, Pat Garrett & Billy the Kid (1973) de Sam Peckinpah. Según Benjamín Rivaya y José Manuel Fuentes:

"Eso es el oeste, la selva en la que no rige la ley ni, por tanto, la justicia: la Guerra de todos contra todos en la que, cómo no, todo puede suceder; el estado en el que manda, ferozmente, el más fuerte. Incidente en Ox-Bow mantiene la tesis de que el oeste es la anomia, la anarquía, el sálvese quien pueda, la carencia de un régimen en el que imperan los derechos humanos… Eso es el oeste" (Gómez García, 2008: 242)

Téngase en cuenta, además, que la narrativa del Western guarda relación directa con la dualidad de esos estados. En el Western se consideran diversas contraposiciones:

(i) el choque que entre el mundo indio (estado de naturaleza) y el del blanco (Estado), ya sea presentando el carácter que tienen aquellos de “salvajes, crueles y resistentes a la "civilización" que aportan los blancos en la Conquista del Oeste”, o estableciendo un “mayor protagonismo a esa minoría” de cara al respeto de la cultura india, filmes que “legitiman su lucha y denuncian las matanzas de los militares norteamericanos” (Sánchez Noriega, 2004: 267-268);

(ii) la tensión entre el mundo de los ganaderos (estado de naturaleza) y el de los ciudadanos (Estado), tan bien presentado en películas como Shane (dir. G. Stevens, 1953), Along the Great Divide (dir. Raoul Walsh, 1951) y Man without a Star (dir. King Vidor, 1955);

(iii) la oposición entre los blancos que pretenden mantener un estado de anarquía y los blancos que buscan que se imponga el derecho, en películas como Duel in the Sun (dir. King Vidor, 1946), Wichita (dir Jacques Tourneur, 1955), The Man who shot Liberty Valance (dir. John Ford, 1962), Pat Garrett & Billy the Kid, (dir. Sam Peckinpah, 1973) y Unforgiven (dir. Clint Eastwood, 1992).

Tampoco puede prescindirse de las películas en las que se replantea significativamente esa contraposición manifiesta de mundos; es el caso del cine revisionista de los indios (p. ej. Broken Arrow, dir. Delmer Daves, 1950 y Little Big Man, dir. Arthur Penn, 1970), o en las películas en las que todos los blancos, sin excepción, se sumen en el caos total, como en los espaguetis westerns, como se advierte en la conocida Trilogía del dollar de Sergio Leone: Per un pugno di dollari (1964), Per qualche dollaro in più (1965), Il buono, il brutto, il cattivo (1966), será también el Oeste.

2. En un estado de naturaleza, no sólo se concibe la fuerza, sino también el espacio en el que un ser se reconoce como vocación y proyecto de libertad. Siguiendo a Ricoeur, puede definirse la naturaleza como el espacio en el que rige lo biológico y la ley del más fuerte, pero igualmente es vocación a la libertad y a lo absoluto (Ricoeur, 1985: 19). Eso será también el Oeste. Se confronta una dualidad, pero es en la segunda dimensión, básicamente moral, en donde se considera la fuente de los derechos que reclama el hombre.

Habría que cuestionar en qué términos “América” nos sitúa en esta perspectiva, en la medida que se comprenda como la tierra de la libertad o el espacio natural y de bondad, el cielo en la Tierra, en el que puede reconocerse el hombre como proyecto de libertad. Este es el escenario propicio para el sueño americano, que sigue proyectándose hasta nuestros días, y que resulta fuertemente cuestionado en películas como Dead Man (dir. Jim Jarmusch, 1995), filme en el que se advierte una estética de la violencia, situando al hombre blanco en un espacio en el que se pierde definitivamente; la mujer al entregarle el arma de fuego a William Blake, le anticipa lo que es el Oeste, en últimas, lo que es América.

