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De fracasos, éxitos y yerros

por Juárez, Ana Rocío

“La moral del poder, del servicio de los bienes es,

–En cuanto a los deseos, pueden ustedes esperar sentados. Que esperen”

JACQUES LACAN, 1960

Introducción

“Small time crooks” es el nombre del film sobre el que este trabajo se apoyará para poder hacer una lectura posible de la posición ética de un sujeto en relación al deseo que lo habita. Esta película está dirigida y protagonizada por el genial Woody Allen quien nos presenta una formidable escena para invitarnos a la reflexión. No es un término azaroso el que aquí se enuncia, pues es justamente de esto de lo que se trata. La ética nos invita a la reflexión y exige un esfuerzo de pensamiento [1]. Empecemos entonces por allí y veamos cuál es la traducción al español que tuvo este film: “Ladrones de medio pelo” o “Ladrones de poca monta”, que es el título con que se estrenó en nuestro país.

Resulta interesante la referencia a la cantidad. Dejemos esto en suspenso por un instante, y procedamos a describir el universo del personaje para luego transitar por distintos momentos que nos ayuden a la comprensión del mismo.

¿Un ladrón particular?

Ray, el principal protagonista de esta ficción, es un delincuente. Ha estafado. Ha estado preso. Ha salido de la cárcel. Se le ocurre una idea genial según sus propias palabras: asaltar un banco. Lo tiene todo planeado. Llega a su casa para contárselo a su esposa. La esposa hornea galletas mientras lo escucha. De vez en vez, le suelta un gesto de desaprobación. Suena el timbre de su casa. Son sus amigos, potenciales cómplices del robo por hacer. Se comen las galletas de su mujer. Tratan de convencerla a ella también. Finalmente, Ray consigue su propósito y la convence de participar en el plan urdido; para ello, deberá oficiar de cocinera en el local que alquilarán a metros del banco, mientras ellos construyen el boquete en el sótano.

Él no va a fracasar como siempre. No esta vez. Entusiasmado comienza a trabajar en función de sus objetivos.

El túnel está a medio construir y el negocio de las galletas es todo un éxito. Es entonces cuando su esposa le dice que van a necesitar otra empleada porque no puede satisfacer la demanda de los clientes. Y Ray se fastidia. ¿Qué le importa a él el negocio de las galletas si es una pantalla para el verdadero negocio que es el robo al banco? Sólo ante la insistencia, accede a contratar a una prima de ella. El dinero que ingresa continúa acrecentándose exponencialmente mientras terminan la construcción del mencionado túnel. Ingresan en él. Salen directamente al interior de una tienda de ropas. Son descubiertos por un policía. Una vez más, el fracaso. Las cosas no sucedieron como las esperaba. Nuevamente ante un representante de la ley. Todo en Ray es desilusión. Y entonces, el policía mostrando de qué lado de la norma se ubica. Plantea que el negocio de las galletas es magnífico y que si lo aceptan como socio pueden abrir franquicias en distintos lugares de Estados Unidos. Bienvenida la transgresión que le permite a Ray ubicarse en el otro lugar disponible del universo. Ahora quedaría del lado de lo que la norma hablita. Ahora ganaría el dinero legalmente. Ahora, por fin, sería exitoso.

¿Un ladrón?

Un año después, Ray y su mujer son una pareja millonaria. La casa, los autos, la vestimenta así lo denuncian. Pero algo no funciona, no cierra, cojea. Unas horas antes de una cena de bienvenida a nuevos amigos de la “alta sociedad” su señora se muestra ansiosa y le pide que por favor “la haga quedar bien con los invitados”. La bienvenida, en realidad, sería para este matrimonio de ladrones devenidos ahora en nuevos ricos. Y Ray le responde: “Yo no quería vivir en Palm Beach, yo quería ir a Florida y comer cangrejos”.

¿Pero si antes era un fracasado y ahora un exitoso, por qué Ray no parece contento? ¿Será que quiere volver a las viejas marcas que le daban una fuerte consistencia yoica? ¿Algo tambalea en su universo? ¿O será sólo un falso enlace que preludia lo que sí puede venir a hacer desfallecerla en un tiempo posterior?.

Ya es tiempo. Llegan los invitados y el personal doméstico sirve la cena. Puede verse cómo Ray formula chistes, recuerda viejas anécdotas en un intento por establecer empatía con los comensales. La escena nos muestra lo patético de su posición, queriendo imponer ante sí mismo y los otros algo que nadie quiere oír. No así para el espectador que no hace sino deleitarse con la comicidad que la imagen brinda.

