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Lo inexpresable de la compasión

por Brunetti, Juan, Ormart, Elizabeth

Martin Sixsmith es un cínico y descreído periodista caído en desgracia que, un buen día, se encuentra con la historia de su vida: la hija de Philomena decide acudir a él para que ayude a su madre a localizar a su hermano. Este hombre pragmático y racional ve en la historia una buena veta a explotar. La conmovedora historia de una mujer que busca a su hijo desde hace cincuenta años será el medio que lo conduzca hacia la meta de vender por una buena suma, una historia de hondo contenido humano. No es que a él le gusten este tipo de historias, admite que las encuentra superficiales y mediocres, no son dignas de un egresado de Oxford estrella de la BBC. Sin embargo, ahora luego de ser despedido, no encuentra un empleo digno y no logra reponerse de la depresión y el enojo que esto le provocó y la solución de tomar esa historia puede resultarle satisfactoria.

La historia de Philomena ha tratado de ser silenciada durante medio siglo. En un convento Irlandés las monjas bajo la premisa religiosa de que el sexo es pecado, deciden alejar a los recién nacidos de sus madres, con las que pueden tener sólo una hora de contacto diario y ponerlas a trabajar para mantenerlos y pagar su culpa por la fornicación que les dio origen. Pero este purgatorio no termina allí, es la antesala del infierno que vivirán estas mujeres cuando sus bebes que son apenas deambuladores sean dados en adopción a familias pudientes. El consentimiento para la adopción firmado en una situación de presión psicológica es la carta que esgrimen las monjas para justificar su decisión y es lo que resulta para Philomena un escollo insalvable en todos estos años.

Desde la concepción religiosa en la que está inmersa Philomena el sexo y todo lo que a ello se refiere no tiene que ser enseñado a las jóvenes, es preciso prohibir toda práctica que lleve a alguna forma de gratificación sexual y en particular, las mujeres deben llegar al matrimonio vírgenes e ignorantes de las cuestiones más elementales de la reproducción humana. Este marco ideológico, resulta propiciatorio para que Philomena quede embarazada de un joven que no conoce y que, luego de ese azaroso encuentro, no verá jamás. Huérfana y recogida por caridad en el colegio de las monjas, se encuentra en una situación en la que no tiene elección. Va a tener un hijo y no tiene herramientas económicas, ni subjetivas para poder escapar de esta situación. Los referentes adultos que tenían la misión de orientarla y cuidarla resultaron los que la expusieron a diferentes formas de vulneración y explotación.

Cuando ella conoce a su bebe se siente dichosa, de tanto sufrimiento y menosprecio surgió algo maravilloso, el pequeño Anthony es un regalo de rulos y cachetes rosados. Espera con ansias la hora de visita para abrazarlo, besarlo y hablar con él. El resto de la jornada de trabajo interminable en el lavadero de las hermanas se hace llevadera por esa hora de felicidad. Cuatro años al menos deberá trabajar en la lavandería para pagar los gastos que ella y el niño les ocasionan a las hermanas.

El adoctrinamiento religioso será la excusa perfecta para avalar moralmente, la mal llamada, adopción del niño. El acto de adopción supone la renuncia libre y voluntaria de la maternidad. Esta renuncia puede ser motivada por diferentes cuestiones entre ellas, la variable económica es muy común. Sin embargo, en el caso de Philomena, no es ella la que decide dar a su hijo en adopción. Su hijo es apropiado por las monjas quienes se arrogan el derecho de venderlo al mejor postor. El acto de apropiación no es equiparable a la adopción, ya que la madre no renuncia a su hijo, este es sustraído sin su consentimiento y en contra de su voluntad. Philomena grita desgarradoramente suplicando no ser separada de Anthony pero nadie la escucha. La ideología en su veta de aplastamiento a la subjetividad ha negado para Philomena el derecho de ser madre. Y ha dejado al pequeño Anthony sin el cálido contacto con su verdadera madre.

Philomena sigue con su vida, entre idas y vueltas, la película nos lleva hacia el pasado y nos trae de nuevo al presente de Philomena. La ahora anciana mujer sigue siendo creyente y por ello, no quiere dañar con sus acciones a las hermanas que la criaron, sin embargo, no puede cesar en la búsqueda. La inmensa necesidad de encontrar a su hijo permanece intacta y la moviliza a aceptar la ayuda de Martin para lograrlo. En este encuentro la racionalidad y el pragmatismo de Martin choca con la fe inquebrantable de Philomena. Martin no entiende cómo Philomena puede seguir creyendo y esperando la bondad de un dios que le quito lo que ella más quería. Cómo puede perdonar a las autoras de este crimen filiatorio, cómo puede resignarse a la negativa de la superiora de darle información sobre su hijo y cómo puede aceptar con mansedumbre su destino por cincuenta años.

