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El amor como dilema moral

por Junyent Horan, Bianca

Universidad de Buenos Aires

Resumen

El presente trabajo tiene como objetivo entablar un diálogo entre conceptos teóricos como la culpa, el amor y el dilema moral y la narrativa cinematográfica de la película Maelström (2000) partiendo de dos ramas del saber la filosofía y la psicología. Desde el campo de la psicología se tomarán autores como Jaques Lacan y sus aportes en cuanto al pasaje al acto y el amor-odio; así como a Sigmund Freud y sus desarrollos en tanto la culpa, el masoquismo moral, el superyó y la compulsión a la repetición. Por otra parte, desde el campo de la filosofía se tomarán los aportes de Martin Heidegger acerca de la culpa y de Sandra Realpe en torno al dilema moral. De esta forma, a lo largo del desarrollo del trabajo se intentará arribar a una posible respuesta al interrogante ¿Qué nos enseña el film Maelström (2000) acerca del amor como dilema moral?

Palabras Clave: Culpa | Amor | Dilema moral

"Love as a moral dilemma"

Abstract

The aim of this paper is to establish a dialogue between theoretical concepts such as guilt, love and moral dilemma and the cinematographic narrative of the film Maelström (2000) starting from two branches of knowledge, philosophy and psychology. From the field of psychology, authors such as Jaques Lacan and his contributions regarding the passage to the act and love-hate, as well as Sigmund Freud and his developments regarding guilt, moral masochism, the superego and the compulsion to repetition will be taken. On the other hand, from the field of philosophy, the contributions of Martin Heidegger on guilt and Sandra Realpe on the moral dilemma will be taken. Thus, throughout the development of the work we will try to arrive at a possible answer to the question: What does the film Maelström (2000) teach us about love as a moral dilemma?

Keywords: Guilt | Love | Moral | dilemma

Introducción

El presente trabajo se enmarca en la Práctica Profesional de Investigación. Desde el enfoque de la cátedra se entiende al cine ya no como mero producto artístico sino como una “usina del pensamiento” (Badii, 2018), es decir una posibilidad de, como propone Alain Badiou, “pensar el cine” en tanto no sólo analizar los conceptos asociados con el dispositivo cinematográfico, sino más bien pensar los conceptos teóricos nuevos a través de la experiencia en si misma del cine (Badii, 2018). Esto es lo que se intentara lograr a través del desarrollo del trabajo, en el que se pretende realizar un recorrido teórico a partir de la relación entre la narrativa cinematográfica de la película Maelström (2000) del director canadiense Denis Villeneuve y conceptos teóricos como: la culpa, el amor y el dilema moral abordados a partir de dos campos: de la psicología (en especial del psicoanálisis) y de la filosofía.

Se trabajarán con autores del campo del psicoanálisis como Sigmund Freud de quien se tomarán sus aportes acerca de la culpa, del masoquismo moral, del superyó y de la compulsión a la repetición. También en esta línea se utilizarán los aportes de Jacques Lacan en relación al amor-odio y el pasaje al acto. Por otra parte, se utilizarán autores del campo de la filosofía como Martin Heidegger y su desarrollo acerca de la culpa y otros autores como Realpe para abordar el tema del dilema moral.

Dado que el cine se presenta como una forma privilegiada para acceder a un recorte singular que permite pensar cuestiones complejas de la subjetividad, así como una herramienta de trasmisión e interrogación de experiencias (Badii, 2018) El interés sobre el presente trabajo de investigación surge a partir de las siguientes interrogantes ¿Qué nos enseña el film Maelström (2000) acerca del amor como dilema moral? ¿Es posible amar al asesino de tu padre? ¿Cuál es la relación entre la culpa y la moral? De esta forma a lo largo del desarrollo del trabajo, se intentará arribar a nuevas construcciones de saberes y posibles respuestas.

Desarrollo

Introducción al film

Maelström (2000) es una película dirigida por Denis Villeneuve, un director canadiense cuya impronta parece oscilar entre ciertas coordenadas tales como: un hecho traumático a partir del cual se desarrolla la trama, una cámara incisiva en los detalles, atmósferas opresivas y claustrofóbicas, sensación de tensión, narrativas laberínticas que el espectador debe ir reconstruyendo, la inclusión de intertítulos que interrumpen la narración para comentar su progreso, recursos de la cinemática formal y tintes surrealistas, entre otros.

