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Sobre hombros de gigantes

por Zamijovsky, Mauro Lionel

"Sí, soy un ladrón de pensamientos,

un ladrón de almas no, os lo juro;

he construido y reconstruido

sobre lo que está esperando

porque la arena de las playas

esculpe muchos castillos

sobre lo que ya estuvo abierto

antes de mi llegada

una palabra, una musiquilla, una historia, una línea,

llaves en el viento para que mi mente huya

y proporcionar a mis cerrados pensamientos una corriente de aire fresco"

(Dylan, 1973)

“Cuando se proclamó que la Biblioteca abarcaba todos los libros, la primera impresión fue de extravagante felicidad. Todos los hombres se sintieron señores de un tesoro intacto y secreto” (Borges, 1944). Eso fue lo que seguramente muchos sintieron al descargar por primera vez una canción de Internet. A través de un programa de software se podía acceder a un sinnúmero de canciones. Horas y horas de música que la vida de un hombre no bastaría para escuchar aunque quisiera. Esto era, sin dudas, la concreción de un sueño borgeano: una Biblioteca de Babel al alcance de todo aquel que tuviera acceso a una conexión a la web. Una babel particular, es verdad, que inauguraría una realidad aparte, con otras lógicas y sus respectivas consecuencias en la psyque humana. Pero una babel al fin.

Todos los que teníamos la llave de aquel prodigio supimos que estábamos ante algo grande, algo enorme. Una revolución. Pero como sucede en toda revolución, cada vez que una fuerza instituyente hace peligrar las significaciones establecidas –y los significantes imperantes-, la fuerza de lo instituido echa mano a toda su artillería pesada para reprimir la creciente amenaza. Lo instituido, tarde o temprano, termina perdiendo todas y cada una de sus guerras. Ése es su fatal destino. Sin embargo, con la misma obstinación –aunque con otras caras y otras causas-, sigue batallando. Y hoy nos vemos envueltos en un nuevo conflicto.

Este trabajo bordea temáticas como el arte, la cultura, la creación, el plagio, la legalidad, la ilegalidad y la política, entre otras. Más que temáticas diremos que son líneas de sentido que se entrecruzan cartografiando un mapa siempre parcial y en continuo movimiento. Esto no pretende ser otra cosa que un boceto a mano alzada de ese mapa inasible.

Como ya adelantamos, estamos ante una guerra que data de algunos años atrás; de 1999, para ser más precisos. Fue iniciada por un estudiante de 18 años junto a dos amigos más que conoció “en línea”. Estos desarrollaron la primera gran red P2P, una tecnología de intercambio que permitía a los aficionados de la música compartir sus colecciones de MP3 –formato de audio-. El programa, muchos lo recordarán, se llamaba Napster. Se había creado de un momento a otro la biblioteca creativa más grande de toda la historia humana hasta ese entonces. Y se había hecho gratis. Lo novedoso de esta tecnología era que representaba lo opuesto a una transmisión, es decir, no precisaba de una señal central que mediara entre las computadoras, sino que todas las computadoras tenían acceso directo a las otras.

Como se puede ver en la representación gráfica, la transmisión centralizada (Imagen A) obedece a los principios de arborescencia, en contraposición a la conexión P2P (Imagen B), que adopta el comportamiento del rizoma, ambos modelos claramente diferenciados por Gilles Deleuze y Félix Guattari (1980) en la época en la que el mundo cibernético no era más que una semilla con escasos y delicados brotes. La diferencia entre el árbol y el rizoma tiene consecuencias políticas y en ella se encuentra la base del conflicto que nos convoca. Para empezar, como se observa en la transmisión, los sistemas arborescentes son estructuras jerárquicas que implican centros de significancia y subjetivación, troncos que sostienen y producen sentidos derivados, ramificaciones dependientes de una unidad central. Por otro lado tenemos el rizoma, caracterizado como un sistema a-centrado, no jerárquico y no significante. El rizoma no tiene principio ni fin, no cesa de construirse y reconstruirse. En él cualquier punto puede ser conectado con cualquier otro (cada computadora puede compartir archivos con cualquier otra), no tiene principio ni fin, es una antigenealogía. La consecuencia de este sistema a-centrado es que en el acto mismo en el que una persona comparte su música con las demás, pasa a convertirse en distribuidora. Como es de esperar, miles y miles de personas distribuyendo música gratuitamente no era algo que causara mucha simpatía en las industrias discográficas (que hasta 1998 generaban más de 13.000.000.000 –trece mil millones- de dólares anuales). Se tomaron cartas en el asunto de inmediato.

