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Mujer y apocalipsis, a propósito del goce femenino

por Rial, Manuel

Resumen:

En el presente trabajo proponemos una lectura psicoanalítica a partir de Demon 79, episodio de la serie Black Mirror, para conceptualizar la posición de la protagonista de la trama como fallida en relación al goce femenino. Metodológicamente, procederemos circunscribiendo elementos para tomarlos como significantes a través de los que puede situarse una posición subjetiva. Desde allí se propondrá una interpretación de las acciones de la protagonista como una forma de resolución de su posición fallida por la vía del delirio y el pasaje al acto.

Palabras clave: certeza | acto | goce femenino.

Woman and apocalypse, about female jouissance

Abstract:

In the present work we propose a psychoanalytical approach of Demon 79, episode of the series Black Mirror, from where we aim to produce a reading of its protagonist position as failed in regards to the feminine jouissance. Methodologically, we will proceed by circumscribing elements as signifiers in order to situate through their articulation a subjective position. From there, we will propose an interpretation of the conduct of the protagonist as a way of solving her failed position by the way of the delusion and passage a l’acte.

Key words: certitude | act | feminine jouissance.

Coyuntura

En el quinto episodio de la sexta temporada de Black Mirror, titulado Demon 79, se nos presenta la historia de Nida quien al tomar contacto con un “talismán” se ve conminada por un demonio, Gaad, a realizar tres sacrificios para evitar el apocalipsis.

En el año 1979 la U.R.S.S. invade Afganistán lo que trae aparejado una escalada en el conflicto con U.S.A. derivando en lo que se denominó “segunda Guerra Fría”. La amenaza de una solución nuclear, y por tanto final, se cierne sobre los mortales.

Gaad se presenta a Nida bajo la forma de una voz cuya primera solicitud, imperativa, apela a su consentimiento para poder ingresar al mundo. Obtenido el “sí”, el demonio toma cuerpo, primero bajo la clásica y atemorizante figura del macho cabrío y luego, para apaciguar a Nida, adquiere la forma de quien representa a Bobby Farrell, integrante de la banda Boney M. cuyo single Rasputín habíamos visto minutos antes en el episodio, en la televisión de Nida. Single que vio la luz en el año 1979 y que describe al personaje ruso como un encantador de mujeres al que los hombres dieron muerte.

La protagonista es presentada como una mujer parca y ensimismada. Con pocos abalorios y una intensidad contenida. Hindú en Gran Bretaña, es señalada como portando los signos de una otredad mal tolerada. Su compañera de trabajo se queja del “olor” de su alimento. Suponemos sus afectos tras una mirada intensa que se dirige a dicha compañera, al dueño de la tienda en que trabaja, hacia una campera de cuero vistosa o hacia el bailarín de Boney M.

Si bien Nida resiste la incitación del demonio se demora en ponerse en manos de la policía o alguna autoridad frente a la súplica de aquél, quien le informa que de no lograr su tarea será condenado a un vacío ilimitado. Gaad consigue un primer asesinato mostrando en visiones a Nida los abusos de un padre, señalado como víctima posible, y produciendo una precipitación al acto de golpearlo en la cabeza con un ladrillo.

Consideramos que la intención de justificar los asesinatos a partir de las características de las víctimas es lo que hace de factor de perdición para la mujer y su demonio imposibilitando la consecución de la serie. Desde el primer acto homicida que se constituye a partir de una pura contingencia, del encuentro con un desconocido al que a posterior se pudo atribuir algún rasgo que validara su muerte, pasando por el segundo, que anudó el encuentro en el bar con aquél obsceno personaje que presuntamente habría asesinado a su esposa y la fortuita presencia de su hermano (inocente sin el cual no hubiera habido sacrificio válido, pues nos enteramos que los asesinos no contaban como víctimas elegibles); hasta la elección del político fascista cuyo triunfo electoral traería como consecuencia un recrudecimiento del odio xenófobo y la muerte de miles de personas, “indirectamente” como señala Gaad. Haber intentado inscribir completamente el acto bajo el signo de un bien común permite al policía seguirle la pista y finalmente interrumpirlo. La certeza que el juicio final podría haber aportado se malogra al desplazarla hacia una acción justificada por valores exteriores.