Estas coordenadas son observables en Maelström (2000), uno de sus primeros largometrajes, en el cual el director comienza a jugar con el drama más del tipo psicológico y surrealista. La historia, narrada a modo de fábula, comienza con una escena en una especie de caverna, lúgubre, con humedad, que despierta en los espectadores sensaciones de opresión, en la que se ve un primer plano de un pez a punto de ser descuartizado quien anunciara que “tiene una historia para contar”. Allí comienzan a observarse las coordenadas surrealistas mencionadas anteriormente. El pez relata la historia de Bibiane, una joven de veinticinco años, que al comenzar la película vemos en una clínica ginecológica realizándose un aborto. Luego de este hecho traumático, la joven se encuentra sumida en una crisis de angustia y con su vida en pleno caos, en esta vorágine una noche atropella a un hombre en la calle y presa del pánico huye de la escena. Ese hombre era un pescador noruego quien malherido llega a su casa para terminar por morir en su cocina. Este hecho será la gota que rebalse el vaso de la vida de Bibiane quien ahora, a su complejo presente, se le sumará la culpa por haber huido y la desesperación por no saber qué hacer. En un intento de borrar la evidencia se arroja con su auto al agua, pero como narra nuevamente aquel pez a punto de ser descuartizado, “se le dará una segunda oportunidad” y logrará salir a flote de las profundidades.

Pero esta segunda oportunidad, no es menos intrincada que antes, pues atravesada por la culpa irá a la morgue a preguntar por el hombre atropellado y allí se encontrará con Evian (su hijo) quien viajó de Noruega al enterarse de lo acontecido. Bibiane le dirá que es una vecina, él sin conocer a nadie en Quebec le pedirá ayuda y pasarán el día juntos. Allí, tanto Bibiane como uno como espectador, sentirá la tensión subir cual enredadera, por no ser quien dice ser y por el secreto que le oculta. La trama llega a su culmine, al nudo mismo del conflicto moral, cuando Evian y Bibiane se enamoran. Finalmente, Bibiane confiesa que ella es la asesina de su padre y allí Evian se verá ante la encrucijada de amar a la asesina de su padre, de amar a quien odia, a quien le quitó y le otorgó en ese mismo movimiento, lo más preciado: el amor.

Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

En Maelström (2000) se pueden rastrear las influencias del superyó freudiano de Bibiane en su accionar, quien luego de haber atropellado a un sujeto en la calle y huir presa del pánico, al otro día se enfrenta con el sentimiento de culpa y con saberse responsable de sus actos. En primera instancia no sabe que sucedió con ese hombre, decide ver su auto y se encuentra con restos de sangre y de pelo del hombre, así como un hedor a pescado dentro del auto. Vuelve al lugar de la escena y no encuentra nada, decide entonces borrar la evidencia de sus actos. Lleva el auto a lavar, pero el hedor continúa, recordándole su pecado una y otra vez. Decide no utilizar más el auto y comenzar a utilizar el transporte público, en el subte comienza a leer el diario y se topa con la noticia de que un pescador falleció luego de ser atropellado pero que aún no se ha dado con el homicida. El destino parece devolverle una y otra vez la escena hasta que la resuelva, se podría en este punto, establecer un paralelismo con los sueños traumáticos de los que habla Freud (1920) que aparecen en las neurosis de guerra donde aquella escena traumática y angustiante, se repite una y otra vez en un intento de ligazón, de anudar aquello que insiste más allá del principio de placer. En el andén, luego de leer esta noticia, decide confesarse con un hombre que se encuentra allí. Bibiane le dice que ayer atropello un hombre y que hoy se anoticia de que está muerto, comenta que fue un accidente, y le pide un consejo “¿Qué debo hacer? ¿Me debería entregar?” a lo que el hombre responde “¿Si está muerto eso cambia? Un accidente, es un accidente… Si yo fuese usted me callaría, usted también morirá un día.” Bibiane entonces toma la decisión de borrar toda prueba del delito y se dirige a un puente a arrojar la patente y el auto al agua, pero surgen complicaciones y el auto queda estancado en el borde del abismo por lo que Bibiane toma la decisión de conducir el auto y arrojarse con él al agua. Borrar no sólo todo rastro, sino borrarse ella y la culpa asfixiante que siente. Pero lograra salir del agua, el pez anunciara que “la vida le ofrece una segunda oportunidad, si sobrevive se le otorgara el derecho a vivir” y la trama que parecía terminar allí con ella hundida en las aguas, derrotada por el remolino de emociones, por ese Maelström [1], logra salir a la luz de las profundidades y suena la canción de Tom Waits “The ocean doesn’t want me today but I’ll be back tomorrow to play […] I’d love to go drowning and to stay and to stay but the ocean doesn’t want me today”. Aquel intento de borrarse se puede pensar como un pasaje al acto fallido que la confronta a una nueva oportunidad de cambiar su posición subjetiva, de obrar de manera distinta, de “tomar cartas en el asunto”.