Su mujer hace lo propio, aunque ella está convencida de que hacer de esas personas su círculo de amigos, es el anhelo más ansiado. Entonces dialoga con David, un joven cuyos ingresos económicos obtiene a partir de la compra y venta de cuadros artísticos. El gesto de la esposa de Ray es de fascinación. Rápidamente acuerda en comprarle algunos cuadros que, según aquel, son de una belleza inigualable.

Es medianoche. Marido y mujer están preparando la habitación, próximos a acostarse. Ella le cuenta lo maravilloso de empezar a conectarse con ese tipo de gente y que advierte la falta de conocimientos que ambos portan y plantea que desde el día siguiente irán a ver a David para cultivarse culturalmente. El plantea ciertos reparos ante ese entusiasmo diciéndole que no está tan seguro de que eso sea bueno para él. Sobreviene la indignación de su partenaire; los gritos a la voz de “¿Pero vos no estás contento de ya no ser más un ladrón?”. Ray, toma la palabra: “Ojalá siguiera siendo un ladrón, al menos me seguiría sintiendo persona”.

Los días que siguen son aburrimiento para nuestro protagonista. La inercia lo invita a asistir a las clases de David junto a ella, pero él no quiere estar ahí. Entretanto, vemos a David, junto a un amigo, que le comenta jocosamente lo aliviado que se siente por haberse sacado de encima esos cuadros horribles, los cuales vendió a “una mujer bruta”.

Una noche Ray llega a su casa y encuentra colgado en el palier un inmenso cuadro. “¿Quién compró esto y lo colocó justo al lado de mi reloj?” es la pregunta. Su esposa no demora la respuesta: “Fui yo, y si no te gusta no lo mires”. Ahora, la indignación sobreviene en él ante lo cual afirma que “es horrible” y que a partir de ahora no mirará más hacia ese ala de la casa. Continúa llamando al mayordomo a quien pregunta la hora, asumiendo así el compromiso por lo que había afirmado segundos antes. El escenario es sin dudas, un lugar propicio para despertar las risas en el espectador. Lacan en su clase establecida como “Las paradojas de la ética” señala que “ […] En la comedia, lo que nos satisface, nos hace reír, nos la hace apreciar en su plena dimensión humana, no exceptuando tampoco al inconsciente, no es tanto el triunfo de la vida como su escape, el hecho de que la vida se desliza, se hurta, huye, escapa [2] a todas las barreras que se le oponen y, precisamente, a las más esenciales, las que están constituidas por la instancia del significante” [3]. La situación se torna insostenible para este ex-ladrón devenido ahora en hombre rico. Decide no acudir más a las citas educativas. Con el correr del tiempo, sobreviene la distancia en la pareja. Y esto desde una mirada diacrónica del asunto, porque sabemos con Lacan echar un vistazo a la sincronía y ya Freud nos había enseñado que en asuntos del inconsciente, todo se vuelve atemporal. ¿De qué modo el hurto, la huida y el escape se juegan en Ray?

Vemos que marido y mujer se separan. Él retorna a aquello que le daba consistencia a su ser: planea un nuevo robo, vuelve a hurtar, es de nuevo un ladrón. Esto es muy tranquilizador para el yo, pero no se debe olvidar que “se puede incluso presentir que si no se tienen totalmente claras las cuentas con su deseo, es porque no se pudo hacer nada mejor, pues no es una vía en la que se pueda avanzar sin pagar nada” [4]. Sabemos a partir de Freud y Lacan, que deseo y goce encuentran una relación en el sujeto y se juegan de un modo singular en él. ¿Dónde se localizaría el goce en nuestro personaje? Sostenemos que es allí donde se ubica la trampa, la transgresión a la norma moral establecida. También en el “ser ladrón”, que aportaría la ilusión de la complementariedad entre los sexos jugando a ser un sujeto completo que no se anoticia de la castración.

La repetición hace del desenlace del nuevo robo, uno predecible para el espectador. Otra vez Ray vuelve a errar, otra vez se equivoca. Pero también su mujer lo hace. Percibe que todo este tiempo confió demasiado en sus contadores, quienes la estafaron y dejaron quebrada, y en David quien una vez anoticiado de las últimas novedades, se aleja de ella para siempre. Debemos aclarar que nunca esta mujer deja de moverse dentro del plano moral. Antes era pobre, luego quiere ser rica. Siempre apegada a la consistencia en ser y cuando por fin logra verse en falta busca rellenarla con clases intensivas de educación. Ahora, cae en la cuenta de que vuelve a ser pobre y se frustra por ello. No por esto menos alejada del plano de los ideales.

