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Responsabilidad subjetiva. Mariano y ¿una errónea distracción?

por López Reyes, María Paz

Más allá del universo moral en el que el sujeto se halla inmerso, rompiendo con los límites del campo deontológico por el que se debería regir su proceder, ciertas acciones del sujeto ponen de manifiesto “ una responsabilidad que atañe al sujeto en relación a aquello que desconoce de sí mismo ”. (Salomone, G. Z. (2006). El sujeto dividido y la responsabilidad. En La transmisión de la ética. Clínica y deontología. Vol. I: Fundamentos, Letra Viva, Buenos Aires, 2006.)

Nuestras acciones al ser evaluadas desde el campo moral o deontológico, se valorarán teniendo como criterio de referencia aquellas normas, leyes, costumbres, valores compartidos socialmente que delimitaran lo esperable o reprochable en determinada situación. Dicho criterio compartido nos hará saber si lo que hacemos se aleja o se mantiene dentro de la norma.

Existen, sin embargo, acciones que buscan comunicar algo que para nosotros se presenta como desconocido, dando paso en aquel acto a lo más profundo e íntimo del sujeto, al sujeto del inconciente. Entramos así a un nuevo campo, un campo diferente al de la moral, lo social o lo jurídico.: el campo de la responsabilidad subjetiva.

Podemos analizarla a través de lo que denominamos como “Circuito de la Responsabilidad

El mismo está constituido por TRES momentos o tiempos.

En un primer momento, el sujeto lleva a cabo una acción determinada, de acuerdo con el universo de discurso que lo envuelve. Supone que la acción se agota en los fines para los que fue realizada. Pero en este primer tiempo las motivaciones del inconciente se expresan más allá de la intención de yo.

Un segundo momento llegará, entonces, a interpelar al sujeto, lo llamará a responder. Este segundo tiempo presentará un indicador que señalará el exceso en lo acontecido en el primer tiempo. Así, el universo particular basado en el discurso sostenido por el sujeto al comienzo se quebrará posibilitando la emergencia de una pregunta sobre la posición inicial del sujeto. Esta interpelación posibilitará al sujeto una mejor ubicación sobre lo acontecido que permita la producción de verdad.

Finalmente será necesario un tercer momento que implicará una toma de posición en relación a lo universal, inscribiendo un acto que produzca un sujeto.

En el año 2007, el psicoanalista Gabriel Rolón, basándose en casos reales que el mismo trabajó, escribe el libro “Historias de Diván” que presenta diversas historias de pacientes en sesión.

El libro nos permite, a través de un recorte de uno de sus relatos, realizar un análisis de la responsabilidad subjetiva puesta en juego en la elegida situación.

Mariano es un hombre que tiene dos mujeres, Débora, a quien ama profundamente y con quien tiene dos hijos, y Valentina, su amante con quien mantiene una apasionada aventura desde hace seis años. El tiene en claro que sólo desea a Valentina, mientras ama a Débora "con toda su alma" pero la "respeta" al extremo por ser la madre de sus hijos. Este extremo respeto lo lleva a quitar poco a poco todo erotismo a su relación, lo que trae como consecuencia su deseo tan fuerte por Valentina. En determinado momento, Valentina comienza a exigir una mayor formalidad (a pesar de que había accedido a mantener una relación sabiendo su condición de casado). El protagonista se halla ante un conflicto, pero accede a complacerla por no "perderla", decidiendo que “lo podrá mantener todo bajo control”. La noche que va a salir a cenar con los padres de Valentina para conocerlos, entra a bañarse y deja el celular sobre la cama prendido. Al salir de la ducha, Débora lo está esperando mostrándole un mensaje que llegó a su celular encendido de Valentina. El lee el mensaje absorto sin saber como reaccionar. Ella habla primero, le pide que piense bien lo que le va a decir, que el mensaje no tiene nombre a quien va dedicado, por lo que puede decirle que es un mensaje equivocado y que va a cenar realmente con amigos del secundario, pero que por favor no le falte el respeto y sale de la habitación a la cocina. El se cambia y sin responderle a ella (ni responder a Valentina el mensaje) sale corriendo mientras llama al analista y va a una sesión de imprevista. Allí cuenta lo sucedido, descubre que en vez de haber respondido a su esposa, aunque fuera una excusa y estar yendo a la cena con Valentina está allí, y aclara: "El tema de Valentina se me fue de las manos.. Yo no quería esto y no estoy dispuesto a perder a mi familia. Aunque tal vez ya sea demasiado tarde…"

Finalmente regresa a la casa, habla toda la verdad con Débora y deciden trabajar sobre la pareja para solucionar aquella crisis que venían atravesando, incluso antes de la aparición de Valentina.