A nivel jurídico, al poco tiempo se declaró esta actividad ilegal y se penalizó el intercambio gratuito, a tal punto que multaron a muchas personas –por decenas de miles de dólares- por bajarse unas cuantas canciones. Ahora bien, como ya sabemos, la represión no es sin el retorno de lo reprimido, y por más que prohibieron y cerraron progresivamente muchos sitios web que permitían el intercambio directo entre personas, éstos resurgían –metonímicamente podríamos decir- con otros nombres y nuevas y más sutiles codificaciones que permitían compartir no sólo música, sino software, libros digitalizados, películas y hasta videos caseros. Estas nuevas tecnologías parecieran haber nacido para quedarse, y no hay por el momento legislación o entidad reguladora que pueda eliminar lo que prolifera con la virulencia de una pandemia. Pero este conflicto desatado por el experimento de tres adolescentes significó algo más para aquellos que supieron hacer otro trabajo de lectura.

Ignacio Lewcowicz (1997) señaló que la emergencia de una singularidad en situación -aquello que irrumpe en un mar de significaciones establecidas, abriéndolo como hizo Moisés con el Mar Rojo, creando una hiancia, un vacío a partir del cual pueden ser fundados nuevos sentidos- deja en evidencia la finitud del universo previo a la aparición de dicha singularidad. Para decirlo de otro modo: permite ver más claro el mundo que se ha abandonado. ¿Qué nos revela la creación de una tecnología novedosa y las reacciones de aquellos en cuyas manos estaba la distribución multimedia?

Algunos leyeron en las acciones represivas de los mega-monopolios multimedia dirigidas a sitios como Napster, Megaupload o Cuevana, la intención de controlar y manipular el devenir de la cultura con fines lucrativos. A su vez, además de un devenir-inquisidor de los holdings empresariales dueños de la industria mass-media, hay un devenir-juzgado, a cargo de la tarea de dictaminar qué se publica y qué no, tomando como referencia la similitud de una idea a otra para determinar si se ha efectuado plagio. Y aquí entra la controversial noción de derechos de autor.

Detengámonos un poco más en esta operación. Tal como se muestra en el documental “R.I.P. a remix manifiesto”, si a cualquier persona se le ocurriera reversionar una canción popular, o una película, o utilizar fragmentos de cualquiera de éstas para la creación de una obra artística novedosa, deberá pagar en principio miles y miles de dólares a las compañías que poseen los derechos de autor de aquellas obras primigenias. Algunos pocos artistas –respaldados por los mismos monopolios multimedia que luego obtendrán beneficios del producto final- pagan las primas correspondientes; pero el común de las personas ve frustrada su intención de expresar su arte a causa de esta barrera mercantil.

Vayamos al caso de uno de los mayores productos y productores de la subjetividad de una época: Walt Disney. Él sí que fue un genio de la remezcla, del remixado. Walt Disney construyó toda su obra sobre obras anteriores, adaptándolas a una época: la suya. Se permitió nutrirse de la cultura universal, y con ella darle voz a sus personajes, modificándolos de manera original, captando la esencia de las narrativas de su momento histórico. Tal es el caso de los ejemplos que vemos en las imágenes.

Sin embargo, con la muerte de Walt Disney, la corporación Disney ya no se centró en crear obras basándose en el pasado, sino más bien en controlar las obras de Disney para que nadie las use como base. En el año 1998 uno de los grandes holdings multimedia llegó a un acuerdo con el gobierno de EEUU para modificar la ley de derechos de autor, y que la corporación Disney tuviera el control indefinido del ratón Mickey. También se extendió la potestad a 95 años –muy lejanos de los 14 años de vigencia que demarcaba la ley primeramente- sobre cualquiera de los otros productos/ideas de la compañía. Es decir, si Walt Disney cimentó su trabajo sobre el pasado, tras su muerte la corporación modificó la ley para que nadie pueda volver a hacerlo. Si alguna persona quiere ser un artista como lo fue Disney, deberá hacerlo en la más clandestina ilegalidad.