De otro lado, la confrontación entre dos mundos distintos, el del blanco y el indio, será definitiva para considerar en qué términos se impone en el Oeste, el mensaje de “civilidad” proveniente del Este. Y es que en el Western los problemas aparecen cuando se encuentra un ser diferente, el no “civilizado”. “Una Tierra Prometida que obliga a quienes fueron convocados por su promesa a "hacer cosas feas": tal es el espacio en donde los hilos profundos del western tranzan sus negros bordados” (Fernández-Santos, 2007: 75).

Quienes se presenten como los más fuertes se impondrán sobre los débiles. La naturaleza alberga salvajes, despojados de un espacio “vital” que habrá de ser conquistado por el hombre blanco. El cine del oeste, precisamente, ha ilustrado con gran intensidad esta línea, marcadamente propagandística, como se expone en las películas Stagecoach (1939) [4], The Died with their Boots On (1941) [5], Distant Drums (1951) [6] y The Searches (1956) [7]

3. Las declaraciones de derechos dieciochescas en Norteamérica relacionan derechos naturales, identificando libertades negativas con unas facultades morales inherentes a un estado de bondad natural. Ahora bien, se pregunta: ¿quiénes podrán encontrarse en ese estado? Sólo puede ser el hombre del estado de naturaleza lockeano, un ser moralmente bueno, que en el Estado tendrá todas las posibilidades de progresar y proteger sus derechos naturales. El salvaje que habita el Oeste no podrá ser ese hombre titular de las referidas facultades y finalmente redimido.

Aunque el salvaje habite el espacio de lo sagrado, deberá ser desplazado. Jamás existirá en él la disponibilidad suficiente de reconocerse como individuo y poder convivir con el hombre llegado del Este.

El blanco, aunque sea “copia degradada” por el pecado, en la medida que se reconozca como imago Dei, emprende su reconciliación, buscando el paraíso perdido en una tierra que habrá de poseerse. El discernimiento le ayudará a reconocer unas reminiscencias de humanidad originaria, consideradas en una perspectiva individualista, bajo una influencia decisivamente protestante.

Sin embargo, cuando la naturaleza se somete a la ley de la fuerza, el comportamiento de los seres humanos resulta relativo y condicionado por las relaciones de poder. Además, es importante considerar que la conquista no evita que las miserias propias de la condición humana sigan presentes. Hombres caídos que jamás podrán sobreponerse, seguirán sembrando caos, aún al interior de familias modélicas, como bien lo presenta el hermano “Caín”, interpretado por Gregory Peck, del Duel in the Sun (dir. King Vidor, 1946).

El Western ilustra ampliamente todas esas dialécticas, sin que pueda desconocerse el papel definitivo que, en diversas películas, desempeña el hombre blanco “malo” [8]. No obstante lo anterior, esas crisis provenientes del “mal” que seguirá presente en la Tierra, tendrán los embates correspondientes de quienes pretendan instalarse definitivamente en el Oeste, con una institucionalidad afín a la existente en el Este, en donde el Estado de derecho viene consolidándose. Se trata de la lucha emprendida por gente cristiana que seguirá conservando su esperanza por un “mañana” mejor en la tierra poseída. Los derechos naturales serán el “nuevo evangelio” para lograr la convivencia en los futuros asentamientos de la Unión.

4. Resulta oportuno confrontar dos modelos en constante tensión como son el iusnaturalista y el convencionalista modernos, desde dos tesis bien diferenciadas como son las de Locke y Hobbes.

Desde Locke, podría pensarse que los derechos humanos son exigencias que se imponen con apoyo en un estado de bondad natural propio de la condición natural del hombre. La naturaleza no se concibe como estado de guerra; en ella el hombre no tiene la libertad de destruirse a sí mismo. Se trata de un estado de igual libertad para todos. La razón es su ley, aunque puede ser transgredida (Locke, 1994: 38). Esta tesis es decisiva en la confección del discurso de los derechos humanos, especialmente en las declaraciones norteamericanas de 1776.

