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Una experiencia a la Milgram

por Smud, Martín

Facultad de Psicología. Cátedra Psicología, Ética y Derechos Humanos

Resumen

La investigación que plantea el capítulo “crocodile” de Black Mirror tiene un diseño diferente, ya no resulta necesario que la muestra acuda al lugar de la investigación sino que la muestra es elegida por los investigadores dependiendo de las necesidades de los mismos, todos podemos ser muestra del universo a investigar, nadie puede negarse a ser parte de la investigación que ya tiene ribetes jurídicos empresariales estatales. Cualquiera puede ser buscado, si los objetivos de la investigación así lo requieren para ser puestos bajo la máquina extractora de recuerdos. Todos hemos sido convertidos en cámaras de televisión ambulantes.

Palabras Clave: Milgram | Recuerdos | Psicología | Ciencia

La pregunta que tuvo Milgram [1] para iniciar sus famosas investigaciones alrededor de la década del 60, tenía que ver con la obediencia a la autoridad y los conflictos que se desarrollaban entre esa obediencia y los planteos morales acerca de los límites a esa obediencia en personas comunes y corrientes, personas “de la calle”, una muestra aleatoria que acudía a ser parte de la investigación por un aviso anodino que gratificaba económicamente a aquellos que quisieran participar en experiencia en una universidad prestigiosa norteamericana para hacer avanzar el conocimiento científico. Esta investigación perseguía el objetivo de conocer cómo había sido posible que tanta gente participara de actos atroces durante la segunda guerra mundial sin aparentemente tener personalidades sádicas o perversas. Los resultados fueron igualmente aterradores pero lo que se logra vislumbrar es que para negarse a seguir la obediencia a la autoridad había que tomar una decisión que implicaba un acto de responsabilidad subjetiva.

Los resultados han sido puestos a pruebas en diferentes oportunidades llegando a las mismas descorazonadores consecuencias, más de tres cuartas partes de la población llegaría a causar daños, hasta la muerte, a personas que no les habían hecho el más mínimo daño, por el hecho de no tomarse el trabajo subjetivo y la responsabilidad que lleva tomar en sus manos las consecuencias de sus actos y muchos más que ello, el deseo que debemos apropiárnoslo.

La investigación que plantea el capítulo “crocodile” [2] de Black Mirror tiene un diseño diferente, ya no resulta necesario que la muestra acuda al lugar de la investigación sino que la muestra es elegida por los investigadores dependiendo de las necesidades de los mismos, todos podemos ser muestra del universo a investigar, nadie puede negarse a ser parte de la investigación que ya tiene ribetes jurídicos empresariales estatales. Cualquiera puede ser buscado, si los objetivos de la investigación así lo requieren para ser puestos bajo la máquina extractora de recuerdos. Todos hemos sido convertidos en cámaras de televisión ambulantes, paseamos por la vía pública y entonces podemos presenciar un accidente automovilístico o una muerte a mano armada. Así cómo las cámaras fijas de las calles guardan la información en los discos rígidos, los seres humanos y también los animales guardan las imágenes en su cerebro. Tienen una pequeña diferencia con la cámara fija de las calles pero un hábil investigador puede pasar por arriba las diferencias ligadas a la subjetividad de cada uno y armar la escena cómo realmente ha pasado. La investigadora, hasta se da el lujo, de amonestar a un investigado porque había recordado mal el color del vestido de la señorita que caminaba por la calle, “no era amarillo sino rojo”, le dice.

La experiencia Milgram demostró que, en última instancia, cualquier persona podría llegar a matar al otro por temor a las consecuencias de enfrentarse a la autoridad y el miedo a tomar decisiones. Cualquier persona se podría volver un asesino si las circunstancias y el armado jerárquico de la autoridad así lo impusieran. Esta experiencia intentaba ir contra la idea de que sólo personalidades sádicas y masoquistas, perversos podrían llegar a matar al prójimo.

La experiencia “crocodile”, la gente es observada desde su interior, y si la máxima de la justicia es que nadie está obligado a testimoniar en su contra, esta experiencia que se lleva a cabo en todos los órdenes de la vida, una persona no testimonia contra sí mismo porque no es dueño de sus recuerdos, ellos se pueden extraer y guardar en un disco rígido. Hay que saber limpiarlos de la amalgama subjetiva para poder mostrar finalmente lo objetivo, lo que realmente ha pasado. Es una inversión absoluta del sujeto de la modernidad que se planta con un principio: yo soy dueño de mis propios pensamientos.