Podemos, mediante la realización de un recorte situacional, establecer los momentos del

Tiempo UNO: La noche en que va a conocer a los padres de su amante, Mariano olvida su celular encendido sobre la cama.

Tiempo DOS: Cuando su esposa lo confronta con el mensaje, Mariano "sale corriendo" al terapeuta sin siquiera responderle (a pesar de que ella le había dicho que el mensaje no tenía nombre de destinatario) y allí le dice al terapeuta: “El tema de Valentina se me fue de las manos... Yo no quería esto y no estoy dispuesto a perder a mi familia”

El momento UNO parece un simple hecho cotidiano, Mariano deja su teléfono sobre la cama encendido, pudiendo eso ser producto de una distracción, sin embargo, el momento DOS, interpela al sujeto: ¿Por qué corre al terapeuta sin siquiera contestar a su esposa? ¿Por qué justo a terapia? ¿Por que no responde aún cuando su esposa le dice que el que el mensaje no tenga nombre de destinatario le permite decir que es un mensaje equivocado? ¿Por qué en vez de solo huir, "huye a terapia"? Resignifica esto el hecho de dejar la noche en que salía con los padres de su amante el teléfono tan a mano de su esposa.

Sin embargo, no todo puede ser adjudicado como “responsabilidad subjetiva” a Mariano.

Existen ciertos elementos en toda situación pertenecientes a otros órdenes. Órdenes cuyo margen deja un espacio en el que se asoma la responsabilidad del sujeto en aquel acontecimiento.

Estos son la Necesidad, que involucra sucesos que son ajenos a la voluntad humana, que deben ocurrir inevitablemente, inexorablemente. La misma nos hace no ser totalmente responsables de todo lo que nos ocurre. Y por otro lado, el Azar, que implica aquellos otros sucesos que escapan a la necesidad pero también a cualquier tipo de responsabilidad por parte del sujeto, que ocurren por pura casualidad.

En esta situación, podemos analizar algunos elementos que no corresponde atribuírselos a Mariano, cuya responsabilidad subjetiva se pone en juego en la situación, pero no es la generadora de todos los eventos que se suceden. Podemos encontrar:

Elementos del azar:

El que la mujer de Mariano lea el mensaje de Valentina es producto del azar, podría haber estado en cualquier otro ambiente de la casa en el momento exacto en que llegaba y jamás se habría enterado.

Elementos de la necesidad:

El que le haya llegado el mensaje de Valentina puede ser considerado elemento de la necesidad: Cuando dos o mas personas quedan en arreglar una cita, deben coordinar a través de alguna vía de comunicación las coordenadas de tiempo y espacio para encontrarse. Si iban a verse esa noche, Valentina debía comunicarle de una u otra forma el horario y lugar.

Además si un celular quedó encendido, necesariamente ingresa cualquier mensaje o llamada que se le haya enviado al dueño.

Es entre estos elementos que se abre un espacio que deja lugar a la emergencia de la responsabilidad que atañe a lo más íntimo y profundo del sujeto, lo más íntimo y profundo de de Mariano.

Mariano lleva seis años manteniendo su relación extra matrimonial. Asegura amar increíblemente a su esposa, pero sin embargo ha llevado a tal extremo el respeto que le tiene como “madre” que deserotiza por completo la relación, lo que lo lleva a buscar alimentar aquel deseo por fuera de Débora. En vez de ver a Débora como compañera de familia y mujer posible de ser deseada, escinde de su persona todo contenido erótico, llevando a Débora a un nivel de idealización total donde ni siquiera puede ser vista cómo causante de deseo porque sería reducir a objeto a aquella madre y esposa e ideal. Valentina se convierte en una simple relación erótica complementaria de aquel amor ideal que ya mantiene con su mujer, es el “objeto” que no puede ver en Débora. Mientras todo se mantiene igual, Mariano halla su vida bajo control. Escinde total y literalmente en dos el amor y el deseo, en vez de unificarlos en una misma persona, pero para él ambas dos parecen estar conformes en aquel lugar que se les otorga. Hasta que algo se desequilibra. Valentina reclama “su otra mitad”. Es entonces que el dique se rompe. Lo que Mariano mantenía compensado y acallado hasta ese momento, comienza a hacerse querer escuchar. ¿Acaso no había sido cansador para él mantener dos vidas paralelas? ¿Cuán ideal puede ser para una persona mentir, engañar, engañarse? ¿Cuánto más iba a poder sostener aquella situación? Aquello que había vivido negando, tratando de asimilar como “normal”, hacia seis años, ahora hablaba.