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Lombardi (2015) ha recuperado la figura del Apocalipsis como un llamado a la decisión que está implicado en la ética analítica. Señala cómo la voz que Juan de Patmos escucha es incitación a resolverse por el deseo, a arrepentirse o pecar pero a ya no demorarse más intentando calcular el goce. El problema del acto se vuelve urgente en los dies irae, días de ira en que tocará rendir cuentas de la deuda con el deseo:

Quien se decide, se juega y se juzga. Por eso, Dies irae, no está dirigido a suicidas ni criminales, ni tampoco a quienes llevaron su deseo hasta las últimas consecuencias. Dies irae es un mensaje para los tibios, para los indecisos, para los que todavía no se salvaron ni se hundieron, para aquellos que pretendieron eludir esas dos condiciones de lo sagrado y quedan a la espera de un juicio ajeno. Delegaron el sacramento del lenguaje. (p. 207)

Para decirlo con las palabras del demonio, es para los “corrompibles”. Para los que han dejado el deseo y la satisfacción en souffrance, como Nida que es capaz de decir que “no le ha deseado el mal a nadie” a su propio daimon. La mirada de Gaad le interpreta su desmentida. Diremos que Nida ha consentido y ha rechazado, se ha dividido y por eso ha proyectado su certeza en la figura de un demonio. Que la “proyección” es un mecanismo de enajenación de lo psíquico ha sido propuesto por Freud tanto para los fenómenos “primitivos” e “irracionales” como para los “paranoicos” (por ejemplo en Tótem y tabú). Nida ha escuchado y ha dicho “sí” pero para luego decir “no” y para finalmente intentar purificar el llamado a matar al Otro bajo la forma de una muerte justificada… por el Otro. Que el propio deseo toma la forma de un asesinato es algo que en Freud se denomina “complejo de Edipo” y que Lacan ha descripto como mecanismo que se vuelve especialmente pregnante en la neurosis obsesiva, pero también en lo que bautizara en su tesis como “paranoia de autopunición”. Nida ha pasado por tres figuras que encarnan el otro del goce: el abusador, el lascivo asesino y finalmente el perseguidor quien haría del goce sistema.

La voz pertenece a eso que Schopenhauer ha llamado “el mundo como voluntad”, es decir, está por fuera de la representación. Carece de imagen. Ni siquiera las “imágenes acústicas” de Saussure son su forma de presencia. La voz como fenómeno de la voluntad “habla en la forma del silencio” (para decirlo con Heidegger). Es ante todo un concernimiento del sujeto quien puede quedar perplejo o angustiarse, eventualmente dividirse ante una interpretación del deseo que se actúa a medias. En Kierkegaard (2007), ser “corrompible” según la expresión del demonio quiere decir ser individuo que “comienza sin cesar” la venida al mundo del pecado:

El pecado vino al mundo por el primer pecado. Esto se ha de afirmar cabalmente de la misma manera del primer pecado de cualquier hombre posterior a Adán, es decir que por él viene el pecado al mundo. (p. 70)

Mientras que la pecaminosidad de la especie humana tiene una historia, es decir es cuantitativa, el pecado individual supone un salto cualitativo no derivable directamente de la historia y su acumulación. A diferencia de la repetición que supone la descendencia en las especies animales, una repetición vana y vacía que no engendra ni historia ni individuo, la repetición individuante es la repetición del pecado que es idénticamente original y originario que el de Adán.

Lacan en su seminario sobre las psicosis (2015) ha articulado esta diferencia en las repeticiones a partir de un apólogo que imagina las nominaciones desde dos sintagmas: “tú eres el que me seguirá” (en una repetición vana) y “tú eres el que me seguirás” (repitiendo el origen). La inscripción del origen, (del pecado del padre en términos de Kierkegaard) es lo que permite asumir esa invocación a nivel simbólico y es denominada en el seminario del que nos valemos “inscripción del Nombre-del-Padre”. Mientras que en caso de su carencia se produce una…

descomposición del significante [que] se produce alrededor de un punto de llamado constituido por la falta, la desaparición, la ausencia de determinado significante en tanto que en un momento dado, fue llamado en tanto tal. (P. 403)