(...) ¿Qué, quieren una originalidad absoluta? No existe. Ni en arte ni en nada. Todo se construye sobre lo anterior, y en nada humano es posible encontrar la pureza. Los dioses griegos también eran híbridos y estaban "infectados" de religiones orientales o egipcias.” (Sábato, 1963)

Esto que puede parecer un preciosismo anecdótico es fácilmente trasladable a otros campos. Si dirigimos la mirada a la ciencia advertimos que las patentes en manos privadas por tiempos indeterminados estancan la producción tecnológica privando a la humanidad de avances que podrían significar una mejora sustancial en la calidad de vida. ¿Cuántos progresos se habrían logrado ya en el campo de la salud si la información pertinente estuviera al alcance de todos los laboratorios y no de unos pocos imperios farmacológicos? ¿Cuántos descubrimientos hubieran dado a luz a nuevas tecnologías que transformaran el orden simbólico tal y como lo conocemos hoy en día? ¿Qué retos y problemas se plantearían a los seres humanos permitiendo la posibilidad de dar más complejas y singulares respuestas?

El gobierno de Brasil infringió varias de las leyes de propiedad intelectual de los Estados Unidos, copiando fórmulas de medicamentos contra el HIV para desarrollarlos localmente y distribuirlos a una fracción de precio de lo que cuestan importados, universalizando su acceso a la población brasilera. La industria farmacéutica lo consideró una declaración de guerra. El pueblo brasilero lo tomó como un acto de vida.

“No podemos evitar que las personas tomen la cultura y la modifiquen para expresar sus ideas de manera diferente” (Lawrence Lessig)

Alejemos nuevamente nuestra lupa de estos casos puntuales sin dejar de tenerlos en cuenta, para ver aquello que la creación de Napster (o las reacciones que esto produjo) develaron: La propiedad intelectual está fuera de control. O mejor dicho, la propiedad intelectual está siendo controlada de manera abusiva, en tanto que, más que promover la producción significante, la reprime y la reduce.

Leamos atentamente el manifiesto publicado por el abogado Lawrence Lessig, una de las personas que más ha estudiado acerca de este tema:

MANIFIESTO

1) LA CULTURA SE CONSTRUYE A PARTIR DEL PASADO.

2) EL PASADO SIEMPRE QUIERE CONTROLAR EL FUTURO.

3) NUESTRO FUTURO SE ESTÁ VOLVIENDO CADA VEZ MENOS LIBRE.

4) PARA CONSTRUIR SOCIEDADES LIBRES DEBEMOS LIMITAR EL CONTROL DEL PASADO.

Pausa. Rebobinar. Volvamos en el tiempo, no cinco ni veinte años, vayamos al 1439. Esta fecha es un punto de partida en lo que a nuestro tema concierne. 1439 es el año en el que, basándose en los conocimientos existentes, Johannes Gutenberg creó la imprenta. Y con la posibilidad de copiar y distribuir las obras, apareció también la necesidad de protegerlas no ya como un mero objeto material, sino además como bien intelectual. La pregunta que se formuló era: si todo conocimiento es de dominio público, ¿cómo un individuo puede beneficiarse con sus creaciones? 280 años tuvieron que pasar desde ese hito para que se sancione la primera norma sobre copyright de la historia. Fue en 1710, cuando el parlamento inglés decretó el Estatuto de la Reina Ana, ley que ofrecía un balance entre los derechos del autor y los de dominio público, decretando que toda obra, luego de transcurridos 14 años pasaba a ser de dominio público (con posibilidad de renovación de licencia sólo 1 vez si el autor seguía con vida), quedando libre su utilización. Lejos y escasos quedaron esos 14 años de licencia. Paradójicamente, con la aceleración de los tiempos que imponen los modos de vida actuales y la velocidad con la que la información es compartida, los tiempos de licencia se extendieron. Muchos productos culturales –todos los son- son detentados mucho tiempo por pocas manos, e Internet justamente rompe con esta lógica.

Lo que se intenta decir con todo esto es que la distribución, el intercambio y el consumo cultural no son ajenos al acto de creación, de producción artística/científica/cultural. Muy por el contrario, se encuentran en el seno mismo del asunto, en lo más íntimo del acto creador. Cualquier movimiento que se ejecute en alguna de éstas áreas repercutirá directamente en las otras, como un juego de fuerzas en el que todos están enlazados por un hilo. Sabemos también que la manera en la que una sociedad produce, distribuye, intercambia y consume sus productos da lugar a un tipo de sujeto y no a otro; establece lógicas particulares que determinan los pensables y los impensables de la época; instituye categorías de pensamiento y disciplinamiento de los cuerpos.

Siguiendo la lógica de lo hasta aquí expuesto, todas las aguas desembocan en la pregunta: ¿en qué consiste el acto creador?