El filme The Ox-Bow Incident (1943), de William A. Wellman, a propósito, permite evaluar esta tendencia de apuesta por un proyecto moral. Se advierte una relación estrecha con la idea básica del iusnaturalismo racionalista inspirado en tesis como la lockeana [9]. En el discernimiento racional conforme con la conciencia humana, se considera el fundamento de la ley natural que se le impone al hombre. La parte final, cuando se lee la carta de Donald Martin, uno de los inocentes inmolados por la turba y que le escribe a su mujer, resulta reveladora:

“La ley es algo más que palabras en un libro o los jueces, abogados o alguaciles contratados para aplicarla. Es todo lo que la gente ha aprendido sobre la justicia y lo que está bien y lo que está mal. Es la mismísima conciencia de la humanidad. No puede existir la civilización a menos que la gente tenga una conciencia. Porque si las personas tocan a Dios ¿cómo lo hacen si no es a través de su conciencia? ¿Y qué es la conciencia de alguien más que un pedacito de la conciencia de todos los hombres que han vivido?”.

En la obra de Locke, el ser humano se concibe en un estado ideal, constituido en fuente de derechos, esto es, en un estado de libertad y de igualdad. En cuanto a la primero, puede sostenerse que “es este un estado de perfecta libertad para que cada uno ordene sus acciones y disponga de sus posesiones y de su persona como juzgue oportuno, dentro de los límites de la ley de la naturaleza, sin pedir permiso ni depender de la voluntad de ningún otro hombre.” Sobre lo segundo, hay “un estado de igualdad, en el que todo poder y jurisdicción son recíprocos, y donde nadie disfruta en mayor medida que los demás.”(Locke, 1994: 36).

En el cine del Oeste es posible confrontar esa perspectiva sobre la condición natural del hombre (estado de bondad) que brinda un espacio de “redención”, en donde la autoridad política sólo podrá provenir de quienes tengan soberanía y dominio de sí. Se trata simplemente de optimizar el mundo del Estado y sin que pueda renunciarse definitivamente a un estado en el que se reconocen los derechos naturales. Pero, como ya se anticipó, colonizar no será un asunto sencillo, ya que se busca fundar el Estado en una tierra hostil por parte de un ser “escindido por los desacuerdos que se producen entre las cláusulas escritas con sangre del pacto que un día aceptó para desencadenar su esperanzado viaje, y la resolución decepcionante, insatisfactoria y casi siempre brutal, de este viaje, una vez que ha tenido lugar” (Fernández-Santos, 2007: 137).

Shane (1953), dirigido por George Stevens, es un filme que ejemplifica sobre los desafíos que se tienen una vez el viaje por el Oeste ha concluido. Entre los viajeros, que ya han desplazado a los indios, se desatan diferencias, estando en juego el proceso de consolidar el Estado, con toda su institucionalidad jurídica. “La auténtica civilización llega con quienes construyen reglas artificiales para organizar su vida en común, sin tradiciones que los aten, sin instintos que los separen.” (García Amado, 2006: 249). El conflicto entre ganaderos (pioneros en la colonización, quienes precisamente expulsaron a los indios) y agricultores es un momento decisivo de esa consolidación.

Shane presenta un escenario sobre la defensa de los derechos naturales, que sólo puede asegurarse con el Estado. Por esto, Shane, el héroe pistolero, debe desaparecer, para que llegue una nueva sociedad. Contribuye al orden, pero sólo la comunidad de colonos agricultores una vez organizados, en virtud del pacto, concluirá el proceso, posibilitando que se reivindiquen unos derechos naturales que se tienen con anterioridad a la configuración del poder político.

En idéntico sentido, en The Man who shot Liberty Valance (1962), dirigida por John Ford, es inevitable pensar en Locke, aunque existe cierta vecindad con Hobbes en lo concerniente al surgimiento del Estado [10] . Se hace necesario superar el estado de naturaleza, para llegar al Estado y a la institucionalidad jurídica que será la que en última instancia defienda unos derechos naturales individuales. Como bien lo manifestó el abogado interpretado por James Stewart, se precisa de la autoridad para proteger los derechos de todos los hombres. Ransom Stoddard no es un héroe clásico; es un letrado que busca que el derecho sea el instrumento principal de convivencia entre los seres humanos. A su vez Tom Doniphon, interpretado por John Wayne, es el vaquero que no puede prescindir del arma, y que resulta necesario para que la institucionalidad jurídica abra paso; sin la violencia de éste, el abogado hubiese sido sacrificado. De esta manera, “A la vez que aparecía el Derecho, desaparecía el Oeste”. (Gómez García, 2008: 251).

