Inicio > Films > Kill Bill (Vols. I y II) > Kill Bill

Kill Bill

por Montesano, Haydée

Kill Bill es un homenaje, dicen las críticas sobre la nueva película de Tarantino, un homenaje al género inaugurado por Bruce Lee, a los comics japoneses... a las de karate, dicen los más imprecisos.

¿Qué significa rendir un homenaje?; más aún, qué valor adquiere el homenaje, cuando lo que está en juego es una producción estética que, con el paso del tiempo se convierte en un género de culto; con toda la ambigüedad que esta calificación conlleva.

Los homenajes retoman una tradición desde diferentes perspectivas, la exaltación idealizada, la enumeración exhaustiva, o la fiel reproducción, entre tantas otras.

Pero KILL BILL no resulta ser otra entre tantas.

En apariencia, la historia se organiza en la insistencia del número dos; dos volúmenes; de a dos son los combates, aún cuando se forme una larga fila esperando su turno para pelear, el enemigo es siempre uno.

Lógica especular, imaginaria, que fascina al ojo haciéndole creer que el tiempo sólo se cuenta en el paso de una pelea a otra. Pero el aluvión de escenas respetuosas del género, (y sin que se advierta demasiado), se van acomodando en torno a la historia de una venganza; insinuando de forma entrecortada un texto que empuja hacia otro espesor de la trama...

Es en la pausa, en el respiro entre el volumen 1 y el 2, que puede surgir la cuenta que los convierte en primero y segundo (volumen), ofreciendo una narración que implica una historia, una cronología que avanza más allá del latir circular del dos que enfrenta a uno y otro.

Si esto es así, el segundo volumen funciona como segunda vuelta, la que hace posible abrir un campo de lectura.

En ese punto, cada lector hará su recorte. Y, como en un libro infantil troquelado, una línea punteada nos convoca a recortar los cuerpos; más precisamente, la lógica del cuerpo que se exalta en esta obra.

Cuerpos invulnerables, más allá de la sangre y la muerte; porque la sangre, en la sobre abundancia resulta jugo de tomate y la muerte es el punto final en el argumento donde cae un personaje.

No hay cuerpos heridos por lo real, el órgano tridimensional, estructuralmente perdido por el lenguaje, se inventa en el aplanamiento amparado en la imagen.

Pero algo trastabilla, una grieta insalvable introduce lo inexplicable: un cuerpo femenino, un embarazo, que lejos de ser la llamada moral de la maternidad, es la aparición del cuerpo vulnerable. Cuerpo reflejado en un espejo de hotel, que modula en el perfil la falta de aquello que jamás será especularizable; la ausencia, que al no reflejarse, se torna ineludible.

La venganza da paso a la reivindicación de un cuerpo, femenino.

Es el punto donde surge un nuevo nombre propio: Beatrix; cayó Killbill del volumen uno, sintagma que aprisionaba la deuda de muerte.

Pero aún Bill, el personaje, debe poner las cosas en su punto; Beatrix rompió con las condiciones del ser del súper héroe; deja caer el traje y no hay identidad posible entre el ropaje y el sujeto.

El duelo final es inevitable; los prototipos se enfrentan a lo inesperado, la nueva construcción de una mujer que no desdeña la tradición, pero que la retoma desde el legado de Pai Mei y la resignifica en el momento que debe liberarse del personaje que mata(ba) para Bill.

Un corazón estalla a la cuenta de cinco, cinco pasos que desmoronan la ilusión de lo idéntico a si mismo.



NOTAS

Película: Kill Bill (Vols. I y II)

Titulo Original: Kill Bill (Vols. I y II)

Director: Quentin Tarantino

Año: 2003 - 2004

Pais: Estados Unidos

PDF: Kill Bill