Es así como esa noche, en que Mariano acepta salir a cenar con los padres de Valentina (llevando la relación de formalidad que no podría controlar, a pesar de querer creer que si), el sujeto del inconsciente se hace escuchar a gritos desaforados. Mariano olvida su teléfono sobre la cama. Prendido. Manteniendo dos vidas paralelas, a punto de salir a cenar con Valentina, sabiendo que tendrá noticias de ella en cualquier momento, lo olvida prendido. Un hombre que mantiene escondida hace seis años una relación paralela, ¿dejaría el teléfono prendido sobre la cama tan cerca de su esposa la noche en que va a salir con los padres de su otra mujer? ¿No nos habla eso de algo que se necesitaba hacer presente? ¿Cuán necesario era aquel fallido para comenzar a darle un fin a una situación que ya se volvía inmanejable?

Cuando su esposa lo enfrenta, Mariano no responde y corre a su terapeuta. Este es el secreto. Aquella “huida” nos permite aventurarnos un poco más allá que suponer que aquel olvido fue un simple error, un simple elemento del azar o la necesidad. La mujer le da la posibilidad de “seguir con la mentira”, de mantener la misma historia, ¿por qué no lo hace? ¿Por qué va justamente a terapia? ¿No será que él mismo necesitaba romper con aquello (en cuyo inconsciente tanto trataba de ocultar y mantener negándolo en silencio) que ya resultaba “insostenible” de su situación? El mismo lo hace “sonar”, así como aquel sonido del tono de su celular que anunciaba la llegada de ese inoportuno (u oportuno, ¿por qué no?) mensaje de Valentina. ¿Por qué huir? ¿De qué huye? ¿De Débora? ¿De Valentina? ¿De él? ¿De su propia culpa? ¿Hasta que punto creía que podía sostener bajo control todo? Y entonces entre deslizamientos a través de significantes, aparece la ruptura, el error, el agujero, el corte y emerge el sujeto del inconsciente. Mariano no puede hablar, pero deja que su teléfono, que su olvido, que su error hable por él. Y rompe con aquel equilibrio desequilibrado entre sus dos mujeres, para poder comenzar a subsanar aquello que a pesar de negarlo estaba mal de base. Mariano huye a terapia. ¿Acaso percibió que aquel hecho algo significaba? Resignificar el hecho, atribuirle un sentido, se nos permite a través de esta ida a su terapeuta. Si hubiese respondido con una simple excusa, aquel hecho hubiese seguido en el mismo plano que rige el discurso de Mariano. El engaña a Débora y podía ser descubierto. Y podía inventar una pequeña mentira para “zafar” el problema que lo envolvió. Pero enmudece y corre. Al psicólogo. Y allí emerge la singularidad en situación. Y aquel primer momento que parecía obra de una simple equivocación, por fin cobra sentido.

Esta situación que interpela a Mariano, dará finalmente paso en último lugar, al tercer tiempo: Regresará a su casa con Débora, le contará la verdad, aceptará lo que le pasa, aquella escisión que problematizó su relación e intentará trabajar junto a ella sobre la pareja aquello que los atravesaba, incluso más allá de aquel mensaje y engaño.

Bibliografia

D’Amore, O. (2006). Responsabilidad y culpa. En La transmisión de la ética. Clínica y deontología. Vol. I: Fundamentos, Letra Viva, Buenos Aires, 2006.

Freud, S. (1925). La responsabilidad moral por el contenido de los sueños. En Algunas notas adicionales a la interpretación de los sueños en su conjunto. Obras completas. Tomo XIX, Amorrortu Editores, 1984.

Jinkis, J. (1987). Vergüenza y responsabilidad. En Conjetural, número 13. Editorial Sitio. Buenos Aires.

Michel Fariña, J. J. (2000). The Truman Show. Mar abierto (un horizonte en quiebra). En Ética y Cine, Eudeba, Buenos Aires, 2000

Mosca, J. C. (1998). Responsabilidad, otro nombre del sujeto. En Ética: un horizonte en quiebra, Eudeba, Buenos Aires, 1998.