Podría ubicarse a Bibiane como “ser culpable” (de atropellar y huir) de acuerdo a lo expuesto por Heidegger (2003) y como esta coordenada de “ser deudora” se le impone: ¿Qué hace ella con eso? ¿Se entrega? ¿Se olvida? ¿Repara el daño? Bibiane parece no saber cómo saldar esa deuda, como calmar la agresividad del superyó que se vuelve a sí misma, en forma de esa angustia asfixiante. Se podría establecer que su superyó sigue contraponiéndose siempre a su yo y su moralidad se afirma de manera primitiva: el yo se hace castigar por el superyó. Así aparece el autocastigo, el sujeto se comporta como si lo gobernara un sentimiento de culpa constante que, para satisfacerse, precisara de la enfermedad (en este caso la angustia y rumiación) a modo de castigo. Por esto, la angustia, el encuentro con la escena una y otra vez a través del hedor del auto, de las noticias en la calle, pareciera ser un modo de enfrentarla para que tome cartas en el asunto, para que en acto lo resuelva. Intenta realizar un pasaje al acto, que es un arrojarse de la escena, en términos lacanianos un intento de salir de la red simbólica hacia lo real, en el momento que decide “dejarse caer” con el auto. Pero falla, Eros vence a Tánatos, intenta borrarse a sí misma y aniquilar la angustia, pero al salir a flote todo continua. Por eso ahora, en esta segunda oportunidad, debe cambiar sus acciones. Si Bibiane quiere dejar de sentir esa angustia, que a modo de enredadera le quita paso a paso sorbos de vida, debe pagar con algo su deuda.

Entonces, en su segunda oportunidad, Bibiane decide ir al velatorio a conseguir respuestas, acerca de quién era aquel pescador de Noruega que atropello. En la casa velatoria, mientras pregunta por él, se encuentra con Evian, el hijo del pescador, quien ha viajado desde Noruega al recibir la noticia de la muerte de su padre. Pero Bibiane al presentarse, no dice quién es, simplemente se presenta como “una vecina”. Ella parece querer escurrirse de la escena, una vez más, pero Evian es un extranjero que no conoce nada, quien se encuentra vulnerable con las cenizas de su padre (a quien ella se lo quito) en sus manos y quien decide invitarla por un café. Ella, gobernada por su culpa y su intento de reparación, de redimirse, decide acompañarlo. Terminan pasando el día juntos y la tensión de “no ser quien dice es” y de ser “la asesina del padre” comienza a acrecentarse. En su recorrido van a la pescadería en la que trabajaba el padre, allí todos sus compañeros brindaran por su padre y le desearan “al asesino” toda clase de barbaridades, incluido Evian quien dirá “si lo atrapo, lo mato”. Continúan el día juntos y su vínculo parece afianzarse cada vez más, ella lo acompaña a empacar todas las pertenencias del padre y al otro día Evian tiene su vuelo de vuelta a Noruega. Bibiane podría haber dejado todo así, Evian podría haber vuelto a Noruega, y ella sería la única que cargaría con la culpa y con “el muerto en el placard”. Pero no, antes de que embarque lo busca y le confiesa “Me gustaría hacer el amor con vos”. Evian y Bibiane se van al departamento de ella y se encuentran con toda su ternura, se despojan de ropas, se vuelven vulnerables ante el otro y allí en esa desnudez Evian nota que Bibiane mintió con algunas cosas, pero no la enfrenta a juicio aún. Él le declara su amor “te quiero”, a lo que ella responde que no la conoce, y él continua “te conozco mucho, lo que conozco me gusta”. Ella en vez de poder disfrutar de su amor, de entregarse, se siente cada vez más incómoda ante el amor de él porque siente lo mismo y a la vez es moralmente incorrecto (¿Cómo se puede amar al asesino de tu padre?). Él se anoticia que el avión que iba a tomar, se estrelló por lo que continúa adorándola aún más y comienza a decirle “eres un ángel”. La dota de pureza, de verdad, de inocencia, de bondad, pero Bibiane sabe que ella no es nada de todo esto, la mirada del otro le devuelve algo que no es real y que ella ya no puede sostener. No puede sostener los ojos embelesados de Evian, que la adoran cual deidad, sabiendo que ella es la responsable de quitarle a su padre.