Ya no se trata del ambo del investigador que representa el saber de la ciencia la que genera autoridad ni la cámara de televisión de los reality show donde la gente desnuda sus debilidades, en la sociedad actual, la jurídico ha cobrado el valor absoluto de todas las cosas ligado al planteo económico, a los resarcimientos. Todos tenemos derechos al correcto resarcimiento económico por lo que hemos recibido, actuado, causado. Un patrón podría probar cómo ha trabajado el laburante extrayéndole sus recuerdos, cuánto y cómo ha trabajado. Ya algo de esta sociedad del “justo resarcimiento” estamos viviendo. La mujer Mía que mata es descubierta, el que es atropellado es descubierto las circunstancias de lo que debe recibir a cambio de las fallas de la sociedad del consumo.

Mía mata y mata y mata, podríamos pensar que finalmente hemos hallado una personalidad perversa, capaz de asumir el acto de matar, pero no es así, todo el tiempo intenta evitar que no haya resarcimiento, no ser descubierta. No mata, intenta no ser descubierta, quiere esconder lo que ha hecho y ante esa dificultad máxima, intenta no dejar rastros, ninguna cámara que terminan siendo seres humanos debe quedar vivo. Ella no mata a un bebé sino mata a una cámara que puede testimoniar en su contra. Tampoco parece tener una personalidad sádica, ni aun habiendo matado a todo lo que se le cruzó por delante, ella mata cámaras que la pueden descubrir. ¡Hasta me imagino su fastidio cuando descubre a ese bebé ciego que la estaba mirando!

Mía y Rob salen de bailar, seguramente habiendo tomando algunas pastillas, salen de madrugada en un paisaje nevado, siguen escuchando la misma música, fumando totalmente distraídos. De repente, lo imprevisto. Atropellan a un ciclista que cae muerto sobre la ruta. Un antes y un después. ¿Qué hacer? ¿Por qué no huyen cómo miles de culpables de accidentes automovilísticos? El dice que no lo vio, ella propone salir a ver qué pasó con el ciclista. Con estupor, miran y perciben que está muerto. Mía quiere llamar por teléfono, y él rápidamente dice: “¿Estás loca? El tiene claro que han bebido y que el ciclista está muerto, él puede terminar preso, conoce las consecuencias juridiformes de sus actos, se trata de la responsabilidad jurídica. Lo que ninguno de los dos parece conocer son las consecuencias de la responsabilidad subjetiva.

Todo el capítulo parece mostrar el gran agravio que de la sociedad del resarcimiento con respecto a la cuestión de lo subjetivo. Rob ha bebido pero aún en pedo no olvida la tipología de las acciones y sus consecuencias punitivas. “Me van a encerrar y me van a dejar hasta que me pudran”. Mía, en cambio, deja que la decisión la toma el otro. Ella cumple su tarea, lleva piedras para hacer peso en la bolsa de dormir en la que se esconde el cuerpo para no volver a aparecer, se calla durante muchos años, y sólo toma una decisión cuando Rob le dice que va a denunciar la muerte del ciclista y eso los va a comprometer.

Mía, veinte años después, ha crecido, ya no deja que la decisión la tome otro. Ha deseado lograr lo que logró y que no va a permitir que ninguna actuación jurídica la desvíe de su camino. En ese sentido, Mía, además de asesina, ha decidido tomar las decisiones en sus manos. Ella no quiere ser observada, tiene derechos a la propiedad privadas de sus actos pero la sociedad de las cámaras oculares no se lo va a permitir. Esa máquina puede observar, desde los mismos recuerdo,s cómo una persona se puede volver desde una madre ejemplar hasta una asesina serial, los recuerdos pueden ser considerados cámaras en la vía pública, lo público introyectado en lo privado. Como en la experiencia Milgram, las cuestiones deontológicas y éticas allí implicadas son cuestionables.

— Me siento un espécimen -confiesa el sujeto investigado.