“Debemos imitar, como se nos exhorta, a las abejas, que vagan de un sitio a otro y escogen las flores apropiadas para elaborar la miel y luego disponen y aderezan en panales todo lo que recogieron (...) Hagamos esto mismo en lo que alimenta nuestro pensamiento, no consintiendo que ninguna de las cosas que tomamos se quede igual, a fin de que deje de ser de otro (…).Y aunque se transparentara la semejanza de alguno que haya entrado muy profundamente en tu admiración, quiero que te lo asemejes como un hijo, no como una réplica. La réplica es cosa muerta.” (Séneca)

Siguiendo a Alejandro Ariel (1994), condición del acto creador es el sentimiento de vacío, la convicción de la falta. Podríamos decir que no hay acto creador sin el encuentro con la propia soledad, con la ascesis propia del ser. No obstante, esta soledad es soledad habitada. El filósofo Gilles Deleuze (1977) señala que somos desiertos, pero desiertos poblados por muchedumbres que lo habitan, pasan por él, sobre él. Borrar estas “poblaciones” significaría desconocer radicalmente la existencia del Otro. Lo mágico del acto creador es quebrar la ventriloquia a la que nos somete el Otro para emitir un grito nunca antes oído –que no es sin un Otro que lo oiga y lo signifique tras la sorpresa-. Se trata de mantener la tensión, esa tensión atmosférica que posibilite la irrupción de un relámpago que agriete la máscara de la noche aunque sea por un momento. El acto creador es eso, la emergencia de un real, un imposible lógico que evidencia la falta estructural del sujeto y, por consiguiente, la inconsistencia del Otro que no sabe nombrar aquello que ha sucedido.

Nos detuvimos en este trabajo a situar la emergencia de nuevas tecnologías de intercambio. Revisamos su estructura y sus efectos. Subrayamos su estatuto político por las transformaciones que provoca en la creación, la distribución, el intercambio y el consumo de productos culturales. A su vez, observamos las medidas adoptadas por quienes controlan estas instancias. Valiéndonos del documental “R.I.P. a remix manifiesto” rastreamos las huellas de este problema hasta tiempos pretéritos. Nuevos problemas nos enfrentan al desafío de no clausurar con respuestas fáciles preguntas complejas. ¿Cómo puede pensarse la creación y la propiedad intelectual a la luz de la nueva era de la informática?1 ¿Cómo debe legislarse? ¿De qué modos impactará en las culturas? ¿Qué efectos provocará en el orden simbólico que conocemos? Dependerá de las respuestas que demos a estos interrogantes, la construcción del futuro que habitaremos.

Notas

En la actualidad, y en contraposición al copyright, se han desarrollado nuevas formas jurídicas como el copyfight o el copyleft, dentro del cual el contrato más representativo es el de Creative Commons. Éste plantea diferentes grados de “apertura” de la obra, en relación a la disponibilidad para reproducirla, alterarla o generar nuevas obras con ella.

Bibliografía

Ariel, A. (1994) “Moral y ética: una poética del estilo” en El estilo y el acto. Buenos Aires, Ediciones Manantial, p.23.

Borges, J. L. (1944) Ficciones. Buenos Aires, Emecé Editores, 2006, p. 115.

Deleuze, G. y Guattari, F. (1980) “Introducción: Rizoma” en Mil mesetas: capitalismo y esquizofrenia. Valencia, Pre-textos, 2006.

Dylan, B. (1973) Escritos, canciones y dibujos, Vol. 2. Ed. Castilla, R. Aguilera, pp. 222-225.

Lewkowicz, I. (1997) “Particular, Universal, Singular” en Ética. Un horizonte en quiebra. Buenos Aires, Eudeba, 2011.

Marx, K. (1857) Introducción a la crítica de la economía política. Buenos Aires, Ediciones Carabela, 1980, p. 21-51.

Sábato, E. (1963) El escritor y sus fantasmas. Barcelona, Ed. Seix Barral, 2004, p. 17-18.

Séneca, L. A. (siglo I d.C) "Carta LXXXIV: Del leer y del escribir y sobre el plagio" en Cartas a Lucilio.



NOTAS





COMENTARIOS

Mensaje de Valeria Suque Stecklein  » 17 de agosto de 2012 » val9_2004@hotmail.com 

Muy interesante el artículo, no puedo dejar de pensar que en todo su despliegue subyacen cuestiones de poder que hace que se fomente cada vez más la desigualdad y el aislamiento. También rescato las sabias palabras de Sábato comentadas en el escrito: "Todo se contruye sobre lo anterior", ya que es cierto que el acto creativo se lleva a cabo no sin todo el bagaje anterior.

Saludos




Película:R.I.P. a remix manifesto

Titulo Original:R.I.P. a remix manifesto

Director: Brett Gaylor

Año: 2009

Pais: Canadá

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