La comprensión de Locke fue decisiva en la configuración moderna del discurso liberal de los derechos humanos. La naturaleza humana no se concibe desde un argumento organicista. Es el estado de apuesta por la “fe en el prójimo” (1994: 45) y desde el que se pueden considerar los dictados de la razón “más fáciles de entender que las intrincadas fabricaciones de los hombres” (1994: 42). Pero no puede olvidarse que los derechos individuales terminan concibiéndose como privilegios que la ley de la naturaleza otorga a una minoría cualificada de propietarios.

5. De otro lado, la obra de Thomas Hobbes, nos sitúa en otro contexto. No se tiene como punto de partida la obra creadora de Dios, desde la que se imponga el deber moral de obediencia. Desde la perspectiva hobbesiana, la naturaleza es el espacio de fuerza y de incertidumbre, no es el ámbito de la moral; se considera un individuo que en su estado natural es autodestructivo y pasional (Hobbes, 1994:106-107).

El capítulo XIII del Leviatán es contundente. Se entiende el estado de naturaleza como un estado pre-político, en el que se enfrentan los individuos, y en el que cada uno tiene derecho sobre todas las cosas (Hobbes, 1994: 105-106). El estado de naturaleza es, pues, un ámbito en el que cada hombre busca su propia conservación, desde la competencia y la desconfianza. Se advierte un estado de lucha constante entre seres que se dirigen a obtener su beneficio personal. La distancia con el modelo lockeano es significativa, sin que se desconozcan ciertas vecindades, como la referente a la base consensual en el estado de naturaleza que se requiere para avanzar a un estado político.

El hombre, para Hobbes, en su estado de naturaleza es un ser asocial y ambicioso; es un mero lobo (“homo homini lupus”) o sujeto dotado de inclinaciones o deseos; pero una vez que es consciente de su naturaleza perversa, que lo conduce a la autodestrucción, configurará las bases de un poder político que afiance la seguridad en las relaciones humanas (Hobbes, 1994: 106-107). El estado de naturaleza confirma la presencia de un ser egoísta que lucha contra los otros, con un derecho natural a todo, en medio de un estado de guerra de todos contra todos.

Realizando un seguimiento al Western, ya no se considera al indio como ese hombre-tipo del estado anárquico. El hombre blanco reúne esos rasgos del ser autodestructivo descrito en la obra hobbesiana. A modo de ejemplo, puede considerarse al cowboy. Sin embargo, el Estado finalmente se impondrá en medio de una tierra hostil. El leviatán bíblico del Libro de Job es actualizado, para emprender su lucha definitiva en contra de Behemot (la anarquía).

El sheriff y el abogado serán representantes de ese dios terrenal, encargados de vencer al delincuente, mediante la coacción y los códigos. El derecho se impondrá sobre la pistola, a través de la fuerza. La violencia estará presente para que la ley triunfe, aunque no existan consensos en torno a la idea de justicia a la hora de resolver un determinado conflicto. Pero, contrarrestando esta visión, cabe preguntar en qué términos dentro de la institucionalidad configurada se superan los problemas. Unforgiven (dir. Clint Eastwood, 1992), por ejemplo, da cuenta de una metáfora sobre la violencia institucionalizada; es una película absolutamente explícita, en la que se advierten secuencias bien disímiles a las del western tradicional.

6. Hobbes y Locke, para concluir, serán dos referentes de encuentros y desencuentros para reconocer el Estado moderno y evaluar sus límites. Se trata de evaluar detenidamente sobre las posibilidades de limitar el poder político con apoyo en unas exigencias de moralidad.