— Esto se engranan con los recuerdos de lo que pasó. Pero son subjetivos. No del todo exacto y a veces involucran emociones -responde la investigadora.

Es claramente una investigación científica al servicio de los intereses económicos, su implementación no deja entrar a los planteamientos éticos frente a la virulencia de estos descubrimientos tecnológicos. Pero esta máquina extractora de recuerdos resulta de los más interesante para los psicólogos, pues finalmente permite la puesta en escena del mundo de los recuerdos, qué valencias tienen, qué se recuerda, cómo se lo recupera, pero teniendo en cuenta una noción de sujeto donde los recuerdos se quedan fijos en los ojos, como imagen en la cabeza, mostrando una noción de sujeto cartesiano, separado entre cuerpo y mente. Con esta concepción de sujeto, los animales también pueden participar del juego. Finalmente la extracción de los recuerdos a un hámster es quién marca la culpabilidad de Mía. Nadie se puede imaginar por dónde anda el mundo en estos momentos, ni siquiera Mía. Legalmente todos tienen la obligación de presentar si fueron testigos de algún accidente que implique alguna controversia para las agencias de seguros. Es una obligación jurídica de todos los ciudadanos. En un mundo próximo, todos seremos cámaras públicas.


NOTAS

[1Laso, E. (2009). Las coordenadas de la obediencia. Milgram a través de la lectura de Zygmunt Bauman. En Revista Aesthethika. Revista internacional de estudio e investigación sobre subjetividad, política y arte. Departamento de Ética, Política y Tecnología, Instituto de Investigaciones, Facultad de Psicología. Universidad De Buenos Aires. Volumen 9, Nº 1, septiembre de 2013, 41-47.

[2Black Mirror, capítulo “Crocodile”, tercer capítulo de la cuarta temporada. Fue escrito por Charlie Brooker y dirigido por John Hillcoat. El episodio se emitió por primera vez en Netflix, junto con el resto de la serie, el 29 de diciembre de 2017.






COMENTARIOS

Mensaje de Evangelina  » 2 de octubre de 2018 » evangelinamauri@hotmail.com 

Es interesante ver cómo el personaje de Mía se esfuerza en su vida posterior al accidente a mostrarse como alguien capaz de tomar sus propias decisiones, responsable de sí misma. Sin embargo, aquello callado por tanto tiempo, indica que se pasa factura por no haberse responsabilizado frente a una situación que lo requería. Ella dejó a Rob la decisión final de no denunciar lo que aconteció, pero no hacerse subjetivamente responsable es algo que cargaría ella, y el peso de aquello se hace insoportable ante la posibilidad de que surgiera esa denuncia que haría desmoronar la realidad ficcional armada sobre ese silencio. Esa tranquilidad mentirosa tiembla ante la posibilidad de un ojo totalizador que es capaz de ver de forma ampliada su interior. Un superyó panoptical posibilitado por la tecnología que hablaría por ella, y que la obligaría a extender el silencio a través de asesinatos que ejecutará intencionalmente, pero aún sin ser responsable.



Mensaje de Daniel Macchiavello  » 2 de octubre de 2018 » dalemaj@hotmail.com  

Otra observación la haría sobre el personaje de Mia. Es como si se negara a aceptar su apetito por el homicidio. Al inicio de la película se le nota angustida por tirar el cuerpo muerto. Pero luego mata a su amigo y aparece una bienvenida a su verdadero deseo . Esa bienvenida a lo que realmente ella es, una asesina en potencia, lo da de forma muy sutil el televisor que muestra la frase "bienvenida Mia". Finalmente Mia continua con su siguiente asesinato y así termina el capítulo.