Martin está del lado de la memoria y la verdad pero no por las razones correctas. La moral de Anthony es fiel al mercado, su interés se cierra en la búsqueda de una historia que pueda ser bien vendida. Por ello, cuando llega al callejón sin salida y descubre la muerte de Anthony sus objetivos de trabajo concluyen y decide volver con Philomena a su casa abandonando la búsqueda.

Ese es un momento central en la película porque la fe de Philomena la sostiene y no encuentra la señal que le indique detenerse en su tarea. Ya no será la esperanza con el encuentro de su hijo lo que la aliente, sino el descubrimiento de su vida, de su historia, finalmente, Philomena lo resume en su necesidad de saber si su hijo fue feliz.

Es la decisión de Philomena de buscar cuando el fin pragmático de la búsqueda está perdido, cuando la búsqueda deja de ser el medio para ser la meta, cuando Martin es interpelado por esta acción sin teleología que se vuelve un motor inmóvil, una causa fuera de la temporalidad, fuera de la utilidad, fuera inclusive de la venganza.

Es en el camino junto a Philomena que Martin es tocado por la compasión. No se trata de algo conceptual o ideológico, no se trata de cambiar su moral capitalista por una religiosa sino de algo que surge en el estar-con.

Desde las éticas de la simpatía, de la empatía o de la piedad el otro se comprende en un razonamiento por analogía. Se puede rastrear esta comprensión de la piedad en la Poética de Aristóteles. La empatía se trata de un fenómeno derivado. Presupone la existencia de una subjetividad desarrollada, independiente, que infiere por analogía y proyecta en el otro los presuntos sentimientos y estados de ánimo.

La experiencia de piedad o de simpatía puede causar una conducta pero, según la concepción clásica, no deja rastros en el sujeto afectado por la compasión o la simpatía. La experiencia de afrontar al otro en su necesidad puede eventualmente producir una acción de ayuda, pero en sí misma no sería constitutiva de nuestra subjetividad. A diferencia de esta concepción el filósofo italiano Tony Negri propone siguiendo a Levinás una ética constructiva de la subjetividad. La situación ética es el lugar privilegiado de la subjetividad. Somos constituidos como sujetos en la situación ética. La escena ética, es la experiencia en la que se constituye la subjetividad humana.

El periodista cínico y pragmático ha dejado de vislumbrar su beneficio y al lado de Philomena ha encontrado algo que le pertenece. Algo nuevo que se produce en este acto de acompañar y que no está dirigido a Philomena sino a él.

“La compasión va más allá del reconocimiento, del concepto, de la representación. No puedo representarme el dolor si no lo vivo. No puedo reconocer al otro que es presa del dolor si no me compadezco [...] La ontología de la comunidad se descubre a través del padecer-juntos, una manera de padecer que, por lo tanto, se aparta de la pasividad y se hace constructiva. Ética” [1].

Tony Negri en su libro Job sostiene que “más allá del lenguaje, hay algo del orden de lo inexpresable que sólo puede ser reencontrado en una instancia intersubjetiva. “Yo no puedo sentir tu dolor”, escribe Wittgenstein en su obra póstuma; pero sí puedo, a través de la compasión, colocarme en una condición similar a la que produjo ese dolor en el que se forman los grandes sujetos colectivos. Leído en esta serie, el libro de Job no es sólo el relato de la potencia constituyente como fuerza irreductible a la dialéctica del valor: es también el relato de la constitución, de una ética colectiva, irrepresentable." [2]

Lo indecible del dolor de Philomena lo divide a Martin. La reconstrucción de la vida de Anthony, los conduce nuevamente al convento de Irlanda. Anthony había muerto de Sida pero hasta sus últimas fuerzas utilizó buscando a su madre, en el último tiempo con claros signos de la enfermedad fue a Irlanda a buscarla y no la encontró. Las hermanas no le dijeron que Philomena iba asiduamente a buscar datos que le permitieran encontrar a su hijo. Finalmente, su cuerpo fue enterrado en el convento que lo vio nacer.

La injusticia de saber que las monjas sabían el paradero de Anthony y de su madre y nunca permitieron el encuentro enfureció a Martin. Philomena en cambio, permaneció sufriendo y perdonando como hasta entonces lo había hecho. Y aún más , le pidió a Martin que no se diera a conocer la historia.

Martin en cambio, descubrió que su gran ego mancillado por el injusto despido de la BBC era inconmensurable a las pérdidas que había sufrido Philomena. Y entonces, contra todo cálculo utilitarista renunció a publicar su historia. Decidió que el dolor de Philomena no era un objeto de consumo para entretener a la audiencia o darle réditos a él. Martin hizo lo imposible.

