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Obsesión indigna

por Slavoj Zizek

Obsesión indigna, de Colleen McCullough [1], relata la historia de una enfermera que cuida a enfermos mentales en un pequeño hospital del Pacífico, hacia el final de la Segunda Guerra Mundial; esa mujer está dividida entre su deber profesional y el amor que siente por uno de sus pacientes. Al final de la novela ella define su deseo, renuncia al amor y vuelve al deber. A primera vista, estamos ante una moraleja del más insípido moralismo: el triunfo del deber sobre el amor apasionado, la renuncia al amor “patológico” en beneficio del deber. Pero la presentación de los motivos de esa renuncia es algo más sutil; he aquí el pasaje final de la novela:

Ella tenía un deber allí […] No era sólo un trabajo; ella ponía el corazón, entraba profundamente en eso. Eso era lo que verdaderamente quería […] La enfermera Langtree volvió a caminar, enérgicamente y sin miedo, comprendiéndose finalmente a sí misma. Y comprendiendo que el deber, la más indecente de todas las obsesiones, era sólo otro nombre del amor.

Tenemos entonces una verdadera inversión dialéctica hegeliana: la oposición entre el amor y el deber queda “superada” (aufgegeben) cuando sentimos que el deber es en sí mismo “sólo otro nombre del amor”. Por medio de esta inversión (negación de la negación), el deber, en un primer momento la negación del amor, coincide con un amor supremo capaz de abolir todos los otros amores “patológicos” a los objetos mundanos o, para emplear términos lacanianos, funciona como punto de almohadillado de todos los otros amores ordinarios. La tensión entre el deber y el amor (entre la pureza del deber y la indecencia o la obscenidad patológica del amor apasionado) queda resuelta en el momento en que experimentamos el carácter radicalmente obsceno del deber en sí.

Al principio de la novela, el deber es puro y universal, mientras que el amor apasionado aparece como patológico, particular, indecente; sin embargo, al final es el deber lo que se revela como “la más indecente de todas las obsesiones”. Es así como debemos entender la tesis lacaniana según la cual el Bien es sólo la máscara del Mal radical y absoluto, la máscara de la “obsesión indecente” por das Ding, la cosa atroz, obscena. Detrás del Bien hay un Mal radical: el Bien no es más que “otro nombre de un Mal” que no tiene un estatuto particular, “patológico”. En la medida en que nos obsesione de un modo indecente en la medida en que funcione como un cuerpo extraño, traumático, que perturba el curso ordinario de las cosas, das Ding nos hace posible desligarnos, liberarnos de nuestro apego “patológico” a objetos mundanos particulares. El “Bien” es sólo un modo de conservar la distancia respecto de esta Cosa maligna, una distancia que la hace soportable.



NOTAS

[1El presente comentario forma parte del clásico de Slavoj Zizek Looking Awry, publicado en 1991. Hay versión en castellano: Slavoj Zizek: Mirando al Sesgo: una introducción a Jacques Lacan a través de la cultura popular. Paidós, 2000. Se trata del análisis de la novela de Coleen McCullough, An Indecent Obsesion, Londres y Sydney, Macdonalds, llevada al cine con el mismo nombre por Lex Marinos en 1985.

Película:Obsesión indigna

Titulo Original:An indecent obsession

Director: Lex Marinos

Año: 1985

Pais: Australia

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