Mensaje de Dany Macchiavello  » 1ro de octubre de 2018 » dalemaj@hotmail.com 

El capitulo me hizo recordar el circuito de la responsabilidad pensándolo desde Rob. Éste en el primer tiempo tiene la convicción de que su accionar es el correcto, el de tirar el cuerpo muerto al lago. Posteriormente parece que algo lo interpela, quizás lo que le dicen en sus reuniones para dejar la bebida, eso de enmendar el daño ocasionado con las personas perjudicadas. El punto es que quizás la culpa lo lleva a pensar en que “no se puede vivir” con la carga de haber matado y desaparecido a una persona, que ese hecho es irreparable, entonces quizás tiene el deseo icc de morir al “no poder vivir con la culpa”. Icc quizás busca a un asesino serial (alguien que sabe de un crimen y que sea, en potencia, capaz de cometer otro) y va donde Mía. Si Rob está arrepentido y quería mandar una carta anónima, no era necesario ir donde Mía, sin embargo fue, ya que quizás su verdadero deseo estaba en que su arrepentimiento culmine con su propio asesinato en manos de Mía, por eso va hacia ella, le hace el planteo esperando pasiva e “ingenuamente” su muerte. Finalmente atiende al deseo icc que quizás lo habita, al dar fin con una vida que “no se puede vivir”, en manos de Mía.



Mensaje de Alejandro Fiorita  » 29 de septiembre de 2018 » alejandrofiorita@gmail.com 

El conflicto que ronda a lo largo del capitulo me recordo a la idea de Fernando Ulloa cuando se refiere a la encerrona tragica, como expresion de una relacion caracteristica de las instituciones modernas. Una relacion que refleja el desamparo y la resignacion de no tener escapatoria. El autor refiere al concepto haciendo referencia claramemte a los metodos manicomiales, pero en este caso considero que la misma idea puede adaptarsea la conflictiva que gira en torno al capitulo en cuestion. La protagonista se encuentra en el lugar de victima en esta relacion dual, y la instancia opresora queda del lado en este caso del sistema juridico. Dicha encerrona tragica se presenta entonces, como situacion sin salida para la protagonista, ya que no aparece un tercer lugar de apelacion que represente "lo justo". Ante esto, se ve obligada a actuar de la manera que se desarrolla durante la trama, asesinando a las personas portadoras de la evidencia que la inculpa.
En la situacion manicomial, la victima de esta relacion expresa una resignacion, una pasividad ante esa relacion que termina en lo que Ulloa llama mortificacion. En este caso tenemos a una protagonista que toma un caracter activo, pero no cambia en absoluto el resultado final. La mortificacion aqui queda plasmada en la imposibilidad que tiene la protagonista de tomar una via diferente a la del asesinato.



Mensaje de Ana Faingerch  » 25 de septiembre de 2018 » anafaingerch@yahoo.com.ar 

Si Mía se angustiase y se replanteara el hecho que haber desaparecido el cuerpo no fue solo por obediencia a la decisión de su ex novio o para protegerlo, sino que su deseo inconsciente siempre fue no ser descubierta para poder continuar su vida sin que el accidente la afectase, o si se preguntase cómo fue que ella pudo ser capaz de hacer algo así, o si hubiera aceptado darle una respuesta a la viuda, haciéndose cargo de su acción, se podría decir que estaría resignificando ese primer momento cuando ocurrió el accidente, y que estaríamos delante de un sujeto que se hace responsable, una nueva posición subjetiva, un sujeto ético.
Mía lleva adelante una acción con determinados fines, pero luego recibe indicadores situacionales de que su acción tuvo un plus, fue más allá del sentido inicial, abriendo así la posibilidad de interpelarse al respecto.
Pero lejos de que pase esto la mujer no se hace responsable de haber tomado la decisión de desaparecer el cuerpo y en consecuencia tampoco se siente culpable de lo que su acción provocó en la viuda, no reflexiona sobre la ganancia que tuvo su actuar, manteniéndose en una actitud de inocencia. Su actuar siempre fue borrar lo sucedido, saltear partes de la historia, como hechos no sucedidos, ya que lo “desaparecido” generalmente no necesita algún tipo de tratamiento o abordaje, y se mantiene en silencio y la culpa anestesiada. Recurre culpar a su ex novio para ahorrarse la angustia y todo lo que esto conlleva. Utiliza el mecanismo de proyección negativa ante esta situación que la interpela, atribuyendo a Rob los sentimientos o pensamientos que resultan inaceptables para ella. Desestimando así la idea insoportable de ser culpable.
Mía en concordancia a su carrera exitosa, a su vida familiar plena, actuó como objeto de ese posicionamiento social tan perfecto relegando su posición de sujeto ético, responsable de su accionar. Sin cambiar por lo tanto su posición subjetiva ante las distintas situaciones que la interpelan