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De maldiciones y fantasmas

por Laso, Eduardo

¿Por qué son tan fascinantes las historias de fantasmas? ¿Su atractivo se vincula con resabios de miedos infantiles aún no superados? ¿O son los fantasmas un modo de encarnar el retorno de algo no saldado, no tramitado en el pasado? ¿Qué son en el fondo los fantasmas? Tomar el tema sin ponernos metafísicos o religiosos, tal es la propuesta para pensar en ellos. “Sexto sentido”, el exitoso film de M. Night Shyamalan [1], nos invita a sumergirnos en ese mundo maldito: el de las existencias que no encontraron justicia o reconocimiento, el de aquellas que no tuvieron oportunidad de inscribirse en la memoria, el de las que fueron reprimidas y que de algún modo retornan, aquellas por las que no hemos terminado de hacer duelo por su pérdida y vuelven en nuestros sueños. En ese borde entre la vida y la muerte, la deuda y su saldo, la memoria y el olvido, la culpa y la responsabilidad, allí se encuentran nuestros fantasmas.

¿Qué es una maldición?

“Maldición” viene del latín maledictio. Se trata de una imprecación con que se manifiesta enojo y aversión hacia personas o cosas, o el deseo de que a alguien le sobrevenga algún daño. La maldición es un mal-decir, un decir-mal respecto de otro. Se opone a la bendición, al bien decir o decir bien respecto de otro.

Los relatos de terror y los mitos populares nos tienen habituados a las historias de maldiciones: casas malditas o bosques malditos o muertos malditos. En todos esos relatos se repite una misma estructura:

 1. En determinado momento del pasado ocurrió un hecho sangriento que no fue resuelto, que permaneció oculto e ignorado, o que es mantenido en secreto por algunos personajes responsables del suceso. El hecho atroz ha eludido así no sólo la entrada en el campo de la justicia, sino también en el orden de lo simbólico compartido.

 2. Ese suceso no tramitado simbólicamente, no ingresa en la temporalidad como algo del pasado, sino que permanece fuera del tiempo y repitiéndose en un eterno presente, insistiendo en ingresar en lo simbólico. La escena atroz se repite para quienquiera se aproxime al espacio que se encuentra maldito. La imposibilidad de ingresar ese suceso en lo simbólico absorbe la escena del mundo y arrasa con todo aquel que se aproxime a su espacio.

 3. El cese de la maldición se logra haciendo entrar aquello que permanecía sin decir o mal dicho en el orden del bien-decir: revelación del secreto y entrada de la justicia, realización de los rituales correspondientes, reconocimiento y castigo de los culpables, etc.

Hay una relación entre aquello que no ha advenido a un bien decir, aquello que ha quedado excluido de la palabra, y la insistencia de eso silenciado por encontrar repetitivamente una manera de ingresar en el orden simbólico.

¿Qué es un fantasma?

En los relatos y mitos, los fantasmas son almas en pena, seres que han muerto pero que retornan del más allá, almas malditas que cohabitan entre los vivos durante un tiempo. ¿Por qué retornan los muertos? Porque tienen algo que decir que no ha sido dicho o escuchado en este mundo, porque hay una deuda que saldar. Existe un desgarro en el orden simbólico por el que retornan, denunciándolo. En los mitos, el fantasma es indicador de un daño o resquebrajamiento del orden simbólico que debe ser reparado, so pena del retorno de ese daño como venganza o destrucción de la realidad misma.

Así, en Hamlet de Shakespeare, el fantasma del padre, muerto en la flor de sus pecados, le transmite al hijo el modo en que fue asesinado por su hermano, así como la responsabilidad de vengarlo y de enmendar el deseo de la madre. En Macbeth, otra obra del bardo inglés, las víctimas de la ambición sin límites del rey retornan como fantasmas para acosarlo.

Un film paradigmático de que los fantasmas aparecen como efecto de un trastocamiento de lo simbólico es Poltergeist [2]. En este film, una empresa inmobiliaria inescrupulosa hace un negocio inmobiliario, construyendo viviendas en lo que era un cementerio indio. Se atenta así con el carácter sagrado de la sepultura. Para la empresa, ese territorio sagrado puede ser arrasado y transformado en casas para la venta. Se barre así con la memoria y el carácter humano de aquellos que murieron, en nombre del progreso y el capital. No es de extrañar que aparezcan entonces los fantasmas como un retorno de eso que fue dañado, para reclamar por sus fueros.

La misma situación podemos encontrar en films como Ghost, Los otros, Ecos mortales, o La maldición. La lista es innumerable. Incluso en aquellos films de fantasmas en los cuales no hay fantasmas –relatos tales como Otra vuelta de tuerca de Henry James, o El gato negro, de Edgar Allan Poe–, las apariciones fantasmáticas se manifiestan como el retorno alucinatorio de una falta no saldada en la conciencia culpable de un personaje. Apariciones que sólo desaparecen cuando el sujeto confiesa su culpa o la salda con su muerte.

En los relatos de fantasmas suelen encontrarse varios lugares típicos o comunes:

 La maldición del pasado

 El niño inocente como mediador

 El médium como aquel que puede traducir en palabras el daño simbólico que ha ocurrido

 El/los testigos, que son los que se terminan llevando a cabo la reparación simbólica

 El/los culpables del daño, que suelen terminar siendo castigados.

Estos lugares a veces pueden duplicarse o conjugarse en un mismo personaje. Por ejemplo, en Sexto sentido se conjugan el niño inocente y el médium; en Los otros, los niños inocentes son también los fantasmas.

Los fantasmas aterrorizan a los que los ven, pero no son necesariamente malvados. Ellos suelen encarnar un daño en el orden simbólico humano que debe ser restablecido, el retorno de algo que no fue escuchado. Su presencia denuncia algo de lo que el mundo no quiere saber nada.