“I hate that i love you” (Odio que te amo)

Bibiane ya no puede sostener, esa verdad que oculta y que la atormenta, aun menos reconocerse y sostener la mirada de amor de Evian, quien en su estado de enamoramiento vela toda falta de ella y la ve pura y perfecta. Él le repite una y otra vez “eres un ángel”, ella se angustia cada vez más y le pide que pare “no digas eso” como si ante cada demostración de amor de él, más severo es su autocastigo. Hasta que ya colmada, ya sin saber cómo sostener su culpa, logra poner algo de eso en palabras, se acerca al oído de Evian y le susurra al oído la terrible confesión. Allí la imagen de ella como ángel, cae, el velo cae, ya no hay máscaras, ya no hay enigma el ángel era en realidad un ángel caído. Ya sin el velo del ideal, se encuentra con lo real de Bibiane y del amor pasa al odio. A partir de esa confesión que la dota de crueldad, de esa decepción amorosa el reverso del amor emerge: el odio.

Entonces Evian se haya ante la situación dilemática de estar enamorado de la mujer que mato a su padre. ¿Qué hace él con su amor? ¿Es posible aniquilar el amor y que solo quede odio? Siempre un homicidio, haber atentado contra la vida del otro, genera un problema del tipo moral y en la línea de la expuesto en el marco teórico se puede argumentar que Evian experimenta un “dilema moral” ya que por los agentes contingentes de la situación no logra saber cómo responder. En el deber se encuentra que el debería entregar a Bibiane o propiciarle algún castigo, pero asimismo no puede porque si bien moralmente es lo que “debería hacer”, el hecho de estar enamorado de ella se lo impide. Entonces se haya ante dos caminos: el odio, “entrega y castiga” o el amor, “olvida y perdona”. Podría establecerse que no es un auténtico dilema moral por el hecho que el obrar debería ser la entrega y punición de acuerdo a las leyes y normas de conducta que rigen la sociedad, pero a él se le vuelve dilemática que ante eso se le impone la variable amor, generando un residuo moral: arrepentimiento, culpa de condenar a quien se ama. Pero la pregunta podría ser ¿A quién ama más? ¿A su padre muerto y actúa en honra de su memoria? o ¿A Bibiane y actúa en relación al perdón?

En otra escena se encuentra Evian en un bar, bebiendo en la barra junto a la urna de su padre. Allí comienza a charlar con un señor (el mismo señor que Bibiane se había topado en el andén) y le cuenta su situación con Bibiane (“Estoy enamorado de la mujer que mato a mi padre”) y argumenta que no solo no sabe qué hacer con sus sentimientos, sino que tampoco con ella “ella quiere que la maten, que la castiguen”. Él ante esta demanda, no sabe cómo obrar. El hombre le pregunta “¿Quién lo sabe?” a lo que Evian responde “solo yo”, el hombre entonces contra argumenta “Entonces ¿Cuál es el problema? Tú estás enamorado y ella quiere que la mates, me parece compatible cállate y cásate” y se retira. Aquí vemos como Bibiane demanda, un precio a pagar, un castigo, el mismo destino la muerte o el dolor, solo así cree poder saldar “su deuda (su culpa)”.

Luego en la siguiente escena, Evian llega al departamento de Bibiane, él se dirige al baño con las cenizas de su padre tomado por la angustia, resignado a tirarlas por el inodoro “viene a ser lo mismo papá” (él quería arrojarlas al mar noruego, con las de su mamá) pero no puede hacerlo. Simplemente se abraza a la urna y llora. A continuación, se lo ve salir del baño, borracho y angustiado, Bibiane está en la cama despierta, llorando. Él arroja las cenizas sobre el cuerpo de Bibiane como si le dijera “ten sobre tu piel tu pecado”. Ante esta situación: el horror de ella y la angustia. Finalmente ella aspira las cenizas y las vuelve a la caja, en un intento nuevamente de reparación del daño, de redimirse. Él responde ante la demanda de castigo de esta forma y ella al devolverlas en la caja siente que ha pagado algo. A modo de acuerdo tácito entre ellos, resuelven el dilema.