Las coordenadas de este llamado en Nida pueden suponerse en dos sitios: aquello que la lleva a investigar el cajón del sótano y que le da acceso al talismán, pero también anteriormente en el recorte de la foto de la madre muerta. La música que acompaña las escenas y la dirección de la mirada nos hacen saber de una significación subyacente y enigmática. Esta significación incluye otros signos: la campera roja, la compañera de trabajo, el bailarín de la tele, la derecha en ascenso. Veremos a Nida responder a este llamado “proyectando” un demonio imaginado con los clásicos atributos fálicos del macho cabrío que luego tomará la forma atemperada del hombre atractivo. Especie de restitución erotómana en la que ella es elegida para salvarlo de un vacío eterno. De esta manera se protege de lo “pulsional demoníaco” (para decirlo con Freud) y de la “angustia a secas” (Lombardi, 2015) que aparece cuando el Otro

No lo reconoce en sus compromisos, en la supuesta virtud de su desgarramiento culpable por no elegir en términos realistas. Y es justamente por no reconocerlo en el confort gris del compromiso que lo convoca como ser pulsional, como ser hablante capaz de gozar por separado. Entonces, las coordenadas de la angustia son la apertura del deseo y la causa que este encuentra en el ser pulsional, que es el núcleo gozante del ser hablante. (p. 158)

Angelismo

La imposibilidad de apropiarse de la significación fálica para Nida queda señalada por la solución de compromiso a la que llega, un amor sin cuerpo con su demonio para toda la eternidad. Suerte de empuje a lo angelical que “es solamente sí mismo y no participa de ninguna historia” como señalara Kierkegaard (2007) en una teorización del narcisismo freudiano avant la lettre. Ella es la que lo seguirá por siempre en la nada.

Barros (2020) ha llamado la atención sobre una lectura de Lacan en su Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina. Encuentra allí una referencia a un lugar velado desde el que “se solicita a la mujer su adoración” y a las imágenes que se presentan en ese lugar: “el amante castrado, el hombre muerto y el íncubo ideal”. Barros argumenta que se trata en estos casos de un concernimiento a lo que en la mujer no está sometido a la ley fálica:

Es la marca de un deseo que no se ampara en ningún ideal, de un deseo sin ley y que estaría más allá de la castración. Si la mujer es capaz de seguir gozando más allá del falo y de los límites que el falo impone, también aspira a un amor que pueda ir igualmente más allá de los límites de la dialéctica falo-castración. Es por eso que la figura del “incubo ideal” pone en juego un deseo más allá de la “ley severa”, un amor constante más allá de la muerte, como dice Quevedo. (p. 326)

En este punto se nos juntan dos interpretaciones posibles de la salida de Nida del fracaso en la serie de los golpes de martillo con que intenta cumplir la significación latente, pero es porque ambas atañen a algo por fuera de la significación fustigante del falo. O bien plantearemos, como ya hicimos, una restitución delirante, o bien nos inclinaremos por leer allí un goce propiamente femenino, “más allá del falo”. Intentaremos articular ambas lecturas posibles.

En el desarrollo de la figura del íncubo, Barros ofrece el ejemplo del Drácula de Bram Stoker quien en un momento: “les dice a sus cazadores que los esfuerzos por vencerlo son inútiles porque él domina a sus mujeres, y que siendo ellas sus aliadas –de él– entonces ellos habrán de estar sometidos a su poder.” (2020; p. 332) Ya habíamos visto la alusión a esta dimensión en la letra de Rasputín, personaje que ejercía control y fascinación en las mujeres, y al que queda vinculado la figura de Gaad por ataviarse con la imagen del miembro de la banda que popularizó la canción.

Habría que considerar el vínculo que se establece entre la singularidad de una mujer y la salvación de la humanidad en tanto universal con el fracaso que aconteció al intentar particularizar y nombrar “lo mortal” (que llamaremos también, el goce) bajo la forma de una especie de ejecuciones razonables. Drácula, Rasputín, y el mismo Gaad llaman a lo que en una mujer podría ir más allá de las razones del falo. Si hay un filo mortal en la erótica femenina que la vuelve “mujer fatal” (Barros, 2020, p. 329), en la serie vemos a una mujer que por no poder hacerle lugar se vuelve asesina o peor… justiciera. Y que intentará resolver el peligro de la seducción por la vía del rasgo étnico. Finalmente es como inmigrante que persigue al político y ha puesto al mismo nivel la diferencia racial y la sexual (Copjec, 2006, p. 22). Es lo que Copjec llama una “solución estructuralista” pues pasa de la pura diferencia a una oposición determinante y que la autora califica de “ilegítima” (p. 25). Se podría decir de Nida lo mismo que Copjec dice de Saussure: “decidió priorizar el sistema”.