Cuando se configura la idea derechos a partir de conceptos como los de dignidad del ser personal y de defensa de la integridad de la conciencia, se consideran fuentes influenciadas por ese pasado ideológico. Resulta inevitable comparar tesis como las ofrecidas por estos dos grandes pensadores del pensamiento filosófico-político. El derecho, a través de la ley, tratará de dar un orden final, ya sea para disociar a los individuos de un retorno a la anarquía, ya sea para encontrar en el ámbito estatal su realización íntegra en medio de la protección de sus libertades.

El cine, precisamente, a través de las imágenes y narrativas que ofrece, seguirá siendo un escenario ideal para ejemplificar esas tensiones tan ricamente presentadas entre estado de naturaleza y el estado político. Palabras, sonidos, movimientos e imágenes quedarán en el tiempo; estarán presentes en el proceso de exploración de una realidad tan compleja como es el ser humano; esto sucede cuando se desarrolla una estética en la abstracción poética.

En el Séptimo Arte yace un “lenguaje” en el que “el viejo mito de Ícaro ha tenido que esperar el motor de la explosión para bajar del cielo platónico” (Bazin, 2008: 30). Se entiende, de esta manera, un arte que pone en evidencia, frente a su espectador, las miserias y grandezas de la condición del ser humano. Por esto, sea bienvenida cualquier aproximación que se haga sobre el mundo de la política a partir del cine, siendo el Western una pieza valiosa para generar reflexiones responsables en tal sentido.

Referencias

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NOTAS

[1The Great Train Robbery (1903) dirigida por Edwin S. Porter, es una gran película fundacional. Anticipa lo que sería una de las líneas más trabajadas en el Cine del Oeste, como es la correspondiente al caos impuesto por la condición mala del hombre. El terror impuesto por los asaltantes generaliza la violencia.

[2Max Weber en La ética protestante y el espíritu del capitalismo (2009), precisamente, ofrece una radiografía muy significativa desde la que podría explicarse el porqué de ese espíritu de conquista presente en el ascetismo puritano y que ha forjado definitivamente los cimientos y el desarrollo de los Estados Unidos de América.

[3A propósito, las caravanas son ejemplos de ese tránsito a recorrer entre los dos estados. Según Ángel Fernández-Santos: “La huella de la caravana es el recurrido ritual de un itinerario fabulado por mentes utilitarias, con hilo telegráfico conectado a los ecos del gran abismo; y su recorrido es un itinerario trazado por un dedo índice que apunta hacia los confines del horizonte, tras el cual engrasan sus arrestos un grupo de desesperados en búsqueda de la última esperanza. El western persigue con su cámara a la esforzada apertura de rutas humanas sobre una naturaleza inexplorada, abstracta y en cierta manera inventada; y es esto gesto retórico del pionero lo que llena de vacío las zonas en blanco de los mapas políticos. Sin embargo, en el interior de este sublime esfuerzo nace otra pulsión demente, pero de signo contrario, que destruye a la anterior: el final del itinerario desintegra las fuerzas que hicieron posible recorrerlo.” (Fernández-Santos, 2007: 34).

[4Stagecoach (1939) de John Ford, es un filme paradigmático de esa línea férrea en el que el blanco debe superar el estado de violencia propio del modelo hobbesiano, como el generado por los indios; el asalto del carruaje produce un momento de tensión y que resulta inevitable para el blanco para que se consolide su conquista en esa nueva tierra de "libertad".

[5The Died with their Boots On (1941), dirigida por Raoul Walsh, en su parte final, confronta la perspectiva individualista sobre el hombre con las visiones comunitarias del salvaje. Custer muere en la batalla de Little Big Horn, pero la derrota consolidará una leyenda a favor del hombre blanco. Custer of the West (1966), dirigida por Robert Siodmak, asimismo, expresa esa oposición radical entre dos mundos, pese a los tratados existentes; el desequilibrio militar allí manifestado termina por favorecer a quienes enarbolan la bandera de la "civilidad", cuando supuestamente ya se conocen los derechos humanos (derechos morales) consignados en las declaraciones dieciochescas, cuya propagaciónn estaría, en primer lugar, en cabeza de los políticos, predicadores y moralistas.