Un sujeto que se sustrae a la serie de los ladrones (de no poca monta)

Sin embargo, para este trabajo resulta muy interesante la posición de Ray, en quien podemos pesquisar algo más que goce. Pareciera que hay una barrera posible frente a él. ¿En dónde está el sujeto de la enunciación? Sostenemos que se ubica en el yerro mismo. Ray dice querer ser un ladrón, de hecho lo tranquiliza mucho alojarse al abrigo de esa marca significante. Pero siempre fracasa, una y otra vez. Quizá el exceso de satisfacción pulsional está puesto en la trampa, ese gusto por burlar la ley, escaparse de ella. Empresa siempre fallida. Pareciera que su yerro nos pone en la pista de que su deseo se jugaría por otro carril. Lacan nos recuerda: “La ética […] comienza en el momento en que el sujeto plantea la pregunta sobre ese bien que había buscado inconscientemente en las estructuras sociales, y donde, al mismo tiempo, es llevado a descubrir la vinculación profunda por la cual lo que se le presenta como ley está estrechamente vinculado con la estructura misma del deseo” [5]. Este hombre tiene abiertas todas las puertas al éxito, la “High Society” así lo demostraba; y en efecto él nos dice querer siempre alcanzarlo, pero parece que esto sólo se trataría de “la moral del poder”. Quizá es otro éxito del que se trata para el sujeto. Un éxito en el equívoco. He allí un sujeto posicionado desde la dimensión ética. Un sujeto que se sustrae, que no hace serie con los otros ladrones (los contadores de su empresa y David). Uno que no quería vivir en Palm Beach y sólo quería ir a Florida y comer cangrejos. Un sujeto que sabría que hacer allí con la pregunta: “¿Ha actuado usted en conformidad con el deseo que lo habita?” [6].

Referencias

Lewkowicz, I.(1998). Particular, Universal, Singular. En Ética: un horizonte en quiebra. Cap. IV. Eudeba, Buenos Aires.

Lewkowicz, I.(2004)“Paradoja, infinito y negación de la negación”,versión desgrabada, Universidad de Buenos Aires, 2004.

Lacan, Jacques (1964). El Seminario, Libro XI: “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis",Paidós.

Lacan, Jacques (1960). El Seminario, Libro VII: “La ética del psicoanálisis”,Paidós.



NOTAS

[1Para una mayor profundización de esta idea puede consultarse “Paradoja, infinito y negación de la negación”, cuya versión pertenece a la clase desgrabada de Ignacio Lewkowicz, Universidad de Buenos Aires, 2004.

[2Las itálicas me pertenecen.

[3Lacan, Jacques (1960). “Las paradojas de la ética”, en El Seminario, Libro VII: “La ética del psicoanálisis”, Paidós, p. 373.

[4Idem anterior. P. 384

[5Lacan, Jacques (1960). “De la ley moral”, en El Seminario, Libro VII: “La ética del psicoanálisis”, Paidós, p. 94.

[6Lacan, Jacques (1960). “Las paradojas de la ética”, en El Seminario, Libro VII: “La ética del psicoanálisis”, Paidós, p. 373.





COMENTARIOS

Mensaje de   » 23 de octubre de 2013 » mlaura00@yahoo.com 

Muy bueno el análisis, cuando uno ve esta película, realmente uno no se puede dejar de reir, y ¿Qué es lo gracioso? el continuo fracaso de Ray? el sorpresivo éxito de la venta de galletitas??? Creo que a Ray no le interesaba el poder y el dinero, el estaba identifcado a la figura del ladron, y claro, había un goce allí, no paraba de repetirse en ese fracaso continuo, pero el titulo de ladron era el que le daba un nombre, un lugar, era alguien. Ante el éxito comercial de su esposa, ya no hacia falta que salga a robar, que sea un ladron, entonces ¿Quién era ahora Ray?
Muy buena película!



Mensaje de Mariana Sorolla  » 11 de agosto de 2013 » marianasorolla@gmail.com 

Lacan interroga respecto al alcance ético del psicoanálisis: ¿Has actuado en conformidad con tu deseo?

Sostener que la ética del psicoanálisis es la ética del deseo, ¿no estaría definiendo al análisis como una práctica moralizante?
Hay algo más que el sujeto ignora respecto de su deseo: la naturaleza última de lo deseado. Creo que esto se ve muy claramente en la posición que destacas acerca de Ray cuando dice que él no quiere ir a Palm Beach, sino a Florida y comer cangrejos. El quiere ser un ladrón.
Si tuviéramos que definir con rigor la meta final del deseo diríamos, –como lo hizo Lacan antes de haber promovido la categoría de goce– que es deseo de nada, de nada representable. Muy buena reseña, gracias.




Película:Ladrones de medio pelo

Titulo Original:Small time crooks

Director: Woody Allen

Año: 2000

Pais: Estados Unidos

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