Limbo

Cabe preguntarnos si nuestra heroína siente en algún momento vergüenza. El recato con que se nos muestra ¿está verdaderamente articulado al Otro, o es una suerte de performance, para decirlo con Badiou? Si la vergüenza es el afecto asociado a “la experiencia del propio ser en cuanto tal, no de ser esto o aquello” (Copjec, 2006, p. 140) cabe preguntarnos por el núcleo de ser que puede haber tras la fachada de Nida. En un comentario sobre la película Magnolia de Paul Thomas Anderson, Badiou propone que en ausencia de un núcleo real, “quienquiera que esté solo, es decir, sin amor, no se puede afirmar más que en la performance” (2022, p. 65). Lo que Badiou llama performance es una suerte de orden de hierro, el “ser-nombrado-para” de Jacques Lacan, que deja librado al personaje a realizar un Ideal sin mediación, de manera absoluta. Especie de caracteropatía en que recae el ser humano librado a los tipos de la farsa cuando “la performance, en el sentido ficcional, va a darse como el momento de mayor alienación y para nada como el de la resolución de la verdad.” (p. 67). Para el filósofo, la tesis del filme que comenta vincula la necesidad de un “amor al prójimo” como núcleo de la acción para escapar de la máscara vacía de la performance. Pero este núcleo se articula con una época definida ya no desde la ley de los padres: “¿qué es lo que hace que la humanidad se sostenga como mundo, dado que no parece ser más el respeto que se le debe a la ley del padre? Ya no es más eso, sino los avatares del amor” (p. 74)

Diremos que Demon 79 nos presenta a una mujer hindú que representa su papel de extranjera de una manera solitaria y desconectada. Y en ese sentido la única mirada que encuentra para otorgarle “el sentimiento de ser” (Copjec, 2006, p. 140) es una mirada hostil por lo que no obtiene la vergüenza como “tonalidad afectiva del sujeto” sino el rechazo y la persecución. Cuando Nida pueda pasar finalmente a la actividad de “hacerse ver por el Otro” (p. 141) será en el cortocircuito de un pasaje al acto no subjetivado. Pero más que responder de su condición de inmigrante, velo que parece lanzarse sobre el final para poder otorgarle palabras a la voz muda que la intima a actuar, el apremio se distribuye en primer término entre dos signos: la campera roja y el cantante que baila Rasputín en la televisión.

Dos presencias que convocan a su ser y apariencia de mujer en tanto deseante. Un “avatar del amor” conmueve “el confort gris del compromiso” con una performance pagada al precio de una humillación constante. Pero Nida no logra articular el enigma de su ser de mujer y lo resuelve a martillazos. ¿Podría haberla salvado el “amor al prójimo”? Solo si entendemos este último a la manera de Lacan, como cercanía de un goce intolerable que es también el propio:

¿Y qué me es próximo que ese prójimo, que ese núcleo de mí mismo que es el del goce, al que no oso aproximarme? Pues una vez que me aproximo a él –este es el sentido de El malestar en la cultura– surge esa insondable agresividad ante la que retrocedo, que vuelvo en contra mío, y que viene a dar su peso, en el lugar mismo de la Ley desvanecida, a lo que me impide franquear cierta frontera en el límite de la Cosa. (2011, p. 225)

Quizás un amor al prójimo “exquisitamente femenino” (la expresión es de Freud) sea el amor a la palabra de amor que llega desde un lugar próximo, íntimo, nombrando en el límite de la Cosa. Palabra nacida de “un deseo capaz de soportar lo real” (Barros, 2020:234), dicha “en el lugar mismo de la Ley desvanecida”.