Desdiciéndose de su pedido anterior, Philomena aceptó que se cuente la historia. Ya que se dió cuenta que la historia no le pertenece sólo a ellas sino que involucraba a cientos de mujeres que aún hoy siguen buscando a sus hijos.

Referencias

BENTIVEGNA, D. (2003) Reseña de Job: la fuerza del esclavo de Negri. En Página 12. En línea, fecha de consulta 16/3/14 http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-818-2003-11-16.html

Negri, A. (2003) Job: la fuerza del esclavo, Paidos, Buenos Aires, 2003.



NOTAS

[1Negri, A (2003) Job: la fuerza del esclavo, Paidos, Buenos Aires, 2003, 166.

[2BENTIVEGNA, D. (2003) Reseña de Job: la fuerza del esclavo de Negri. En Página 12. En línea, fecha de consulta 16/3/14 http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-818-2003-11-16.htm





COMENTARIOS

Mensaje de DEBORA HOFMAN  » 31 de octubre de 2014 » hofmandebora@gmail.com 

Hay toda una dimensión del perdón en la película. Una escena muy fuerte es cuando Philomena se enfrenta con aquella monja que la separó de su hijo y la maltrató mientras ella estuvo en el convento. La encuentra en su silla de ruedas. De su discurso no se desprende arrepentimiento, solo odio y resentimiento. Philomena la perdona y uno como expectador experimenta la misma indignación que el periodista. Uno atribuye a la simpleza de Philomena ese gesto, pero tal vez sea un gran acto de sabiduría. Sabiduría en comprender que tanto la monja como ella fueron victimas del discurso religioso fundamentalista. Por otro lado continuar con el rencor, la dejaría atrapada en el pasado sin poder disfrutar su presente. Pero no es un perdón cristiano que pone la otra mejilla ya que luego de esta escena Philomena autoriza al periodista a publicar su historia para que lo que le sucedió a ella no vuelva a suceder



Mensaje de Florencia Paula González Pla  » 30 de octubre de 2014 » florenciagonzalez_07@hotmail.com 

Elizabeth y Juan:

Me parece muy interesante el recorrido que hacen del film y las diferentes aristas que trabajan. Especialmente me interesó la cuestión del consentimiento informado que recortan en el trabajo.

Un consentimiento que carece de valor, en tanto lo que prima es el desvalimiento absoluto de una adolescente devenida en madre y las aberraciones de quienes detentan el poder. Y el consentimiento para con ella misma, cincuenta años después, que le permite recuperar su dignidad, marcan la distancia entre la impostura de las “hermanas” y el deseo decidido de una madre por encontrarse con la historia de su hijo, que es en definitiva la suya propia.

Saludos,

Florencia



Mensaje de Allan Rodríguez Artavia  » 20 de octubre de 2014 » allanrodriguez.a@gmail.com 

Gracias Juan y Elizabeth por traer esta película a colación.

Es muy interesante desde la bioética y ética el análisis del contenido de la misma, pues partiendo desde el principialismo, el respeto a las decisiones personales o mejor conocido el principio de autonomía se expresa en su máxima esplendor, pero no de forma positiva, sino desde la violación inexorable del mismo.
El argumento de la película muestra como desde la manipulación de la fé, y la aparente deuda por la caridad se obliga a la protagonista a ir en contra de sus convicciones y se vulnera a todas luces la maternidad y el derecho de elegir.
La película es un clero ejemplo del uso de la coacción y la intimidación para hacer que una jovén haga lo que las "religiosas" creen.
Esta forma de consentimiento es el reflejo válido de la manipulación en torno a un ideal cristiano que no debe norma para todos y del cual se fundamentan para actuar desde una ética que vista a nuestra realidad es despota y abusiva.
La historia de Philomena es el claro ejemplo de como las condiciones de convicciones particulares sobrepasan el plano individual, despojando al mismo de su propia dignidad y condición como persona.



Mensaje de   » 29 de septiembre de 2014 »  

Gracias María Cristina por tu comentario. No lo había relacionado con las Madres de Plaza de Mayo pero creo que es lectura muy adecuada porque son historias que trascienden las vidas de los sujetos que estuvieron presentes y se dimensionan en la memoria colectiva.
Saludos. Elizabeth



Mensaje de Maria Cristina Beovide  » 28 de septiembre de 2014 » mcbeovide@gmail.com 

Cuando vi la pelicula recordé la larga lucha de las madres de Plaza de Mayo, que de buscar AL HIJO llegaron a buscar a LOS HIJOS y tambien recordé que a traves de una de ellas en situación clínica (clinica psi)supe que había decidido con dolor pero con convicción a renunciar al ritual íntimo de la recepcion de los huesos de su hijo para aceptar la ceremonia colectiva de un momento de la lucha de tod@s. Como cuando Philomena decidió entregar su historia al colectivo social.
Felicitaciones por el trabajo!!!