Si son almas en pena, ¿de qué pena se trata? Ellos son seres malditos, en el sentido de mal-dichos. Hay un mal-decir respecto del sujeto, que retorna para que una palabra justa pueda decir bien. Los muertos sin sepultura, los muertos injustamente, las víctimas de una violencia que no ha sido condenada por la justicia, los suicidas (aquellos que atentaron contra la dimensión sagrada del propio sujeto), son todos ellos potenciales fantasmas.

Toda sociedad tiene sus fantasmas, toda sociedad tiene a sus seres malditos. Los nuestros son los desaparecidos, los muertos por exclusión social y por falta de sanción de la justicia. Son los que no descansan y retornan en los sueños colectivos, son los que nos señalan insistentemente que ha habido un daño en la red social que requiere ser reparada desde la justicia y la memoria, porque de lo contrario retorna como venganza. Por eso no es importante la pregunta de si existen realmente, sino más bien qué real excluido o rechazado están señalando. "Dime qué fantasma te acosa y te diré qué deuda simbólica está en juego".

No hay descanso para los muertos sin sepultura, para los matados sin justicia. Y en estos relatos de fantasmas se nos propone la ilusión de que todo el orden de la realidad se revela contra esto: los culpables no podrán dormir a la noche porque sus fantasmas lo acosarán, hasta que el daño simbólico sea reparado.

Lamentablemente los verdugos suelen dormir bien, dado que los fantasmas no existen. En cambio las maldiciones sí existen, y sociedad que no salda sus deudas con el pasado a través de la memoria y la justicia –que son los modos sociales de producir un bien-decir– mantiene una maldición que se permuta de generación en generación para repetirse, como una pesada hipoteca.

Los mitos de los fantasmas niegan el otro mito de que en el más allá se saldarán todas las deudas de este mundo. Los fantasmas reivindican la instalación de una justicia en este mundo y que si no la hay, entonces lo que se abre es la dimensión del horror y la venganza.

Sexto sentido

En Sexto sentido hay un psicólogo, el Dr. Crowe, que tiene una doble deuda: marital y profesional. El ha postergado a su mujer por su trabajo, y no ha sabido escuchar a un paciente. También hay un niño que puede escuchar y ver a las almas en pena. Juntos se ocuparán de saldar, de restablecer el daño simbólico que los fantasmas encarnan.

El niño se siente aterrorizado por las apariciones que insisten en presentarse ante él. Y el Dr. Crowe encuentra finalmente un modo de que él pueda tener otra posición respecto de lo que le pasa. Le propone que en vez de huir, los escuche, averigüe qué quieren. Esta solución le posibilita al niño no evitar los fantasmas pero sí tramitar simbólicamente, por su mediación, el daño que ellos encarnan. Al hacer esto, los fantasmas, que hasta ese momento del film se presentaban de modo terrorífico, devienen de pronto objeto de pena por parte del espectador, para que el horror se instale ahora en el mundo de los vivos y sus actos atroces.

El film nos muestra una galería de espectros: desde las víctimas acalladas de la historia oficial –esos muertos ahorcados que aparecen en un una escuela pública del Estado– hasta el envenenamiento de una hija por parte de una madre inescrupulosa. Y el niño se vuelve un mediador que posibilita develar y saldar las deudas del pasado para que los espectros descansen en paz. Logra incluso facilitarle a la madre la reconciliación con su propia madre muerta, al transmitirle el mensaje que nunca había escuchado de su boca: que ella estaba orgullosa de su hija.

El fantasma es también el modo de retorno de aquellos seres queridos que perdimos. Un trabajo de duelo implica un proceso doloroso que convoca a la memoria de aquel que se perdió, para darle existencia dentro de nuestro psiquismo, hasta que de a poco vaya desapareciendo, deje de ser convocado y hacerse presente en nuestros pensamientos. Dejar de darle al ser que se perdió una existencia psíquica en nuestros recuerdos, abandonar lo perdido para volver a dirigirse al mundo, tal es la tarea dolorosa y no siempre exitosa a que obliga un duelo.

La esposa del Dr. Crowe está de duelo por haber perdido a su marido. Esto es lo que sabremos al final del film, ya que todo el tiempo tenemos el punto de vista del muerto, es decir, del personaje de Bruce Willis. El no sabe que está muerto. Él existe como fantasma porque su esposa lo duela, lo convoca, lo recuerda. En el final del film, el Dr. Crowe recibe de su “paciente” su propio mensaje en forma invertida. El niño le dice que para reconciliarse con su esposa le hable de lo que siente por ella, y que lo haga cuando ella duerme, es decir, en el único lugar en el cual los vivos y los muertos se encuentran: en los sueños. Ante su esposa dormida, él le confiesa que ella siempre fue lo más importante para él, mensaje que ella necesitaba escuchar para poder procesar su duelo. Entonces un anillo matrimonial cae al piso y la verdad se le revela al Dr. Crowe: él es el objeto que ella ha perdido. Es un fantasma de los recuerdos de su amada esposa, y como tal sabe ahora que tiene que ausentarse para que la vida de ella pueda proseguir. Al asumir el destino de su propia desaparición para que la vida de la que ama pueda continuar, el personaje del Dr. Crowe deviene sin dudas uno de los más conmovedores y trágicos que nos haya dado el cine.



NOTAS

[1M. Night Shyamalan nació en Madrás, India, en 1970, y fue criado en Estados Unidos, país donde ha desarrollado su carrera como director de cine y guionista. Ha escrito el guión de Stuart Little, así como el de sus propios films: Praying with anger, Rude awakening, Sexto sentido, El protegido, y Señales.

[2Hooper, T.; Poltergeist, EE.UU., 1982