Desvío (Apéndice)

Existe quizás la posibilidad de hacer todavía otra lectura. El Apocalipsis cierto e inminente se llama colapso ecológico y es más fácil de imaginar que el fin del capitalismo como oportunamente se expresara Mark Fisher. Pero que sea imaginable, que se pueda creer en él, no significa que tengamos su certeza. La grieta entre certeza y creencia, entre acto y saber, retorna en demoras, en teorías conspirativas, en delirios compartidos, en cinismos que ponen en primer plano que no hay certeza colectiva. Como muestra bien el drama que comentamos, la certeza del apocalipsis es algo que se tiene en soledad y es lo que todos los que pensaron la política señalaron como el peligro de la democracia. Y para lo que propusieron la figura de los “poderes especiales”.

Quizás entonces nuestra heroína muestre la desesperación de aquél que ha visto la catástrofe que se avecina y ha comprendido que se trata de un asunto urgente y que no admite las vacilaciones a que estamos acostumbrados.

Si el detective hubiera escuchado a la mujer cuando se vuelve “la hora de la verdad” no habría terminado de sellar la tragedia con un “ya resolveremos si eso pasa…”

Referencias:

Badiou, A. (2022) “Si al amor; si no, la soledad” Entrevista con Alain Badiou sobre Magnolia, de Paul Thomas Anderson (1999). En Imágenes y Palabras. Escritos sobre cine y teatro. Manantial.

Barros, M. (2020) La condición femenina. Grama.

Copjec, J. (2006) El sexo y la eutanasia de la razón. Ensayos sobre el amor y la diferencia. Paidós.

Kierkegaard, S. (2007) El concepto de la angustia (1844). Alianza Editorial.

Lacan, J. (2015) El seminario 3: Las psicosis (1953-1954). Paidós.

Lacan, J. (2011) El seminario 7: La Ética del psicoanálisis (1959-1960). Paidós.

Lombardi, G. (2015) La libertad en psicoanálisis. Paidós.



NOTAS




FORUM




COMMENTS

Message from Manuel Rial  » 25 de septiembre de 2023 » manu.r1990@gmail.com 

Gracias Sofía Arbos y Evelyn Pasquali por los comentarios.

Respecto a la interpretación posible de un final feliz con "reintegración yoica", me parece válida, habría que articularla en función de la invitación del demonio y del efecto que ello podría tener sobre Nida.



Message from Evelyn Pasquali  » 22 de septiembre de 2023 » pasqualievelyn@outlook.es 

Excelente artículo. Evidentemente has logrado ver las profundidades del psiquismo de Nida.
En pos de tu reflexión, me pregunto si ese final, en donde ella se "amiga" con su demonio y parten juntos de la mano hacia la eternidad no puede pensarse como una integración psíquica, un acto en que Nida integra en el yo todo eso que habia forcluido y que ahora le viene de afuera



Message from Sofia Arbos  » 25 de agosto de 2023 » sofiarbos1991@gmail.com 

Este análisis aporta una perspicaz visión de los matices éticos y psicológicos presentes en la trama. La exploración de las decisiones bajo la influencia de una fuerza exterior y el enfrentamiento de la protagonista, Nida, ante elecciones complejas, resultan sumamente interesantes. El análisis destaca la tensión en la que Nida se encuentra, debatiéndose entre una justificación aparentemente externa para sus acciones y sus propias luchas internas. La proyección psicológica y la búsqueda por reconciliar deseo y acción añaden una capa profunda a la interpretación. La sugerencia de que Nida podría personificar la desesperación ante una inminente catástrofe ecológica, y la presión para actuar con rapidez, amplía la perspectiva del episodio al conectarlo con preocupaciones contemporáneas sobre el cambio climático y la responsabilidad individual. Este análisis plantea cómo las narrativas ficticias, como "Black Mirror", brindan un espacio para examinar dilemas morales y psicológicos complejos mientras reflejan inquietudes sociales y políticas. El modo en que la serie aborda estas cuestiones, entrelazando la trama con las batallas internas de los personajes y las complejidades de la toma de decisiones, subraya la capacidad de la ficción para generar discusiones significativas y críticas sobre la condición humana y el entorno actual.



Película:Black Mirror: Demon 79

Título Original:Black Mirror: Demon 79

Director: Toby Haynes

Año: 2023

País: Reino Unido

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