[6Distant Drums (1951) de Raoul Walsh, también ilustra la tensión de esos mundos, aunque librada en el Sur, concretamente en la Florida, en la que los indios Seminolas son presentados como “salvajes y sanguinarios”, justificándose la lucha por un territorio “luminoso y verde”, una tierra “hermosa, misteriosa, mortal”. El blanco fundará Estado y construirá civilización.

[7Un filme de culto como The Searchers (1956) brinda numerosas claves sobre la confrontación entre los mundos del “salvaje” y del “civilizado”, advirtiéndose una dicotomía que se enriquece con una imagen inagotable sobre la nueva frontera a colonizar, en medio de la radicalidad de los líderes de los grupos enfrentados. El maniqueísmo es manifiesto. Sin embargo, hay una variable en este western crepuscular. El héroe del mundo civilizado es un sujeto agresivo y xenofóbico.

[8Según Fernández-Santos: “El poder fascinador del western se manifiesta con rara intensidad en la singularidad de algunos de sus hombres malos: el forajido, el outlaw, el hombre que está fuera de la ley, encarna una ambición inconfesable de los hombres que están dentro de ella, su predisposición innata para dejarse subyugar por la potencia estética del crimen” (Fernández-Santos, 2007: 41).

[9Hay un ideal de derechos naturales que se contrapone a esa sed de venganza presente en todos aquellos participan en el linchamiento; baste detenernos en la crítica que podría realizarse frente a la propuesta que le hace el padre a su hijo para que participe en el linchamiento: “Quizás el hecho de tomes parte en un linchamiento consiga de ti lo que yo no pude lograr: convertirte en un hombre.” (Fernández-Santos, 2007: 191).

[10En la película, como lo destacan Benjamín Rivaya y José Manuel Fuentes, el modelo de sociedad se abre “(…) paso del estado de naturaleza, de un estado de naturaleza con reminiscencias más lockeanas que hobbesianas a la sociedad civil.” (Gómez García, 2008: 250).





COMENTARIOS

Mensaje de marcela palagi  » 27 de octubre de 2013 » marcepalagi79@gmail.com 

Me resulta sumamente interesante la forma en que este articulo hace foco en las modalidades diferentes en que distintos films de western, abarcan temáticas tan tratadas por la filosofía como es esta dualidad entre bien y mal traducida en términos de, por un lado, civilizacion, estado, organizacion social, etc. y por el otro, salvajismo, naturaleza, etc. En donde, según la perspectiva que se adopte, el bien y el mal pueden estar de uno u otro lado, siempre teniendo en cuenta la tensión existente entre seres humanos con orígenes étnicos y geográficos diferentes como es el caso de los "indios" y los "blancos". Siempre me parece curiosa esta idea predominante que existe en las mentes occidentales (y que se refleja en el cine de todas las épocas y géneros) que divide a los hombres y todos sus modos de organizarse en sociedad, en "buenos" y "malos", sin considerar la idea de que ambos (bien y mal) puedan ser parte de una misma cosa (ya sea individuo, sociedad, etnia, etc). El articulo es de de lectura amena y la temática que abarca es de gran interés. Felicitaciones!



Mensaje de   » 23 de octubre de 2013 »  

Resulta sumamente interesante el símil que el autor del artículo hace entre el "lejano oeste" y un estado selvático autodestructivo, o de naturaleza en los términos de Hobbes.

Igualmente es atractivo el pensamiento referente a cómo la "tierra de las oportunidades" implica la imposición de ciertas voluntades, lo que conlleva a la "victoria amarga" de una “ciudad caída en el pecado” y en los intereses egoístas de algunos.

Igualmente, se desprenden inquietudes sobre ese estado de bondad que busca el hombre, y sobre cuál es la verdadera civilización, la del blanco colonizador o la del nativo desposeído?