La película termina con Evian y Bibiane en un barco en Noruega, juntos arrojando las cenizas al mar. Las cenizas se hunden en ese mar revoltoso, en el “Maelström”, como parece hundirse esta historia de culpa y angustia para permitir escribir una nueva historia, quizás ya no marcada por la tragedia, quizás desde la sátira en tanto ridiculizar la tragedia, en lo absurdo del amor. Evian le susurra algo que no se llega a escuchar, pero al leer los labios pareciera ser un “te amo” a lo que ella responde que también, ya su amor no la condena, ni ahoga. Quizás, ahora sí desde lo real del amor, de saber al otro humano, pecador, culpable, atravesado por la falta, puedan crear un puente entre los dos…

Conclusión

A modo de cierre, en relación al análisis realizado sobre la narrativa cinematográfica de la película Maelström (2000) y el diálogo con diversos conceptos teóricos como la culpa, el amor y el dilema moral abordados tanto desde el campo de la psicología, con autores como Sigmund Freud y Jacques Lacan, así como desde el campo de la filosofía con autores como Martin Heidegger. Se concluye que se ha podido utilizar la experiencia del cine como herramienta para interrogar lo acontecido allí en la pantalla, acerca de aquel fragmento que el film pone de manifiesto sobre la vida de Bibiane y el propio recorte que se realiza como espectador, que en el mismo movimiento genera una construcción novedosa y singular. A partir de lo novedoso de la mirada puesta en ciertos detalles, se logran nuevos modos de comprensión de aquellas cuestiones complejas de la subjetividad. En el caso de este trabajo, se ha logrado dar sustento teórico y posibles explicaciones a aquello que acontece en la pantalla.

En el desarrollo del trabajo, se ha puesto en diálogo cuestiones como la culpa de Bibiane por haber atropellado y huido de la escena con conceptos teóricos freudianos como el superyó, el masoquismo moral y la compulsión a la repetición. Luego, la cuestión del intento de borrar toda evidencia del crimen y en esa misma ecuación borrarse ella, se ha trabajado desde los aportes lacanianos acerca del pasaje al acto. Asimismo, se ha conceptualizado la culpa desde los aportes filosóficos de Martin Heidegger y se ha trabajado con un paralelismo acerca de “ser culpable” en tanto “ser deudora”. Finalmente, se abordó la cuestión del dilema moral que se le presenta a Evian de “estar enamorado de la asesina del padre” y como se pasa del amor al odio tomando los aportes acerca del “odioenamoramiento” de Lacan.

Retomando las interrogantes que se presentaron al principio del trabajo, se concluye que el amor puede ser un dilema moral, porque es una variable que ante el “deber ser”, se nos presenta del lado del “ser”. Por eso es posible amar, aunque se deba odiar porque hay algo de incapturable de los afectos, su polo energético, que permite que oscilen a distintos polos, que les da movimiento en lo cerrado de la palabra… Por otra parte, en cuanto a la relación entre la culpa y la moral, se puede establecer que sin moral no hay culpa. Si el mundo no estuviese ordenado a partir de ciertas leyes que determinan lo que está bien, de lo que está mal, si no hubiese limites, no habría trasgresión posible. Si no hay trasgresión de la norma, no hay culpa. La culpa viene allí a recordar, a anoticiarte que has obrado mal y que debes pagar con algo el precio de tus acciones. Pues en tu libertad, también se haya tu responsabilidad. Porque como anuncia Jean Paul Sartre (1946) “El hombre está condenado a ser libre” (p. 43).

Finalmente concluir recordando la escena final de Maelström (2000) en la que el pez una vez más a punto de ser descuartizado anuncia que iluminara a los espectadores con “el gran secreto de la existencia” y dice “todos son…” y allí la película termina. Sin fórmula secreta, sin respuesta, sin sentido acabado, con la posibilidad de escribir algo nuevo, con la posibilidad de interrogarse, de contradecirse, con la multiplicidad de como punto de partida. En esta misma línea, quisiera finalizar el trabajo a modo de final abierto, con la puerta abierta a nuevos interrogantes…

Referencias

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NOTAS

[1Maelström es un gran remolino que se halla en las costas meridionales del archipiélago noruego de las islas Lofoten.





Película:Maelström

Titulo Original:Maelström

Director: Denis Villeneuve

Año: 2000

Pais: Canadá

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