Salomone, G. Z. (2006). El sujeto dividido y la responsabilidad. En La transmisión de la ética. Clínica y deontología. Vol. I: Fundamentos, Letra Viva, Buenos Aires, 2006.



NOTAS





COMENTARIOS

Mensaje de Samantha Moreno Bayón  » 22 de octubre de 2015 » samymorenobayon@hotmail.com 

Buen circuito! Considero que puede observarse en el tiempo 1, un hombre que cree estar conforme con su doble vida, que sigue para adelante sin dudar al respecto.

A continuación, su mujer encuentra el mensaje de alguien en su celular, lo cual lo incriminaba, pero cuenta con la posibilidad de defenderse. Por el contrario, Mariano huye de la situación, lo cual puede adjudicarse a que se ve interpelado, interrogado y su universo previo, coherente y estructurado, se resquebraja. Se puede pensar que se da el espacio para el surgimiento de una singularidad, como bien plantean. Con ella se le presenta la posibilidad de preguntarse acerca de si la doble vida que lleva le es satisfactoria y si realmente quiere formalizar con su amante, allí es donde él plantea que esto no es lo que quiere. Es decir, Mariano cuenta con la posibilidad de seguir con su vida tal como esta, pero pone un alto.

A partir de esto, se puede inferir que Mariano entiende el respeto como mantener cierta distancia con su esposa, la cual se evidencia en la imposibilidad de desearla como mujer.

En cambio, en un tercer tiempo, se puede observar como se da lugar a otro hombre, diferente al del tiempo uno: que hace frente a la situación, que no miente y que se da la posibilidad de ver a su esposa de otro modo.



Mensaje de Martín.C.  » 30 de agosto de 2015 » martincuccarozas@gmail.com 

Este recorte ficcional no deja de remitirme a un artículo, magistral según mi opinión:
"Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa"(1912).
En el artículo mencionado, Sigmund Freud hace su aporte a la psicología del amor-Porque si de algo sabemos mucho, gracias al psicoanálisis, es del amor-.
Me permito acercar unas líneas de pensamiento desde la mirada psicoanalítica.
En: “Sobre la más generalizada degradación (...)" Freud va a hablar de dos corrientes sexuales, una tierna y otra sensual. La primera referida a las pulsiones de autonservación y la segunda apoyada en el placer producido en las zonas erogenizadas por los cuidados filiares y la satisfacción de las necesidades fisiológicas. Va a introducir la importancia de la confluencia de ambas corrientes para poder abordar y conservar el objeto de amor. Es decir para poder acceder a obtener placer sexual con una mujer la misma debe ser degradada. Entiéndase, desplazada del lugar de madre. Si no se produce ese movimiento la misma se tornaría inabordable por la interdicción del incesto. Por otro lado la corriente tierna va a ser la que permita la elección del objeto bajo condición anaclítica (madre nutricia).
Cuando Mariano despliega en su discurso el deseo puesto en acto de tener una mujer para cumplir sus fantasías sexuales. Aduciendo que con su esposa, la madre de sus hijos, la mujer que admira y sobre todo respeta. No puede disfrutar de una vida sexual plena. Da cuenta de esta desmezcla, dice Freud: "Cuando aman no anhelan, y cuando anhelan no pueden amar". Esto para Mariano es muy difícil de decir, tanto que hasta en su propia terapia debe introducir el celular “encendido" como objeto mediatizador para expresar el dilema de una amante que le requiere un compromiso mayor del que él está dispuesto a asumir. Allí se despliega el dilema entre el amor tierno y el deseo concupiscente.
Nuevamente aparece un mediatizador, pero en este caso es el analista. Él es quién habilita el espacio para el encuentro de Mariano con su esposa. Una nueva voz se escucha en ese espacio. Es la de Débora, la esposa de Mariano, quien dice aquí estoy, soy madre y también soy una mujer deseante, una mujer que desea a su Marido, una mujer que sufre por haber silenciado su deseo. Una mujer que ama y desea y permite el paso del deseo de Mariano nuevamente hacia ella. y lo permite en la medida en que se aleja de la figura de madre... de madre de Mariano.

Quiero agregar una frase que me dejó pensando y comparto. El autor prefiere mantener su anonimato: "Quien busca dos mujeres, está buscando a una madre".

Saludos!




Película:Historias de diván

Titulo Original:Historias de diván

Director: Juan José Jusid

Año: 2013

Pais: Argentina

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